miércoles, 25 de mayo de 2016

Foto: Archivo
En una de las columnas anteriores: “La Paz de la Patria Bolivariana será defendida por el pueblo”, alerté sobre el significado del documento Freedom 2 Venezuela, escrito por el Jefe del Comando Sur de los Estados Unidos, Almirante KurtTidd.
El mencionado escrito es, tal vez, uno de los elementos más relevantes en la escalada injerencista que el Estado imperial despliega sobre nuestro país y, aunque por momentos pueda parecer una desproporción, nos lleva a prever la intervención armada entre las opciones que manejan para reconquistar la hegemonía que, por décadas, ejercieron sobre Venezuela.
Tomar en serio la amenaza que sobre Venezuela se cierne, lo sugiere la revisión del comportamiento asumido por los imperialistas en días previos a intervenciones en distintas partes del mundo en época reciente. Prepararnos para la defensa de la nación es una posición compartida por la dirección del Estado, del Partido, de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, colectivos revolucionarios, y por grandes mayorías nacionales; de ahí, la exitosa maniobra conjunta de los componentes militares, Milicia Bolivariana y comunas, desarrollada el pasado viernes y sábado.
Ahora bien, para una mejor comprensión del peligro real que comportan las distintas acciones, declaraciones y amenazas proferidas por voceros e instituciones estadounidenses contra el Gobierno Bolivariano, debemos establecer su nexo con un pensamiento hegemónico, cuyos orígenes el profesor Luis Antonio Bigott ubica en el célebre discurso del ministro puritano John Cotton, en el ya lejano 1630, cuando iniciaron la conquista del territorio que conformaría los EE.UU., que luego se expresa en 1823 con el surgimiento de la Doctrina Monroe y en 1939 con la tesis del Destino Manifiesto. Idea de dominio consolidada en el tiempo como elemento fundamental de las políticas de ese país y donde  América Latina es incorporada como espacio de expansión natural o “patio trasero”.
De tal forma, una historia de intervenciones signa la política exterior de los Estados Unidos. Al respecto existe suficiente literatura, pero me permito recomendar el ensayo breve “50 años de guerras imperiales: resultados y perspectivas”, publicado el 22/01/2016 en el portal web La Haine,  por James Petras, que refiere a esa actitud en esta etapa de su desarrollo como imperio.
Aunque se han operado cambios en las modalidades de intervención militar durante las últimas décadas, aún existe una especie de catálogo aplicado por los imperialistas para justificar sus tropelías armadas. Por lo general, han procurado crear condiciones para declarar como Estados fallidos a aquellas naciones objetos de sus agresiones, fenómeno estudiado por otro intelectual norteamericano: Noam Chomsky. Igualmente, generar matrices con pretextos baladíes como la posesión de un arsenal bacteriológico en Irak o la violación de los Derechos Humanos en Siria. Asimismo, la sustitución de soldados nacionales por mercenarios o el empleo de científicos sociales y el manejo de aparatos culturales en el desarrollo de las guerras son elementos novedosos en las campañas de pillaje y saqueo emprendidas por el gobierno de los Estados Unidos en épocas recientes.
Estamos, entonces, en un ambiente de escalamiento de la guerra en muchos confines del universo, mecanismo al que recurre el Estado imperial, a fin de intentar superar la profunda crisis sistémica por la que atraviesa y, para ese objetivo, recolonizar espacios con grandes reservorios de materiales estratégicos es una cuestión prioritaria. Precisamente, ahí radica la peligrosidad de la amenaza de la cual somos víctimas, en tanto la Patria de Bolívar y Chávez posee las mayores reservas certificadas  de petróleo; además, grandes cantidades de otros minerales codiciados en el mundo de hoy, como el coltán, sin contar las reservas hídricas y de biodiversidad.
Hemos advertido el peligro y estamos desplegados para superarlo. Ratificamos nuestra convicción de pueblo pacífico, pero que no se equivoquen: defenderemos la Patria contra todo evento.

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