miércoles, 5 de julio de 2017

El elefante bocarriba


PEDRO CARREÑO EN NOMBRE DE LA VERDAD

Federico Ruiz Tirado

En la película, El nombre de la rosa, dirigida por Jean-Jacques Annaud en 1986, se hace evidente esa voluntad de concebir la  narración poco usual de Umberto Eco o, al menos, cuando concibió la arquitectura de la novela publicada en 1980.
Es prolija la información acerca de la erudición de Eco y de algún modo excepcional cuando se trata de esta novela para cuya concreción, Eco habría de emprender una investigación fantástica acerca de los diversos contextos fundacionales de la obra. En una oportunidad, el autor confesó –seducido por la crítica-  que el amplio, vasto y rigoroso despliegue narrativo y los trazos de ·realidad” que para un lector prevenido se muestran evidente o subrepticiamente en la novela, no son en muchos de los casos ambientaciones metafóricas sino, más bien, investigaciones que realizó durante años para que la novela  mostrara  las características naturales de la novela gótica, el relato medieval y los rasgos y símbolos  clásicos de la novela policíaca.
Eco fue anticipadamente al lugar de los hechos que narra. Conoció el olor, sintió los climas, descifró los signos crípticos de la religiosidad y monumentalidad medieval, se adentró en diversos claustros benedictinos, se hundió en la oscuridad de bibliotecas inaccesibles ubicadas en las lejanas abadías de las zonas montañosas de Italia, que relataban episodios cruentos de las inquisiciones y las oscuras historias que se contaban de los grandes prelados y monjes de la época. Eco palpó los lienzos, las telas, las sotanas y tuvo entre sus manos los objetos de ese paisaje interior  donde se desarrolla la acción de Guillermo de Baskerville, quien, con esa brújula metodológica aportada por Eco, se dedica a esclarecer los crímenes ejecutados en una abadía benedictina en el año 1327.
Varios años dedicó Eco a la prefiguración de esta novela paradigmática. Varios años dedicados a prefigurar unos escenarios reconocidos en la historia: una especie reconstrucción (en este caso a priori) de un tiempo particularmente conflictivo de la historia y tradición  Occidentales.
Tanto la novela como al menos esa película de Annaud, constituyen un sumario de aquelarres, misterios, laberintos, donde también están en primer plano los nombres de sus principales protagonistas. Esta es una película de laberintos. “Un laberinto es un lugar formado por pasajes y encrucijadas, intencionadamente enredadas para confundir a quien se atreva a adentrarse”. señaló un crítico de Eco al referirse a la película y compararla con la novela original.  El peso de la cultura teológica y medieval, van de la mano junto a los más escabrosos trasfondos que sostenían la inquisición. 
Esta evocación de El Nombre de la Rosa nos surgió frente a la pantalla ayer 4 de julio, cuando el diputado Pedro Carreño expuso ante el TSJ el proceso de antejuicio de mérito contra Luisa Ortega. Su impecable exposición despejó cualquier duda albergada por los confundidos de buena fe, respecto a la sinceridad de las “motivaciones constitucionales” que la Fiscal esgrime para atacar al Poder Ejecutivo, al Poder Ciudadano, al Poder Judicial y al Poder Constituyente. 
Mientras Carreño reconstruía ese episodio particular de la infamia que ha protagonizado Ortega Díaz, ésta se lucía en chacotas y socarronas “interpretaciones” sobre su proceder como Fiscal.
Con sólido conocimiento de causa jurídica y causa política, Pedro Carreño, en cambio, no recurrió a ninguno de los efectismos acostumbrados en estos actos –más aún cuando éste era televisado- para impactar la audiencia. El diputado hizo gala, sí,  de su trayectoria en controversias jurídicas dirimidas en el seno parlamentario. Convirtió su experiencia en una ágil, precisa, y eficaz herramienta discursiva. La sobriedad argumental, y el dominio de los trasfondos tácticos implícitos en la insurgencia sorpresiva de la señora Ortega, le dieron a la actuación del ponente, un cierto sabor de pequeña pieza oratoria de estos tiempos chavistas.
Para hablar más claro: Pedro Carreño se lució.


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