viernes, 23 de junio de 2017


LA  “POSVERDAD”, OTRA BESTIAL GRANADA MEDIATICA
Federico Ruiz Tirado
La contrarrevolución, ignoro si con cautela o con ella,  pues si a ver vamos ésta no es una guerra cuyo carácter no convencional, asimétrico o como se llame se ha deshielado por completo, gota a gota sobre nuestras psiques y emocionalidades; pero sí estoy seguro que con “cierta” y  contagiosa ayuda de los asesores de Trump, ha catapultado a nuestros voceros mediáticos -en especial los intelectuales-, hasta la babel retórica postmo-progresista; es decir; la verbosidad  sociolingüística de algunos que se desplaza en las redes sin que nadie la detenga.

Algo así como “los valores humanos”
He notado que muchos de los líderes parlantes, el vocablo “polarización” es como si éste fuera un elemento esencial de la crisis -sin preguntarse ¿cuál crisis?-,  que según la agencia publicitaria, Almagro-CIA & MUD, descalabra a la República Bolivariana de Venezuela hacia el estado fallido, la fatiga colectiva, la duda, el consabido “huir hacia adelante” y otras prendas que lucen sin ambages en sus campos verbales. Pareciera, a veces, que nos vaciaron encima el constructo ideológico de la palabra comprometida con la erudición presunta, y no con el contenido liberador: algo así como aquellos Valores Humanos de Uslar Pietri y la siembra del petróleo para abundarle cosecha a los bachacos fundillúos. Llegados a este punto comienza a retozar un ensamble en la loma: Mamá yo quiero saber, de dónde son los valores… que les encuentro rumores y los quiero conocer, con su vaivén fascinante que me lo quiero aprender.
La tendencia a las tendencias científicas, filosóficas, políticas, académicas y otras, pluraliza la inteligencia -entiéndase capacidad de entender que poseemos los  humanos no genios-, hasta la atomización; más aún en esta era mediática o de difusión automática de imágenes y palabras en la que se persigue la dilución instantánea de toda sinapsis; de las ideas propias, del sabor criollo de cualquier posibilidad de pensamiento, autónomo, que se pueda gestar en los individuos por separado, en los individuos políticamente agrupados u organizados, o en los pueblos en gesta emancipadora.

Ahora viene la “posverdad”
El Chávez pisapasito, sobre todo ese que miraba de reojo  los fenómenos globales que de súbito aparecían entre la telaraña del poder mediático para distraernos con nombres grandilocuentes; ese Hugo Chávez que le importaba un bledo lanzar una chanza, una raboecochino, mientras pensaba en esas olas que venían generalmente de occidente, aunque a veces las fraguaban en nuestras regiones más conservadoras  para “manufacturarlas” en el subcontinente; ese Chávez disposicionero, mientras se dirigía a la Venezuela que quiso hasta su muerte y exponía un modelo liberador, también tenía sus hemisferios atentos para buscar el epíteto susceptible de ser colectivizado, a modo de agregar un ingrediente más a la formación política y cultural del pueblo a la que tanto se dedicó para ahondar en los conceptos de patria, soberanía e independencia. De ese modo surgieron muchos apotegmas, moralejas, decires, que se convertían de inmediato en símbolos digamos políticos o “categorías” propias de su habla para caracterizar tal o cual postulado sacado de los sótanos mediáticos del capitalismo mundial. Él siempre supo cuál remoquete convendría mejor para que la fogosidad de su verbo y su fuerza dialógica lo convirtiera en todo lo contrario del significado que nos querían inocular de esos laboratorios que todavía pulular desde la llamada guerra fría.
La tiranía cultural planetaria es un hecho consumado y en franco proceso de reversión, el dragón se muerde la cola, algo así como el último eslabón de la explotación del hombre por el hombre, y ojo, que nadie me venga a corregir, “y de la mujer por la mujer”, porque no hay lenguaje de género que valga; el patriarcado ha civilizado con igual sevicia -una vez lograda y perfeccionada aquella ingeniosa treta de la división social del trabajo-, tanto al hombre como a la mujer. El dragón, para no chamuscarse la cola que se muerde allá en el paraíso infernal de McDonald´s Trump, ha venido produciendo en sus factorías académicas, una mini pléyade de sociólogos, sicólogos y semiólogos, expertos en mercadeo ideológico, más ocupados en tecnología de la opresión que en saberes, doctores en hechicerías manipuladoras para hacer cumplir la autoprofecía neoliberal: la muerte de la historia y cuanto eso conlleva.
Ahora andan con la “posverdad”: suerte de bulto disfrazado de Trump. Suerte de ventilación mediática para convertir una mentira en verdad. O una verdad es una mentira: eso depende. Suerte de fraude anticipado para que la mayoría crea, por ejemplo, que la idea del sociólogo inventor de los “materos” y el “agua congelada”, de los linchamientos y asesinatos medievales, son perpetrados por “los colectivos” (entiéndase chavistas) y no por esas bestias salvajes que Monseñor Porras bendice y los medios de comunicación  protegen.


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