jueves, 19 de mayo de 2016

El elefante bocarriba
¿ESTADO DE EXCEPCION EN PLENA CRISIS?

Federico Ruiz Tirado

En esta especie de última curva que cursan los acontecimientos políticos, bastante galopantes, por cierto, además de las arremetidas de una oposición que huyó de su propia jaula de aves de rapiña, ciegas, salvajes y acechantes tras la presas codiciadas, como los rasantes vuelos de Almagro o del pelón de Alcalá Cordones; son sucesos algo dicotómicos entre sí –no puede ser de otra manera, dado que la MUD está descarriada, obtusa y renuente al diálogo incluso entre ellos mismos-  y que sobresalen, unos, por la pérdida progresiva de sobriedad y tino, como es el caso del cacareo de la AN en la boca del inefable Ramos Allup, recuérdese el asunto bufo de los cuadros de Bolivar y Chávez y el vocabulario de Rómulo Betancourt que se le incorporó, o el de Julio Borges pretendiendo imponer un sistema privado de mercantilización de las viviendas de la Gran Misión después de sus burlas antes de ser diputado, o las patulequeras de Capriles y María Machado llorando en CNN cuando fue desalojada de la Sala de Partos del HULA por un grupo de enfermeras que le propinaron unos carterazos, o las de la OEA en las sibilinas pero antidemocráticas posturas de quienes les da pena seguirle la corriente a Almagro, ese bicho tan feo que ha causado la vergüenza de Pepe Mujica, ese robot de Obama y los voceros del Departamento de estado norteamericano o sus socios en Colombia o España; y otros sucesos o medidas, que, desde luego, si no fuera por la extemporaneidad o tardanza en que fueron adoptadas por el gobierno,  en el sentido de aquella máxima de Lenin de “Qué hacer”, efectuada no sé si atendiendo al ritmo de lo cíclico, lo epocal, lo coyuntural, que signa diversos hitos de la historia política de Venezuela desde los tiempos de Vicente Emparan, pasando por la intervención gringa cuando Cipriano Castro fue bombardeado por EEUU, la Guerra Federal, la Restauración, el Amarillismo, la Restauración, el Pacto de Punto fijo, la Cosiata, el Caracazo: la de los pasos adelantes y otros (muy) atrás, que probablemente haya adoptado el Presidente maduro a última hora, la del despertar, la de la comprensión de un desespero que ninguno de ellos veía en las zigzagueantes colas del pueblo que votó contra nosotros el 6D, mientras alguien decía que las colas gozaban de buena salud (y que eran “sabrosas”, como es el recién decreto del Estado de Excepción para proteger al pueblo de Venezuela, que busca con afán desplegar una batalla de resistencia para avanzar, para no dejarnos arrebatar o ajar el modelo chavista de la organización popular y del Estado; en esa suerte de culminación, digo, el Estado de Excepción está siendo blanco – y ya es seguramente una matriz internacional de la derecha cuando se le tilda de autogolpe- es una decisión que muchos percibimos necesaria justo cuando intentamos asirnos al mito para no toparmos con más caídas y sustos literalmente hablando, de esa verdad tan compleja, dolorosa, crucigramática, casi zodiacal, como la del 6D, que nos agarró fuera de la almohadilla, entre primera y segunda, ese corri corri fatigoso que apunta a la aceptación de la conciencia en medio de lo turbio, el desconcierto y lo insospechado, la zozobra callejera y también la que muestra la dirigencia del país a la hora de implementar medidas que a veces pasan desapercibidas, como es el caso de los medicamentos, de la apertura en Maracay y Mérida de una planta de Teragrip, publicitado por nuestro Presidente, como un medicamento salva vida que es a todas luces nocivo –y además compuesto con cafeína y otros activos y no una referencia saludable para encarar los estados gripales por su amplia toxicidad o para dar un paso certero hacia la solución masiva de la garantía o acceso a los medicamentos esenciales, (antihipertensivos, para la diabetes, para el Mal de Parkinson y otros) cuyas patentes pueden ser salvadas con otros países.  De otro lado, o del mismo, están los anuncios de Pérez Abad, sobre las toneladas de medicinas que nunca llegan, que vendrán y se irán como las golondrinas de Becker, en contraste con la descarada ascendencia que cobra la donación de gente de Primero Justicia (nada más y nada menos que por el antisocial de Wilmer Azuaje, de medicamentos esenciales en hospitales emblemáticos del país, Sabaneta, por ejemplo, Barrancas, por ejemplo, es decir, Barinas, la tierra arquetipal del chavismo donde apenas obtuvimos un diputado y el chavismo quedó con la corbata torcida. Es evidente que alguien metió una chiva en la partida de dominó. Sería bueno saber quién nos ahorcó la cochina. Veremos. La maldad sale. ¿Cómo es que Primero Justicia tiene medicamentos que el Ministerio de Salud no posee y cuando el 0800 es un naipe, una linterna sin batería, una inutilidad rampante? 1.600 Bs en medicinas repartió ese forajido diputado en pleno desarrollo del reimpulso de 100% cobertura de Barrio Adentro. ¿Extraño?, no buen hombre. Para dotarlos están los laboratorios trasnacionales. Seguro.
