lunes, 29 de mayo de 2017


¿CÓMO PENETRA EL FASCISMO
LA INTELIGENCIA SENSIBLE?


Leonardo Ruiz Tirado

Es sabido que la cultura y sus manifestaciones humanísticas (y feministas), o sea las que encarnan y privilegian el lugar central de la humanidad en la vida social (puesto que, se sabe igual, hay una subcultura y unas ideologías, que abarcan manifestaciones deshumanizadas del pensamiento, el arte y las letras) han sido y seguirán siendo siempre contraespejo y mentís a esa psicología desfigurante y degradante de masas y de movimientos sociales que es, nuevamente hoy, el fascismo.
Casi toda la cultura de masas, la industria destinada a sostener en el ya decadente capitalismo la pasividad de la población con sus bombardeos psicológicos permanentes a través de la literatura de evasión, de la literatura conservadora de valores retrógrados y mixtificaciones en todos los géneros, el arte por el arte (el descomprometido de toda función social y comunitaria en aras de una supuesta libertad de pensamiento que sólo sirve a apuntalar el conformismo y los intereses materiales e inmorales de las minorías poderosas), la televisión y las redes sociales, todo eso forma parte del instrumental ideológico de la dominación de los pueblos y movimientos que luchan por subvertir o minimizar tal status quo en favor de la creación liberadora, colectiva, desindividualizada, solidaria, amorosa, proactiva, altruista.
En los procesos mismos de formación de las grandes corrientes altruistas, solidarias y liberadoras han operado, sobre todo desde el desgraciado ascenso, con sus variantes, del fascismo histórico en Italia, Alemania, España, Argentina o Chile y Colombia, conversiones que atrapan y ganan a artistas, escritores y pensadores a favor del terrorismo, el vandalismo, el entreguismo cipayo, generalmente a través de la compra de conciencias con becas, canonjías, sobornos, coacción y envilecimiento político de quienes fueron alguna vez talentosos ejercitantes de distintas disciplinas o áreas artísticas e intelectuales.
No han sido muchos, pero han llegado a tener mega-propagandas y apoyos mediáticos que amplificaron, en su momento, el impacto negativo, desmoralizador y nefasto de sus defecciones, traiciones o, simplemente, su arrinconamiento en el diletantismo y el silencio.
Claro que esos procesos no se pueden simplificar ni generalizar. Siempre han sido captados, seleccionados y escogidos los blancos del accionar de las organizaciones de inteligencia con que ha operado el fascismo imperial en este sentido, a través de la CIA, las fundaciones de “apoyo al talento en los países subdesarrollados o del Tercer Mundo”, etc.. con relativa buena puntería y a veces, precisamente, catalogando y clasificando las aptitudes y actitudes, las propensiones de ciertas mentes oscuras que, por ejemplo en América Latina y particularmente en Venezuela, han dado muestras anticipadas de su reaccionarismo, sus dudas y vacilaciones frente a las experiencias organizativas o a las tendencias de la izquierda intelectual o del universo artístico progresista, revolucionario, comunitarista, de modo particular cuando estas experiencias han sido exitosas y han acompañado procesos de recuperación de la soberanía nacional en Nuestra América, tales los casos de la Cuba revolucionaria, o de las recientes revoluciones Bolivariana en Venezuela, indígena en Bolivia, Ciudadana en Ecuador, Sandinista en Nicaragua, o de los dignos procesos nacionalistas hoy desplazados en Brasil, Argentina, Paraguay, o amenazados como en El Salvador. Y no se hable de las presiones de que son objetos los movimientos artísticos e intelectuales progresistas e independentistas en el Caribe, el resto de Centroamérica y Perú, Colombia, Guyana o Surinam.
Los mecanismos operativos del fascismo entre la intelectualidad nuestro-americana han desplegado infinidad de coacciones, chantajes y operaciones psicológicas que terminan minando la moral de lo más débiles, y así han reclutado a escritores o artistas que terminan renegando de su propia vocación, de sus trayectorias anteriores, de sus compromisos. Y desgraciadamente, los han convertido en nulidades o en traidores a juro, en ocasiones con meros anzuelos sentimentaloides, familiares o “profesionales”, que ponen en juego o en entredicho la consistencia ética del sujeto, sus ataduras o identificaciones pretéritas, juveniles y bisoñas, con sectores políticos que medraron de la intelectualidad (y en general de los movimientos sociales) en anteriores épocas de gran degradación o repliegue de la conciencia republicana revolucionaria, como en los casos venezolano y ecuatoriano.
El fascismo, con Estados Unidos y ese brazo armado de la decadente Europa que es la OTAN a la cabeza, asedia a los pueblos de Nuestra América, buscando robar las riquezas energéticas de este territorio sagrado del planeta, porque ya la unificada ofensiva imperial ha cobrado esa dimensión militarista, provocadora de las violencias física, social, psicológica más sofisticadas de la historia contemporánea, puestas al servicio, manu militari, del saqueo mundial. Pero las formas de presionar y captar y chantajear a la intelectualidad, a los artistas y artesanos son, más que ostensibles y descaradas, peligrosamente ridículas. Se valen de coyunturas y circunstancias en que el individuo artista o intelectual débil atraviesa crisis personales, de salud, financieras o morales generalmente propias de la guerra psicológica misma que el fascismo ha orquestado con las burguesías y los sectores más retrógrados y vulnerados de nuestras asediadas comunidades, llevándoles a identificarse incluso con las supuestas “víctimas” del “fracaso” inducido y publicitariamente propagandeado por la más feroz agresión y desfiguración mediática perpetrada contra procesos revolucionarios e independentistas como el venezolano.
Y lo más triste de todo: uno que otro han sucumbido porque el fascismo amenaza las zonas más íntimas de la inteligencia sensible.


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