LA INTELIGENCIA SENSIBLE?
Leonardo
Ruiz Tirado
Es sabido que la cultura y
sus manifestaciones humanísticas (y feministas), o sea las que encarnan y
privilegian el lugar central de la humanidad en la vida social (puesto que, se
sabe igual, hay una subcultura y unas ideologías, que abarcan manifestaciones
deshumanizadas del pensamiento, el arte y las letras) han sido y seguirán
siendo siempre contraespejo y mentís a esa psicología desfigurante y degradante
de masas y de movimientos sociales que es, nuevamente hoy, el fascismo.
Casi
toda la cultura de masas, la industria destinada a sostener en el ya decadente capitalismo
la pasividad de la población con sus bombardeos psicológicos permanentes a
través de la literatura de evasión, de la literatura conservadora de valores
retrógrados y mixtificaciones en todos los géneros, el arte por el arte (el
descomprometido de toda función social y comunitaria en aras de una supuesta
libertad de pensamiento que sólo sirve a apuntalar el conformismo y los
intereses materiales e inmorales de las minorías poderosas), la televisión y
las redes sociales, todo eso forma parte del instrumental ideológico de la
dominación de los pueblos y movimientos que luchan por subvertir o minimizar tal
status quo en favor de la creación liberadora, colectiva, desindividualizada,
solidaria, amorosa, proactiva, altruista.
En
los procesos mismos de formación de las grandes corrientes altruistas, solidarias
y liberadoras han operado, sobre todo desde el desgraciado ascenso, con sus
variantes, del fascismo histórico en Italia, Alemania, España, Argentina o
Chile y Colombia, conversiones que atrapan y ganan a artistas, escritores y
pensadores a favor del terrorismo, el vandalismo, el entreguismo cipayo, generalmente
a través de la compra de conciencias con becas, canonjías, sobornos, coacción y
envilecimiento político de quienes fueron alguna vez talentosos ejercitantes de
distintas disciplinas o áreas artísticas e intelectuales.
No
han sido muchos, pero han llegado a tener mega-propagandas y apoyos mediáticos que
amplificaron, en su momento, el impacto negativo, desmoralizador y nefasto de
sus defecciones, traiciones o, simplemente, su arrinconamiento en el
diletantismo y el silencio.
Claro
que esos procesos no se pueden simplificar ni generalizar. Siempre han sido
captados, seleccionados y escogidos los blancos del accionar de las
organizaciones de inteligencia con que ha operado el fascismo imperial en este
sentido, a través de la CIA, las fundaciones de “apoyo al talento en los países
subdesarrollados o del Tercer Mundo”, etc.. con relativa buena puntería y a
veces, precisamente, catalogando y clasificando las aptitudes y actitudes, las
propensiones de ciertas mentes oscuras que, por ejemplo en América Latina y
particularmente en Venezuela, han dado muestras anticipadas de su
reaccionarismo, sus dudas y vacilaciones frente a las experiencias
organizativas o a las tendencias de la izquierda intelectual o del universo
artístico progresista, revolucionario, comunitarista, de modo particular cuando
estas experiencias han sido exitosas y han acompañado procesos de recuperación
de la soberanía nacional en Nuestra América, tales los casos de la Cuba
revolucionaria, o de las recientes revoluciones Bolivariana en Venezuela,
indígena en Bolivia, Ciudadana en Ecuador, Sandinista en Nicaragua, o de los
dignos procesos nacionalistas hoy desplazados en Brasil, Argentina, Paraguay, o
amenazados como en El Salvador. Y no se hable de las presiones de que son
objetos los movimientos artísticos e intelectuales progresistas e
independentistas en el Caribe, el resto de Centroamérica y Perú, Colombia,
Guyana o Surinam.
Los
mecanismos operativos del fascismo entre la intelectualidad nuestro-americana
han desplegado infinidad de coacciones, chantajes y operaciones psicológicas
que terminan minando la moral de lo más débiles, y así han reclutado a
escritores o artistas que terminan renegando de su propia vocación, de sus
trayectorias anteriores, de sus compromisos. Y desgraciadamente, los han
convertido en nulidades o en traidores a juro, en ocasiones con meros anzuelos
sentimentaloides, familiares o “profesionales”, que ponen en juego o en
entredicho la consistencia ética del sujeto, sus ataduras o identificaciones
pretéritas, juveniles y bisoñas, con sectores políticos que medraron de la
intelectualidad (y en general de los movimientos sociales) en anteriores épocas
de gran degradación o repliegue de la conciencia republicana revolucionaria,
como en los casos venezolano y ecuatoriano.
El
fascismo, con Estados Unidos y ese brazo armado de la decadente Europa que es
la OTAN a la cabeza, asedia a los pueblos de Nuestra América, buscando robar
las riquezas energéticas de este territorio sagrado del planeta, porque ya la unificada
ofensiva imperial ha cobrado esa dimensión militarista, provocadora de las
violencias física, social, psicológica más sofisticadas de la historia
contemporánea, puestas al servicio, manu militari, del saqueo mundial. Pero las
formas de presionar y captar y chantajear a la intelectualidad, a los artistas
y artesanos son, más que ostensibles y descaradas, peligrosamente ridículas. Se
valen de coyunturas y circunstancias en que el individuo artista o intelectual
débil atraviesa crisis personales, de salud, financieras o morales generalmente
propias de la guerra psicológica misma que el fascismo ha orquestado con las
burguesías y los sectores más retrógrados y vulnerados de nuestras asediadas
comunidades, llevándoles a identificarse incluso con las supuestas “víctimas”
del “fracaso” inducido y publicitariamente propagandeado por la más feroz
agresión y desfiguración mediática perpetrada contra procesos revolucionarios e
independentistas como el venezolano.
Y
lo más triste de todo: uno que otro han sucumbido porque el fascismo amenaza
las zonas más íntimas de la inteligencia sensible.
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