miércoles, 4 de mayo de 2016

El elefante bocarriba

BARRIO ADENTRO EN EL FOCO


Federico Ruiz Tirado
La decisión del Presidente Maduro de potenciar al máximo la cobertura de Barrio Adentro daría un hachazo al hueso del modelo mercantilista de salud, si éste no estuviera tan protegido y camuflado por agentes disfrazados de rojo, haciéndose pasar por chavistas o maduristas mediante la confección de discursos o parafernalias típicas que tienden a poblar de una nube enceguecedora la mirada de quienes creemos, incluido el Presidente Nicolás, que con esta avanzada lo que está en juego es el rescate del Barrio Adentro originario, el que Chávez diseñó desde su pensamiento humanitario y comprometido.
La historia nos ha enseñado que no basta declararse como un sujeto de izquierda, ni declararse como defensor de los derechos de los  excluidos, como podría ocurrir en esta coyuntura y concretamente en torno a la redención de Barrio Adentro. Puede saltar esa liebre escondida o maquillada desde la fauna donde convive con el enemigo interno por el tesoro. Esta no es la hora de toques de clarinetes ni hay que conformarse sólo con lo declarativo. De  los gritos destemplados hay que desconfiar, sobre todo cuando se trata, como ha dicho Maduro, de defender a Venezuela, de proteger y hacer valer los derechos de los excluidos y excluidas; si no tocamos los intereses de la derecha, no tiene sentido dar la batalla.
El Barrio Adentro original lo hizo Hugo Chávez y Fidel Castro. Ellos tocaron y trastocaron los intereses comerciales de la derecha, esa que prefiere al individuo enfermo porque desde esa condición se gasta más, se compran más insumos, se requiere de más tecnología; es decir, hay  más negocio. Una persona en buenas condiciones de salud vive, piensa, trabaja, lucha y ama, pero lo hace presa de las reglas infames del capitalismo. A la derecha le interesa doblemente implementar un modelo que parezca dirigido al pueblo pero que no lo sea. Así fue Luis Herrera Campins con sus Módulos de Servicio Múltiples en los barrios, tremendas edificaciones que nunca llegaron a ser más que eso, donde el médico no iba o iba poco, donde el odontólogo trabajaba dos horas de vez en cuando, donde se consumía pintura azul brillante cada cierto tiempo cuando venían elecciones o alguien se acordaba de ellos, o cuando se hacían excursiones u operativos como las “penetraciones rurales” para llevar desparasitadores a la población, vacunas o consejos, pero sin que esto tuviera razón de salud preventiva sino combate a la enfermedad: medicina de pobres para pobres; ese era el modelo. La participación tenía un concepto o un fin utilitario.
La IV República fomentó la proliferación de los Comités de Salud  para otorgar contratos a los socios del bipartidismo adeco copeyano y pintaran, repararan y “adecentaran” los circos donde se multiplicaban los panes y los negocios. La participación era utilitaria y así la sigue concibiendo la derecha endógena,  y de este modo nos encontró el FMI y el Banco Mundial cuando a través del “proyecto Salud”, que ofrecía formulas contenidas en una única instancia: la Atención Primaria en Salud. La APS da para todo y para nada. Macri habla de APS, y cualquier otro gobernante también. En esa Venezuela, llegó el Proyecto Salud creyéndose salvadores del sistema, y también ofrecían las mismas respuesta técnicas, y se hacían los locos (y las locas) con el hecho indiscutible que durante la década del 80, se había desmantelado la salud pública, los hospitales  fueron privatizados y  los ambulatorios eran una especie de diezmo que el gobierno daba a la gente pobre.
En ese contexto cualquier fórmula láctea serviría. En la República Bolivariana de Venezuela la APS es Barrio Adentro, la Misión que hicieron los médicos y médicas cubanas y que ahora están en capacidad de asumir ese ejército de consciencia, sólo si éstas asumen el modelo de atención que aprendieron y no el de la aplicación de uno más cómodo, sentados en sus sillas, turnándose, aplicando la actitud pasiva y contemplativa y llenando interminables hojas y planillas para complacer a los burócratas de cualquier ministerio que necesitan cifras para dormir tranquilos, cobrar sus cestatickets, preparar sus presentaciones y crear mesas de trabajo interminables con listas de asistencias y teléfonos y correos que nadie usa para algo distinto que halagarse en su proceso pretencioso de curarse en salud.
El desafío es ir hacia adelante a partir del modelo Chavista o escarbar hacia el pasado disfrazado de nuevo. Si partimos del principio que todos piensan, entonces, no es descabellado (Dios-dado nos libre de ello)  pensar que los antichavistas también lo hacen, aun cuando no lo dicen.
Hoy se sabe que el modelo marcó un punto de inflexión entre una forma de hacer salud con el pueblo, donde no valen los laboratorios ni las fórmulas mágicas ni los lugares comunes. Donde el poder popular no es para que “venga y repare esto”, mientras las fundaciones y los funcionarios que deben hacerlo se hacen los Policía de Valera.  La participación debe ser total y absoluta. Por eso hay que darle a la llaga de ese poder institucional. Chávez nos dijo que el poder político era mandar obedeciendo al pueblo. El Poder debe estar en el pueblo y las autoridades deben ceder el poder para que las instrucciones, las políticas, el quehacer en salud surja del poder popular, de las comunas y no desde la delegación de las necesidades del pueblo, no subordinándolo o haciéndolo frágil.
Ese vuelvan caras que debería ser 100% Barrio Adentro es con el contingente de médicos y médicas que Chávez visualizó, no sólo como relevo sino como los cultores de una nueva forma de ver la salud. No bajo el esquema de médicos y médicas pegados al modelo convencional. O se es Chavista y se cree en el modelo o no se es Chavista y se pretende regresar al pasado, oxigenar el pasado. O los equipos de salud trabajan bajo la conducción de barrio adentro, atendiendo en la mañana y conociendo la calle, con el pueblo, o es sólo un cambio de nombre que servirá además por los recursos para que se enriquezcan unas y unos cuantos, mientras el poder popular espera.


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