EL APORTE ZAPATISTA A LOS
TRABAJADORES
Rafael Pompilio Santeliz
El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) inició un proceso de reinterpretación de la realidad social contemporánea que toca no sólo a México sino a Latinoamérica. Proceso que conlleva la reinvención de la izquierda en parámetros menos manualescos.
El 1 de mayo de 1994 denunció “la triple alianza entre el mal gobierno, los líderes corruptos y los poderosos señores del dinero”. Esto podría entenderse como una lucha contra el monopolio estatal y la burguesía financiera, más que contra la clásica burguesía industrial. Los ataques del EZLN se centran en el neoliberalismo, asimilado a “una Cuarta guerra mundial” en contra de la humanidad entera. La visión de una conflictividad ligada al hecho de que los trabajadores sean desposeídos del fruto de su trabajo mantiene su vigencia.
Los explotados de los que hablan los zapatistas no son únicamente los obreros que trabajan en las fábricas y en zonas urbanas sino todos aquellos que dependen de su fuerza de trabajo para vivir o sobrevivir, sin importar si tienen o no la ocasión de utilizarla. Su invocación no sólo es a los excluidos, también a las estructuras organizativas gremiales, de clase, o lo que se ha entendido como tales hasta hace poco tiempo.
La explotación, que es la base de la insubordinación contra el neoliberalismo, está planteada en un nivel de generalidad que permite comprender en la categoría de explotados lo mismo al negro en Sudáfrica, como al homosexual en San Francisco, al asiático en Europa, al chicano en California, al anarquista en España, al palestino en Israel, al judío en Alemania. Los explotados, en este nivel de generalidad, abarcarían tanto al trabajo, es decir, de tipo productivo, a su familia y a todos los que, siendo prescindibles o imprescindibles para garantizar la reproducción global, no son considerados productivos. Aquí el ejército industrial de reserva marxista adquiere aquí una redimensión.
Plantean una estratificación social, no ya por clases sociales sino por categorías de ciudadanos, a saber: “Los de primera (la clase gobernante), los de segunda (los partidos políticos de oposición) y los de tercera (el resto de los ciudadanos). Los indígenas estarían en la muy inferior categoría de ciudadanos en formación. Las primeras categorías de ciudadanos, las ocupan miembros relevantes del sistema político a quienes se les está “acusando” de ser partícipes de los beneficios de la ciudadanía.
La noción de ciudadanía que se puede extraer está vinculada al acceso a los mecanismos políticos, a través de los cuales se accedería al bienestar económico. Esta identificación resulta sintomática de un modelo “tutelar”, privilegios de relaciones corporativas entre el Estado y los grupos, determinándose mediante éstas las negociaciones, las concesiones y la distribución de beneficios.
Entre los ciudadanos de primera y de segunda que son el grueso del sistema político, se incluye a los sindicalistas y a los líderes e intermediarios oficialistas Los de tercera serían, principalmente, los pobladores del México de en medio y del México de abajo quienes sin tener un acceso directo a las negociaciones políticas, se mantienen en la vida política a través de luchas, reclamaciones, organizaciones sociales, marchas, huelgas, etc. La caracterización del México indígena es la del ciudadano en formación, sin acceso a lo económico ni a mecanismos establecidos para luchar por ello.
Estas graves condiciones de pobreza, para el EZLN, tienen una causa común: “la falta de libertad y democracia”. Esto podría entenderse como el derecho a luchar por los derechos esenciales, como la estructuración de la acción colectiva, pero de un modo nuevo, no cooptada por el sistema político.
El subcomandante Marcos denuncia la fragmentación de los oprimidos y llama a la unidad en la lucha. Por la diversificación de los procesos productivos se alude en algunas ocasiones a los excluidos y en otra a los explotados, se toma en cuenta la multiplicación de instrumentos y espacios de mediación social que provoca un desdibujamiento de las relaciones de explotación.
