lunes, 16 de mayo de 2016

El ventrílocuo de la extrema derecha continental

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Por: Luis Alfonso Mena S. (*)Lunes, 16 Mayo 2016 02:25
No es invención de afiebrados izquierdistas: el expresidente colombiano Álvaro Uribe pidió, de manera desembozada y cínica, la intervención militar extranjera en la República Bolivariana de Venezuela, en declaraciones de prensa formuladas en Miami al finalizar una oscura reunión de la extrema derecha americana y española realizada allí y denominada, paradójicamente, “Cumbre Concordia de las Américas”.
Clamando apoyo a la degradada oposición venezolana, el exmandatario colombiano no dudó en mover su dedo inquisidor y en recomendar la invasión: “… pensar qué país democrático es capaz de poner sus fuerzas armadas democráticas al servicio de la protección de la oposición de Venezuela… Esa tiranía no escucha retórica, a esa tiranía hay que enfrentarla con toda energía…”, dijo a los periodistas aludiendo a su defensa de la derecha venezolana y a su confrontación con el Gobierno constitucional de Nicolás Maduro.  (Video: https://www.youtube.com/watch?v=6u7WewAaXHM)).
Más claro no canta un gallo: lo que engañosamente llama “país democrático” tiene nombre propio, se llama Estados Unidos.
Esta declaración torpe, pero muy peligrosa y retardataria, que remite a las peores épocas de la historia mundial contemporánea signada por las invasiones imperialistas y las dictaduras fascistas, seguramente no es sólo el pensamiento del expresidente colombiano: experto en poner a decir a otros lo que él piensa, hace ahora las veces de ventrílocuo de poderes mayores, agazapados en los cuarteles de la CIA, el Pentágono, el Partido Republicano y las entidades de mayor calado intervencionista de Estados Unidos.
Uribe, no cabe duda, debe estar obrando como portavoz de la extrema derecha gringa e iberoamericana congregada en Miami.
La agenda de la reunión y los asistentes
El objetivo del encuentro en el Miami Dade College fue, según un despacho de la Agencia Española de Noticias EFE, “analizar el impacto internacional de las elecciones en Estados Unidos, la crisis en Venezuela, el proceso de paz en Colombia, la normalización de las relaciones cubano-estadounidenses” y hasta “los Juegos Olímpicos en un Brasil convulso”, valga decir, luego del golpe de Estado contra Dilma Rousseff.
¡Qué tal la agenda! Nada escapó a las preocupaciones hemisféricas del cónclave oscuro de Miami, en el que Uribe estuvo acompañado por su futuro candidato presidencial y actual procurador general de la Nación, Alejandro Ordóñez, y por su excandidato presidencial en 2014, Óscar Iván Zuluaga, una triada azul de metileno, acorde con el recinto y los comensales en la ciudad de la conspiración americana.
Otro de los ítem de la agenda, según Matthew Swift, director ejecutivo de la organización, en declaraciones a EFE, era estudiar “el cambio de signo político en Argentina y el impacto de los Papeles de Panamá”.
Concordia es una organización política que tiene como uno de sus objetivos promover las llamadas alianzas público-privadas, tan de moda en Colombia y de tan negativos resultados, sobre todo en el sector de la salud, pues han redundado en el usufructo de los presupuestos estatales por voraces negociantes privados, en detrimento de los intereses de la sociedad.
La entidad fue fundada en 2011, ha realizado cinco cumbres globales y la que se cumplió entre  el jueves 12 y el viernes 13 de mayo de 2016 fue la primera continental. Ésta contó con la colaboración de Americas Socierty-Council of the Americas.
Ahora demos un vistazo a los comensales del encuentro, orientado por el muy cuestionado expresidente del Gobierno español José María Aznar.
Según EFE, estuvieron, además del trío colombiano ya mencionado, Paula J. Dobriansky, enviada del Presidente de EE.UU.; Luis Alberto Moreno, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, BID; los expresidentes Luis Alberto Lacalle, de Uruguay, Sebastián Piñera, de Chile, y Jorge Quiroga, de Bolivia, junto a Guillermo Lasso, del partido Creo de Ecuador, y de ejecutivos de compañías como Cisco, Airbus, AES, Related Group y el Grupo Argos.
También comparecieron Luis Almagro, secretario general de la OEA, y, como no, Lilian Tintori. María Corina Machado y Mitzy Capriles, las vedettes de la derecha venezolana, expertas en shows de falsas víctimas; Andrés Oppenheimer, periodista adalid de la contrarrevolución continental, y José Toro Hardy, exdirector de Petróleos de Venezuela, Pdvsa, a los cuales se les separó la jornada previa a la clausura, el viernes 13 de mayo, para que despotricaran del Gobierno de Nicolás Maduro.
