El elefante bocarriba
¿ESTADO DE
EXCEPCION EN PLENA CRISIS?
Federico Ruiz
Tirado
En esta especie de última curva que cursan los
acontecimientos políticos, bastante galopantes, por cierto, además de las
arremetidas de una oposición que huyó de su propia jaula de aves de rapiña,
ciegas, salvajes y acechantes tras la presas codiciadas, como los rasantes
vuelos de Almagro o del pelón de Alcalá Cordones; son sucesos algo dicotómicos
entre sí –no puede ser de otra manera, dado que la MUD está descarriada, obtusa
y renuente al diálogo incluso entre ellos mismos- y que sobresalen, unos, por la pérdida
progresiva de sobriedad y tino, como es el caso del cacareo de la AN en la boca
del inefable Ramos Allup, recuérdese el asunto bufo de los cuadros de Bolivar y
Chávez y el vocabulario de Rómulo Betancourt que se le incorporó, o el de Julio
Borges pretendiendo imponer un sistema privado de mercantilización de las
viviendas de la Gran Misión después de sus burlas antes de ser diputado, o las
patulequeras de Capriles y María Machado llorando en CNN cuando fue desalojada
de la Sala de Partos del HULA por un grupo de enfermeras que le propinaron unos
carterazos, o las de la OEA en las sibilinas pero antidemocráticas posturas de
quienes les da pena seguirle la corriente a Almagro, ese bicho tan feo que ha
causado la vergüenza de Pepe Mujica, ese robot de Obama y los voceros del
Departamento de estado norteamericano o sus socios en Colombia o España; y otros
sucesos o medidas, que, desde luego, si no fuera por la extemporaneidad o
tardanza en que fueron adoptadas por el gobierno, en el sentido de aquella máxima de Lenin de
“Qué hacer”, efectuada no sé si atendiendo al ritmo de lo cíclico, lo epocal,
lo coyuntural, que signa diversos hitos de la historia política de Venezuela
desde los tiempos de Vicente Emparan, pasando por la intervención gringa cuando
Cipriano Castro fue bombardeado por EEUU, la Guerra Federal, la Restauración, el
Amarillismo, la Restauración, el Pacto de Punto fijo, la Cosiata, el Caracazo:
la de los pasos adelantes y otros (muy) atrás, que probablemente haya adoptado
el Presidente maduro a última hora, la del despertar, la de la comprensión de
un desespero que ninguno de ellos veía en las zigzagueantes colas del pueblo
que votó contra nosotros el 6D, mientras alguien decía que las colas gozaban de
buena salud (y que eran “sabrosas”, como es el recién decreto del Estado de
Excepción para proteger al pueblo de Venezuela, que busca con afán desplegar
una batalla de resistencia para avanzar, para no dejarnos arrebatar o ajar el
modelo chavista de la organización popular y del Estado; en esa suerte de
culminación, digo, el Estado de Excepción está siendo blanco – y ya es
seguramente una matriz internacional de la derecha cuando se le tilda de
autogolpe- es una decisión que muchos percibimos necesaria justo cuando
intentamos asirnos al mito para no toparmos con más caídas y sustos
literalmente hablando, de esa verdad tan compleja, dolorosa, crucigramática,
casi zodiacal, como la del 6D, que nos agarró fuera de la almohadilla, entre
primera y segunda, ese corri corri fatigoso que apunta a la aceptación de la
conciencia en medio de lo turbio, el desconcierto y lo insospechado, la zozobra
callejera y también la que muestra la dirigencia del país a la hora de implementar
medidas que a veces pasan desapercibidas, como es el caso de los medicamentos, de
la apertura en Maracay y Mérida de una planta de Teragrip, publicitado por
nuestro Presidente, como un medicamento salva vida que es a todas luces nocivo
–y además compuesto con cafeína y otros activos y no una referencia saludable
para encarar los estados gripales por su amplia toxicidad o para dar un paso
certero hacia la solución masiva de la garantía o acceso a los medicamentos
esenciales, (antihipertensivos, para la diabetes, para el Mal de Parkinson y
otros) cuyas patentes pueden ser salvadas con otros países. De otro lado, o del mismo, están los anuncios
de Pérez Abad, sobre las toneladas de medicinas que nunca llegan, que vendrán y
se irán como las golondrinas de Becker, en contraste con la descarada ascendencia
que cobra la donación de gente de Primero Justicia (nada más y nada menos que
por el antisocial de Wilmer Azuaje, de medicamentos esenciales en hospitales
emblemáticos del país, Sabaneta, por ejemplo, Barrancas, por ejemplo, es decir,
Barinas, la tierra arquetipal del chavismo donde apenas obtuvimos un diputado y
el chavismo quedó con la corbata torcida. Es evidente que alguien metió una
chiva en la partida de dominó. Sería bueno saber quién nos ahorcó la cochina.
Veremos. La maldad sale. ¿Cómo es que Primero Justicia tiene medicamentos que
el Ministerio de Salud no posee y cuando el 0800 es un naipe, una linterna sin
batería, una inutilidad rampante? 1.600 Bs en medicinas repartió ese forajido
diputado en pleno desarrollo del reimpulso de 100% cobertura de Barrio Adentro.
