Néstor Francia/Análisis de Entorno: Revocatorio; No habrá paz ni cuartel (29-04-2016)
El pasado martes comenzamos a comentar la entrevista que le hiciera el medio digital Resumen Latinoamericano al jurista cubano Narciso Cobo. Miércoles y jueves volvimos al pulso de la lucha cotidiana en Venezuela, a raíz del inicio de la recolección de firmas del referendo revocatorio presidencial y de otros hechos concomitantes. Hoy regresamos a las palabras de Cobo sobre la realidad actual de la Revolución Cubana y a su análisis, siempre estableciendo una mirada comparativa con la realidad venezolana.
Cobo se pregunta: “¿Qué hace que nuestro sistema no tenga la credibilidad que quisiéramos que tuviera? Creo que atribuir este fenómeno solo a los problemas económicos que confrontamos sería una simplificación”. Bien, eso es cierto. Nadie puede negar la importancia que tienen los problemas económicos también en la Venezuela de hoy. Sin embargo, el tema de la credibilidad se conecta de manera directa con la Verdad (así, con mayúscula inicial) y la relación que con ella establecen la dirigencia revolucionaria y el pueblo. Uno de los problemas que se presentan en ese sentido es el de la proporción entre propaganda, información y formación crítica. En nuestra opinión, todas las revoluciones que conocemos, aunque sea por referencias librescas o hemerográficas, han abusado del uso de la propaganda en desmedro de la información veraz y la formación crítica de los ciudadanos. Eso quizá funcione mientras las noticias de la Revolución son mayormente buenas, y brillan la esperanza y la felicidad. Cuando llegan malos tiempos, otro gallo comienza a cantar.
Se dirá que, a pesar de los pesares, tampoco los tiempos actuales, tanto de la Revolución cubana como de la venezolana, son tan malos. Esto tiene que ver con otra cosa que apunta Cobo: “Aunque nadie duda de los logros en los campos de la salud y la educación, por tomar quizás los más reconocidos internacionalmente, sucede que damos por sentado sus bondades y solemos pasar por alto las disfuncionalidades que presentan en el día a día, para dar respuesta a expectativas que no han dejado de evolucionar y de ser cada vez más exigentes y que buscan criterios de comparación que dejan atrás nuestra realidad”.
Sí, tenemos logros. La Revolución le ha generado al pueblo mayor calidad de vida, pero esto se vincula con el tema anterior, el de la Verdad, y con el del estilo de Gobierno. Al no haber avanzado lo suficiente en el empoderamiento del pueblo, han germinado un burocratismo rampante y un verticalismo pernicioso que tienen un resultado perjudicial: el pueblo agradece al Gobierno lo que le ha dado, pero también le echa todas las culpas de lo que empieza a perder: su confort, su comodidad, su estabilidad. Y además, hemos seguido empeñados en una propaganda que tiene mucho de engañosa, en el sentido de que no hemos presentado a tiempo la difícil situación que se nos venía encima ante la caída de los precios del petróleo y el sabotaje enemigo. Nos hemos empeñado en vanagloriarnos de todo lo bueno y echarle las culpas a otros de todo lo malo. Entretanto, el pueblo ha comenzado a culparnos a nosotros. Hemos actuado a veces como el avestruz, escondiendo la cabeza en tierra ante el peligro o como el niño que se tapa los ojos creyendo que así desaparece. En julio de 2014 –está escrito y publicado, menos mal- dijimos que era necesario decretar una emergencia económica en Venezuela. No hacía falta ser economistas para saberlo. Pasaron casi dos años para que se tomara anacrónicamente esta medida. Es solo un ejemplo del error cometido una y otras vez de querer escapar de la Verdad y, de algún modo, ocultársela al pueblo. Mantenemos en mucho un discurso que no se ha adaptado a las nuevas realidades. Nosotros apoyamos el discurso épico, moralizante de las imprescindibles fuerzas chavistas militantes. Pero hemos planteado la necesidad de hablar sin pelos en la lengua de los sacrificios que hay y los que está por venir. No estamos pontificando, sabemos lo complejo que es todo lo que ocurre y que nadie tiene todos los remedios en sus alforjas. Pero creemos que hace falta más reflexión, aun más humildad de la que hoy mostramos, más debate crudo, descarnado. No dudemos de que estamos en problemas, tenemos que mover el esqueleto.
La entrevista de Cobo da para mucho más, pero se nos acaba por hoy el tiempo y el espacio. Seguiremos escudriñando estos conceptos tan pronto como podamos.
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