John Negroponte, quien fungiera como secretario de Estado y jefe de inteligencia de la Administración de George Bush, también hizo su aparición en el certamen del que, como se ve al revisar esa pléyade de representantes de la oligarquía continental y española, no podía salir nada positivo.
Las tres vías de la ultraderecha
Los participantes parecían reunidos para anticiparse a impartir el acta de defunción al Socialismo del Siglo XXI, que creen ellos está “derrotado” luego de recientes y coyunturales resultados electorales en Venezuela, Bolivia y Argentina y del derrocamiento parlamentario de la Presidenta del Brasil.
Pero ellos saben también que no la tienen tan fácil, y que actúan todavía más con el deseo de sus nefastos intereses, que con la realidad, pues los procesos políticos progresistas latinoamericanos, aunque atraviesan dificultades serias, no están liquidados y dependerá de sus conductores y, sobre todo, de los pueblos en las calles y en los campos la recomposición de los caminos.
Por eso se congregan para estudiar cómo poner en práctica las maquinarias de la conspiración y combinar sus formas de derrocar gobiernos.
En efecto, cuando por la vía electoral han sido derrotados por fuerzas alternativas, y han fracaso los intentos de golpes violentos como en Venezuela (2002), Bolivia (2008) y Ecuador (2010), las oligarquías, usando las herramientas de la democracia burguesa y con procedimientos fraudulentos de por medio, asestan golpes parlamentarios como los perpetrados contra José Manuel Zelaya en Honduras (2009), Fernando Lugo en Paraguay (2012) y Dilma Ruosseff en Brasil (2016).
Finalmente, cuando esa segunda vía falla, entonces, a pesar del cambio de los tiempos, no dudan en pedir la tercera vía: la de la intervención militar extranjera, valga decir, gringa, sobre todo si ésta se disfraza, como lo reclamó Uribe en Miami, de “democrática”. Y todo, ante el silencio de muchos gobiernos y medios de comunicación del hemisferio, y el estupor de quienes creían que las invasiones eran cosa del pasado.
Cruzada contra la paz en Colombia
Un factor adicional, pero concatenado: Uribe trata de concitar la reacción de toda la extrema derecha americana en su propósito de dar al traste con el proceso de paz en Colombia, usando para ello la falacia y la maledicencia que le caracterizan. Por eso no es gratuito que el tema haya estado en la agenda de Miami.
Él trata de volverlo un asunto internacional, a pesar del rechazo que su posición contra la paz en Colombia origina en gobiernos, organizaciones y pueblos de todo el mundo.
En consecuencia, el respaldo masivo a los acuerdos de La Habana será la mayor derrota que los colombianos podremos infligir a la extrema derecha, que bajo una fementida “resistencia civil” lo que está haciendo en realidad es convocando a la guerra, a continuar con el desangre, a generar nuevos grupos paramilitares, como los que surgieron con las llamadas Convivir durante la Gobernación de Uribe en Antioquia.
El camino ahora es aislar a quienes, sedientos de sangre, buscan más guerra. Esa debe ser la política del momento.
Uribe, sus borregos en el Congreso, sus patrocinadores del empresariado del campo y de la ciudad y sus mensajeros en los medios de comunicación no oyen ni ven ni entienden: a todo lo referente a la paz se opondrán, sólo quieren la claudicación de la insurgencia –que no pudieron derrotar en ocho años de bombardeos y confrontación sin tregua– o la continuación de la guerra.
Prueba de ello es que la inteligente carta que Timoleón Jiménez, el comandante de las Farc-Ep, le dirigiera el sábado 14 de mayo al expresidente invitándolo al diálogo, sin prevenciones ni odios, fue ignorada. Ese es su estilo: cuando no hay argumentos, surgen los insultos o el silencio.
La reunión de las derechas extremas de Iberoamérica en Miami es una nueva campanada de alerta para las fuerzas progresistas y alternativas de todo el continente, pero especialmente para las de Colombia y Venezuela, que tienen retos por delante demasiado importantes para sus pueblos: aquí, sacar adelante el proceso de paz sin otorgar más importancia a los guerreristas enceguecidos, y allá, unirse para salvar el proceso político iniciado por el presidente Hugo Chávez, amenazado por la guerra económica empresarial y una intervención militar extranjera latente y solapada.
El momento político en Latinoamérica demuestra que las oligarquías no duermen, que aprovechan los errores de las fuerzas revolucionarias y que siempre estarán al acecho para retomar el poder donde lo han perdido o para defenderlo a dentelladas, donde aún lo ostentan.
(*) Periodista independiente, editor del periódico PARÉNTESIS.
Jamundí, Valle del Cauca, Colombia, domingo 15 de mayo de 2016.

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