¿Extraño?, no buen hombre. Para dotarlos están los laboratorios trasnacionales.
Seguro.
Sí, no podemos negarlo: hay desespero y con él la
desmoralización se viene como un alud sobre las calles y la cordura de la gente
de a pie, de una clase que se parece a la clase media pero que no es. El
abatimiento, la resignación, puede no constituir enfermedades, pero sí síntomas
de que las cosas trastabillean y que casi no hay tiempo `para desensillar el
caballo ni esperar que amanezca. La cosa a veces está, por más que la noche nos
arrime el mingo, como una pelea a machete en un cuarto oscuro. Quizás hubo un
tiempo, tras la partida de Hugo Chávez, en que no habría convenido aquella
máxima de Confucio: caminar sobre una pista de hielo sin mojarse la cosa:
cautela, menos alharaca, menos ostentación de lo que poco a poco dejamos de ser
y hacer antes del 6D, cuando nos abatieron y empezamos a andar por la vida y
envalentonados con nosotros. El propio Presidente Nicolás lo reconoció cuando
se refirió a los tantos errores que debíamos rectificar. ¿Lo estaremos
haciendo? A veces me pregunto qué sería lo que ocurrió toda vez que, en medio
del duelo por la partida de Hugo, tuvimos que enfiestarnos para ganarle a
Capriles. ¿No confiamos en el modelo, en el proceso, en el proyecto, tan
prolijo en construcciones de la mano del Poder Popular? La cultura de clase
media, de la burocracia se nos plantó ante los ojos y nos nubló, nos empaño la
realidad: nos hizo creer que las cosas eran como parecían y no como
verdaderamente eran. Bailar, ser triunfalistas hasta al final, dos días antes,
frente a ese plan macabro de la derecha de abolirnos bajo la falsa creencia de
que con la muerte de Hugo también moría el chavismo. Es por eso que hoy estamos
levantándonos, algo tarde, cargando el fardo de las matrices difíciles de
revertir: la del Estado fallido, la de la corrupción, la prepotencia, la
perpetuidad de los líderes de siempre, los mismos discursos, los titubeos, la
improvisación, la debilidad del lenguaje, la falsa creencia de que el pueblo es
mimético, el bachaqueo, los privilegios frente a ese fenómeno diabólico, el
protagonismo de sectores de la Guardia Nacional en el bachaqueo frente a las
puertas de los centros de distribución, las medidas que no se cumplen, las
esperanzas fallidas.
Decía Camis en la Francia de 1950, refiriéndose a él
mismo: “hay en mi un un desorden atroz” Esta reflexión no es difícil imaginársela
en una persona abatida, confusa, dubitativa de su pensar, porque es así y
porque lo recuerdo? Todas las decisiones, propuestas, tanto de la MUD y algunas
de nuestra dirigencia, no dan en el blanco para mitigar la ansiedad. A mi modo
de ver, hay una fragmentación en el enfoque, algo empañado: “Aquí en este país
no hay hipertensos, ni diabéticos, adictos y enfermos de cáncer”. A veces no
hay chingo ni tampoco sin nariz que nos espere, cosa que sería una alternativa
ante las puertas de los Centros de Salud, los CDI, las clínicas (sanguinarias)
privadas. Desde cuándo y cómo permitimos que esto ocurriera.
Entonces me pregunto, cuál es fin de Estado de Excepción:
¿un torniquete a quien, al colegio de médicos, a corrutos de las camionetas blindadas
que merodean en los Mercales y llevan alforjas de billetes y por ello no
existen los llamados punto de cuenta y hay que pagar sólo en efectivo. Estamos
llenos de sindicalistas de mal agüero por todos lados, por gestores en los
Ministerios reivindicando el HCM? Porque no se declaró el estado de excepción
cuando, como hoy con Uribe, Obama nos declara país amenaza? Si el Estado de
Excepción es una medida soberana, porque no nos adentramos a la oscuridad de
las cavernas donde se refugian sirios y troyanos y les damos en la madre?
Presidente, pienso que el Estado de Excepción debe meter el dedo en la llaga.
Ya basta de que los poderosos se burlen del gobierno y del pueblo. El pueblo
está siendo sometido desde hace varios años a un estado de excepción impuesto
por la derecha, por las trasnacionales, por Obama, por Colombia, por esa élite
perversa que medra de la Corona Española y, sobre todo, por ese esperpento que
usted llama Pelucón, Alias Lorenzo Mendoza. El pueblo está arrecho, cansado, en
la frontera de la desilusión, rondando ese filo de la navaja y cuando esto
ocurre, cuando se vive en estado de imprecisión, el hombre se ve acosado,
tristemente situado frente un dilema que puede ser dramático: entre el suicidio
y la calumnia.
A mi modo de ver, todo lo que hagamos, debe contar con
el entusiasmo esperanzador de las mayorías. Hay que recobrar la fe.
Después, si no lo hacemos, será demasiado tarde.
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