Enrique Dussel plantea el significado y la potencialidad revolucionaria de la irrupción de los excluidos. Define como momento ético el tránsito del rechazo por parte de los pobres de un estatus de “cosa funcional” (dispensable) a considerarse “ser persona” como una transformación de la incomunicabilidad de los excluidos a condiciones concretas de participación como sujetos: Dussel (1992, pp. 81-83) sitúa la cuestión democrática en este ámbito de transformaciones político-culturales, a la vez que la teoriza como una argumentación liberadora. “Sólo la irrupción del Otro puede permitir proyectar (y realizar) una comunidad futura más justa, sobre otras bases, como una nueva alternativa: una “comunidad de comunicación histórico- posible” (una “utopía concreta” que no es ni la “real” ni la “ideal”); un “proyecto de liberación”, -algo más que una emancipación... Sólo por la afirmación de la exterioridad del Otro puede irrumpir en la Totalidad... la posibilidad de negar la negación; es decir, el “acuerdo” acordado en el pasado puede ser puesto en cuestión por la necesidad de un “nuevo” argumentar. El “fundamento de la argumentación del Otro irrumpe como novedad, relanza el proceso vital argumentativo de la racionalidad. Desde el “no-ser” se crea la posibilidad... de nueva objetualidad, nuevos paradigmas científicos y político-económicos, nuevos argumentos y contenidos argumentativos.
Plantean además, las profundas modificaciones tecnológicas y organizativas que el capitalismo introduce. Desde esta perspectiva, la aplicación de la electroinformática en el proceso de reproducción material de la sociedad como núcleo tecnológico básico, forma parte de las condiciones objetivas que han permitido la confluencia de grupos sociales sumamente diversos, cuyo rasgo común parece ser su carácter ciudadano. Podría ser que el movimiento zapatista sea la expresión moderna de interpretación de la lucha de clases
Ana Esther Ceceña, realiza algunas hipótesis que parten de las nuevas condiciones entre el capital y el trabajo. Afirma que, en la medida en que avanza la concentración del capital y el dominio sobre espacios no capitalistas, lo hace también la desposesión o exclusión de amplias capas sociales de las decisiones del poder que, por ello, se ven compelidos a reclamar por diferentes vías sus derechos ciudadanos. Aquello que ha sido conceptuado por muchos como los nuevos sujetos sociales, en realidad es expresión de la nueva versatilidad del sujeto que comparte con el anterior, mucho más preciso y tangible, el desposeimiento de capacidad decisoria social y la necesidad de convertirse en real sujeto de la historia para lograr su emancipación.
En los últimos años observamos un desplazamiento de las bases de organización social desde la esfera de la producción hacia la reproducción y, por tanto, reivindicaciones de ciudadanía, de pertenencia a la nación y de igualdad de derechos más que propiamente de clase.
La sociedad civil posee varias acepciones en el zapatismo; la entienden como “la sociedad en lucha” para afirmar cualquier control sobre su vida y su futuro, sin aspirar a ganar el poder gubernamental. La sociedad civil, esta gente sin partido, que no aspira a estar en un partido político en la medida en que no aspira a ser gobierno, a lo que aspira es a que el gobierno cumpla su palabra, que cumpla su trabajo.
El proceso de cambio donde se involucra cualitativamente a la sociedad civil tendría que ver con la voluntad, la organización y la conciencia de sus posibilidades:
Pero la ciudadanía es sólo una parte del asunto, existen demandas más profundas que tienen que ver con el sujeto individual y colectivo, en donde los zapatistas operan una crítica del todo político. En el fondo lo que han dado a llamar “sociedad civil” es esencialmente un espacio emancipado de poder, que permita afirmar a los sujetos individuales y colectivos.
En lo referente a lo diverso, (o a sus comportamientos, ya que la tendencia neoliberal también utiliza el término con otros contenidos) que implica la referencia de sociedad civil, el Subcomandante Marcos sostiene: “Nosotros decimos: No le tememos a que haya tendencias fascistas en la sociedad civil. Si hay una propuesta equilibrada de acceso a los medios, de contacto con la gente, nosotros apostamos a que las propuestas más humanas, más racionales, más justas, más libres y más democráticas son las que van a triunfar sobre las otras. No se trata de aniquilarlas sino de que entren en ese espacio y ahí se decida. Que no decida la fuerza sino que decida la razón”. La profundización de la democracia y la razón como arma para construir son enarboladas constantemente por el zapatismo, en lo que han dado a llamar una Nueva Cultura Política.
