sábado, 27 de mayo de 2017


ACTO DE FE EN ALTAMIRA – 

MANUEL AMARÚ BRICEÑO TRIAY


EsEncabezados por renegados, figuras del marketing y mercachifles de bajo pelo embaucan a púberes alucinados, enajenados y alineados. Adalides del desencanto y la apatía le hacen culto a la individualidad, al desinterés por lo común y el desprecio a la racionalidad.tos autos fueron realizados bajo el nombre de Sermo Publicus o Sermo Generalis Fide – llamados así porque comenzaban con un sermón -, y se realizaron en la región de Toulouse
Eran actos públicos organizados por la Inquisición cuyo propósito no era salvar el alma de los condenados sino garantizar el “bien público” extirpando la herejía. En ellos, los condenados por un tribunal abjuraban de sus pecados y mostraban su arrepentimiento – lo que hacía posible su reconciliación con la Iglesia  Católica – para que sirvieran de lección a todos los fieles que se habían congregado en la plaza pública. En caso de ser penitentes, es decir, individuos que reconocían su herejía y se arrepentían  se les estrangulaba previamente y quemaba, en caso contrario, impenitentes, se les quemaba vivos. Así, como señala Henry Kamen en La Inquisición Españolalo que comenzó como un acto religioso de penitencia y justicia acabó siendo una fiesta pública más o menos parecida a las corridas de toros o a los fuegos artificiales
Siguiendo a las fuentes históricas  igualmente sabemos que el primer auto de fe de la Inquisición española tuvo lugar en la ciudad andaluza de Sevilla el 6 de febrero de 1481, y que el mayor auto de fe se celebró en la también andaluza  Córdoba en 1504, en donde   fueron quemadas vivas 107 personas, entre hombres y mujeres.
En algunos de ellos participaron soberanos como la regente Juana de Austria y  el rey Felipe II, quienes asistieron a los  autos de fe celebrados en Valladolid en 1559. O Felipe III, quien presidió el auto de fe realizado en Toledo el 6 de marzo de 1600.

Afortunadamente para los “herejes” y sus carnes, según, María Ángeles Casado y Emilio  Parra López, en La Inquisición en España, el postrero auto de fe general celebrado en España, vigente la Inquisición, se hizo en Sevilla en 1781. La “afortunada” víctima fue María de los Dolores López, una mujer acusada de fingir revelaciones divinas y de mantener relaciones sexuales con sus sucesivos confesores. La condenada compareció vestida con un sambenito y una coroza pintados con llamas y diablos, duró doce horas y se le aplicó el garrote vil para después arrojar el cadáver a una gran hoguera.

Sin embargo, ya abolida la Inquisición, el último auto de fe fue celebrado en Valencia en 1826 sobre la humanidad del maestro del barrio de RuzafaCayetano Ripoll.  Condenado a ser ejecutado en la horca y quemado después por hereje.
En América, La Inquisición española desplegó su actividad en los territorios hispanos a través de tres tribunales: el de Lima y México, fundados en 1579 y el de Cartagena de Indias, fundado en 1610. En las otras colonias iberoamericanas también desarrollaba su accionar esta Institución, por intermedio de un comisario y el subsiguiente sistema de notarios y familiares (delatores oficiales), sujetos a la jurisdicción de alguno de los tres tribunales principales.
En el Nuevo Mundo la “lucha” inquisidora se dirigía a perseguir la presencia de herejes y libros prohibidos para evitar el flujo de ideas disímiles al dogma católico que pudieran “pervertir” a los aborígenes.
Así, “el combate inquisitorial” americano fue destinado a sustentar la fe católica durante los siglos XV, XVI y XVII y blindar las creencias religiosas y sociales de la época, procurando normas de conducta y control societal que rigieran la vida de los habitantes estamentados.
Hoy, casi doscientos años después de la incineración del maestro Ripoll, nuevos inquisidores asumen una nueva “cruzada”. Campaña contra los pobres, contra lo negro, contra el trópico, contra los insurgentes, contra los zambos, contra lo colectivo, contra la primera persona del plural, nosotros, contra los distintos, contra los patriotas, contra los olores disímiles, contra la sabiduría popular, contra los nuevos pactos sociales, contra lo aborigen, contra la pacha mama, contra los cultivos autóctonos, contra el pasado glorioso de las armas libertadoras americanas, contra el Estado y su lógica moderna, contra los migrantes, contra la religiosidad plural, contra nuestros héroes,  contra la utopía, contra … contra … contra … la humanidad.
Encabezados por renegados, figuras del marketing y mercachifles de bajo pelo embaucan a púberes alucinados, enajenados y alineados. Adalides del desencanto y la apatía le hacen culto a la individualidad, al desinterés por lo común y el desprecio a la racionalidad. Asumen el ataque reptiliano, confundidos entre los signos templarios, hospitalarios y teutónicos,  como enseña sagrada. Apelan a los siniestros métodos del Santo Oficio y gritan libertad. Destruyen, queman y agreden en un  exordio de la  Congregación para la Doctrina de la Fe en detrimento del “aquelarre perverso”, de rituales y hechizos modernos, de la doctrina bolivariana.
Y en una calle de la cuna del gran Simón, en Altamira, preparan la pira, lejos de la lectura de las páginas del Premio Nobel de LiteraturaElías Canetti. Construyen su cadalso posmoderno con cuchillos romos que desgarran, botellas azules de una conocida cerveza criolla, cascos y máscaras cobardes, golpes, gritos, gotas de gasolina, el cartel afable de los Yanquis de New York, sangre, pantalones a media pierna, lágrimas de terror, fauces y crema para protegerse de los rayos del Sol.  Contra el negro, el feo, el pobre, el ladrón, el huele mal, el ignorante, pues,  contra el chavista. Como el nalgueado, absuelto y bendecido al que se refiere François-Marie Arouet, Voltaire, en su Cándido o El optimismo, de 1759. De esta forma, estos adláteres del Armagedón disponen de todo para “purificar” a esta antorcha humana en un novísimo Auto de Fe de este siglo, tan  cerca de Tomás de TorquemadaFrancisco Jiménez de Cisneros y Adriano de Utrecht y tan lejos, como hace casi dos siglos,  de la bondad de Jesús El Cristo.

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