Sí, no podemos negarlo: hay desespero y con él la desmoralización se viene como un alud sobre las calles y la cordura de la gente de a pie, de una clase que se parece a la clase media pero que no es. El abatimiento, la resignación, puede no constituir enfermedades, pero sí síntomas de que las cosas trastabillean y que casi no hay tiempo `para desensillar el caballo ni esperar que amanezca. La cosa a veces está, por más que la noche nos arrime el mingo, como una pelea a machete en un cuarto oscuro. Quizás hubo un tiempo, tras la partida de Hugo Chávez, en que no habría convenido aquella máxima de Confucio: caminar sobre una pista de hielo sin mojarse la cosa: cautela, menos alharaca, menos ostentación de lo que poco a poco dejamos de ser y hacer antes del 6D, cuando nos abatieron y empezamos a andar por la vida y envalentonados con nosotros. El propio Presidente Nicolás lo reconoció cuando se refirió a los tantos errores que debíamos rectificar. ¿Lo estaremos haciendo? A veces me pregunto qué sería lo que ocurrió toda vez que, en medio del duelo por la partida de Hugo, tuvimos que enfiestarnos para ganarle a Capriles. ¿No confiamos en el modelo, en el proceso, en el proyecto, tan prolijo en construcciones de la mano del Poder Popular? La cultura de clase media, de la burocracia se nos plantó ante los ojos y nos nubló, nos empaño la realidad: nos hizo creer que las cosas eran como parecían y no como verdaderamente eran. Bailar, ser triunfalistas hasta al final, dos días antes, frente a ese plan macabro de la derecha de abolirnos bajo la falsa creencia de que con la muerte de Hugo también moría el chavismo. Es por eso que hoy estamos levantándonos, algo tarde, cargando el fardo de las matrices difíciles de revertir: la del Estado fallido, la de la corrupción, la prepotencia, la perpetuidad de los líderes de siempre, los mismos discursos, los titubeos, la improvisación, la debilidad del lenguaje, la falsa creencia de que el pueblo es mimético, el bachaqueo, los privilegios frente a ese fenómeno diabólico, el protagonismo de sectores de la Guardia Nacional en el bachaqueo frente a las puertas de los centros de distribución, las medidas que no se cumplen, las esperanzas fallidas.
Decía Camis en la Francia de 1950, refiriéndose a él mismo: “hay en mi un un desorden atroz” Esta reflexión no es difícil imaginársela en una persona abatida, confusa, dubitativa de su pensar, porque es así y porque lo recuerdo? Todas las decisiones, propuestas, tanto de la MUD y algunas de nuestra dirigencia, no dan en el blanco para mitigar la ansiedad. A mi modo de ver, hay una fragmentación en el enfoque, algo empañado: “Aquí en este país no hay hipertensos, ni diabéticos, adictos y enfermos de cáncer”. A veces no hay chingo ni tampoco sin nariz que nos espere, cosa que sería una alternativa ante las puertas de los Centros de Salud, los CDI, las clínicas (sanguinarias) privadas. Desde cuándo y cómo permitimos que esto ocurriera.
Entonces me pregunto, cuál es fin de Estado de Excepción: ¿un torniquete a quien, al colegio de médicos, a corrutos de las camionetas blindadas que merodean en los Mercales y llevan alforjas de billetes y por ello no existen los llamados punto de cuenta y hay que pagar sólo en efectivo. Estamos llenos de sindicalistas de mal agüero por todos lados, por gestores en los Ministerios reivindicando el HCM? Porque no se declaró el estado de excepción cuando, como hoy con Uribe, Obama nos declara país amenaza? Si el Estado de Excepción es una medida soberana, porque no nos adentramos a la oscuridad de las cavernas donde se refugian sirios y troyanos y les damos en la madre? Presidente, pienso que el Estado de Excepción debe meter el dedo en la llaga. Ya basta de que los poderosos se burlen del gobierno y del pueblo. El pueblo está siendo sometido desde hace varios años a un estado de excepción impuesto por la derecha, por las trasnacionales, por Obama, por Colombia, por esa élite perversa que medra de la Corona Española y, sobre todo, por ese esperpento que usted llama Pelucón, Alias Lorenzo Mendoza. El pueblo está arrecho, cansado, en la frontera de la desilusión, rondando ese filo de la navaja y cuando esto ocurre, cuando se vive en estado de imprecisión, el hombre se ve acosado, tristemente situado frente un dilema que puede ser dramático: entre el suicidio y la calumnia.

A mi modo de ver, todo lo que hagamos, debe contar con el entusiasmo esperanzador de las mayorías. Hay que recobrar la fe.
Después, si no lo hacemos, será demasiado tarde.


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