El 1 de mayo de 1994 denunció “la triple alianza entre el mal gobierno, los líderes corruptos y los poderosos señores del dinero”. Esto podría entenderse como una lucha contra el monopolio estatal y la burguesía financiera, más que contra la clásica burguesía industrial. Los ataques del EZLN se centran en el neoliberalismo, asimilado a “una Cuarta guerra mundial” en contra de la humanidad entera. La visión de una conflictividad ligada al hecho de que los trabajadores sean desposeídos del fruto de su trabajo mantiene su vigencia.
Los explotados de los que hablan los zapatistas no son únicamente los obreros que trabajan en las fábricas y en zonas urbanas sino todos aquellos que dependen de su fuerza de trabajo para vivir o sobrevivir, sin importar si tienen o no la ocasión de utilizarla. Su invocación no sólo es a los excluidos, también a las estructuras organizativas gremiales, de clase, o lo que se ha entendido como tales hasta hace poco tiempo.
La explotación, que es la base de la insubordinación contra el neoliberalismo, está planteada en un nivel de generalidad que permite comprender en la categoría de explotados lo mismo al negro en Sudáfrica, como al homosexual en San Francisco, al asiático en Europa, al chicano en California, al anarquista en España, al palestino en Israel, al judío en Alemania. Los explotados, en este nivel de generalidad, abarcarían tanto al trabajo, es decir, de tipo productivo, a su familia y a todos los que, siendo prescindibles o imprescindibles para garantizar la reproducción global, no son considerados productivos. Aquí el ejército industrial de reserva marxista adquiere aquí una redimensión.
Plantean una estratificación social, no ya por clases sociales sino por categorías de ciudadanos, a saber: “Los de primera (la clase gobernante), los de segunda (los partidos políticos de oposición) y los de tercera (el resto de los ciudadanos). Los indígenas estarían en la muy inferior categoría de ciudadanos en formación. Las primeras categorías de ciudadanos, las ocupan miembros relevantes del sistema político a quienes se les está “acusando” de ser partícipes de los beneficios de la ciudadanía.
La noción de ciudadanía que se puede extraer está vinculada al acceso a los mecanismos políticos, a través de los cuales se accedería al bienestar económico. Esta identificación resulta sintomática de un modelo “tutelar”, privilegios de relaciones corporativas entre el Estado y los grupos, determinándose mediante éstas las negociaciones, las concesiones y la distribución de beneficios.
Entre los ciudadanos de primera y de segunda que son el grueso del sistema político, se incluye a los sindicalistas y a los líderes e intermediarios oficialistas Los de tercera serían, principalmente, los pobladores del México de en medio y del México de abajo quienes sin tener un acceso directo a las negociaciones políticas, se mantienen en la vida política a través de luchas, reclamaciones, organizaciones sociales, marchas, huelgas, etc. La caracterización del México indígena es la del ciudadano en formación, sin acceso a lo económico ni a mecanismos establecidos para luchar por ello.
Estas graves condiciones de pobreza, para el EZLN, tienen una causa común: “la falta de libertad y democracia”. Esto podría entenderse como el derecho a luchar por los derechos esenciales, como la estructuración de la acción colectiva, pero de un modo nuevo, no cooptada por el sistema político.
El subcomandante Marcos denuncia la fragmentación de los oprimidos y llama a la unidad en la lucha. Por la diversificación de los procesos productivos se alude en algunas ocasiones a los excluidos y en otra a los explotados, se toma en cuenta la multiplicación de instrumentos y espacios de mediación social que provoca un desdibujamiento de las relaciones de explotación.
Enrique Dussel plantea el significado y la potencialidad revolucionaria de la irrupción de los excluidos. Define como momento ético el tránsito del rechazo por parte de los pobres de un estatus de “cosa funcional” (dispensable) a considerarse “ser persona” como una transformación de la incomunicabilidad de los excluidos a condiciones concretas de participación como sujetos: Dussel (1992, pp. 81-83) sitúa la cuestión democrática en este ámbito de transformaciones político-culturales, a la vez que la teoriza como una argumentación liberadora. “Sólo la irrupción del Otro puede permitir proyectar (y realizar) una comunidad futura más justa, sobre otras bases, como una nueva alternativa: una “comunidad de comunicación histórico- posible” (una “utopía concreta” que no es ni la “real” ni la “ideal”); un “proyecto de liberación”, -algo más que una emancipación... Sólo por la afirmación de la exterioridad del Otro puede irrumpir en la Totalidad... la posibilidad de negar la negación; es decir, el “acuerdo” acordado en el pasado puede ser puesto en cuestión por la necesidad de un “nuevo” argumentar. El “fundamento de la argumentación del Otro irrumpe como novedad, relanza el proceso vital argumentativo de la racionalidad. Desde el “no-ser” se crea la posibilidad... de nueva objetualidad, nuevos paradigmas científicos y político-económicos, nuevos argumentos y contenidos argumentativos.
Plantean además, las profundas modificaciones tecnológicas y organizativas que el capitalismo introduce. Desde esta perspectiva, la aplicación de la electroinformática en el proceso de reproducción material de la sociedad como núcleo tecnológico básico, forma parte de las condiciones objetivas que han permitido la confluencia de grupos sociales sumamente diversos, cuyo rasgo común parece ser su carácter ciudadano. Podría ser que el movimiento zapatista sea la expresión moderna de interpretación de la lucha de clases
Ana Esther Ceceña, realiza algunas hipótesis que parten de las nuevas condiciones entre el capital y el trabajo. Afirma que, en la medida en que avanza la concentración del capital y el dominio sobre espacios no capitalistas, lo hace también la desposesión o exclusión de amplias capas sociales de las decisiones del poder que, por ello, se ven compelidos a reclamar por diferentes vías sus derechos ciudadanos. Aquello que ha sido conceptuado por muchos como los nuevos sujetos sociales, en realidad es expresión de la nueva versatilidad del sujeto que comparte con el anterior, mucho más preciso y tangible, el desposeimiento de capacidad decisoria social y la necesidad de convertirse en real sujeto de la historia para lograr su emancipación.
En los últimos años observamos un desplazamiento de las bases de organización social desde la esfera de la producción hacia la reproducción y, por tanto, reivindicaciones de ciudadanía, de pertenencia a la nación y de igualdad de derechos más que propiamente de clase.
La sociedad civil posee varias acepciones en el zapatismo; la entienden como “la sociedad en lucha” para afirmar cualquier control sobre su vida y su futuro, sin aspirar a ganar el poder gubernamental. La sociedad civil, esta gente sin partido, que no aspira a estar en un partido político en la medida en que no aspira a ser gobierno, a lo que aspira es a que el gobierno cumpla su palabra, que cumpla su trabajo.
El proceso de cambio donde se involucra cualitativamente a la sociedad civil tendría que ver con la voluntad, la organización y la conciencia de sus posibilidades:
Pero la ciudadanía es sólo una parte del asunto, existen demandas más profundas que tienen que ver con el sujeto individual y colectivo, en donde los zapatistas operan una crítica del todo político. En el fondo lo que han dado a llamar “sociedad civil” es esencialmente un espacio emancipado de poder, que permita afirmar a los sujetos individuales y colectivos.
En lo referente a lo diverso, (o a sus comportamientos, ya que la tendencia neoliberal también utiliza el término con otros contenidos) que implica la referencia de sociedad civil, el Subcomandante Marcos sostiene: “Nosotros decimos: No le tememos a que haya tendencias fascistas en la sociedad civil. Si hay una propuesta equilibrada de acceso a los medios, de contacto con la gente, nosotros apostamos a que las propuestas más humanas, más racionales, más justas, más libres y más democráticas son las que van a triunfar sobre las otras. No se trata de aniquilarlas sino de que entren en ese espacio y ahí se decida. Que no decida la fuerza sino que decida la razón”. La profundización de la democracia y la razón como arma para construir son enarboladas constantemente por el zapatismo, en lo que han dado a llamar una Nueva Cultura Política.
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