martes, 19 de enero de 2016

Néstor Francia/ Análisis de Entorno:

Retrospección y Prospección

La situación del país abunda en complejidades, nada puede ser despachado con frases hechas, consignas o lugares comunes. La palabra que usó el presidente Maduro en su Mensaje a la Nación fue precisa: tormenta. No solo tormenta económica, también política y social. Ya parafraseamos el himno de la Federación en uno de los últimos Análisis del año pasado: el cielo encapotado anuncia tempestad.
En el ojo de esa tormenta está la economía. Ante las dificultades que vive el pueblo, agudizadas en estos comienzos de año, todo lo demás palidece, sin dejar de existir.
La diatriba en torno al rostro de Bolívar y a la expulsión de Chávez del Palacio Federal Legislativo tiende a diluirse. Puestos los retratos del Bolívar de Gil de Castro en el Palacio, oídos los argumentos de los patriotas y de Ramos Allup, asomadas las contradicciones de la oposición entre reafirmaciones y disculpas, pareciera que el panorama general no ha variado mucho. Las razones de nuestra derrota en las elecciones del 6D persisten básicamente: nuestra baja credibilidad, nuestro discurso repetitivo y agotado, los estragos causados por la agresión económica y por nuestros notables errores. También la incoherencia, las visibles contradicciones internas y la nulidad de la imagen opositora. Como dice la canción de Alí, el pueblo es sabio y paciente, por eso calla y resiste, más allá de la gallardía, la dignidad y la conciencia de la parte de ese pueblo que mantiene en alto las banderas de Chávez. Acaso si hubiera elecciones hoy, los resultados serían parecidos a los ya conocidos. Al fin y al cabo, las matrices políticas nunca cambian tan rápido, de allí que la tormenta sigue allí, gris y amenazante.
Vamos por partes: ¿Cómo anda el asunto de las 3R? Ahí va, demasiado lento más bien, pienso yo. Pero se supone que ese es un proceso para nada simple. La autocrítica es una especie de leyenda urbana, a la gente le gusta sobre todo criticar a los demás. En una reunión reciente entre camaradas noté que llovían críticas sobre Maduro, algunas sensatas, sin duda. Sentí entonces esa señal de alarma que se le prende a los revolucionarios ante la injusticia y recordé ante todos que este el hombre que nos guió a la victoria en las difíciles elecciones presidenciales de 2013 tras la partida física de Chávez, el que se puso al frente en la defensa de la Patria ante los embates del fascismo durante las guarimbas de 2014, el que comandó la sonora victoria patriótica en las más recientes elecciones de gobernadores y alcaldes. En realidad, la ha tenido muy dura el Presidente, debiendo enfrentar todos los demonios desatados. Por supuesto, las máximas responsabilidades las tiene él, porque es el Jefe. Pero no es el único responsable, todos lo somos. Así lo expresé en aquella reunión, sobre todo porque vi muy pocas intenciones de autocrítica en algunos de los camaradas allí congregados. Se parecían tanto a ellos mismos antes de la derrota, sus conceptos los mismos (salvo el plomo cerrado contra Maduro), sus reacciones, sus consideraciones, sus opiniones, sus actitudes. En fin, qué difícil es que cambiemos realmente, y cuán necesario. Perdimos, fuimos derrotados, nos equivocamos en todos los sentidos, todos, no solo el hombre que lleva sobre sus hombros la más pesada carga, el presidente Maduro. Lo cierto es que es necesario repetir un par de cosas, a modo de advertencia: si primero no cambiamos nosotros, difícilmente el pueblo volverá a identificarnos con el cambio. Y la otra, en consecuencia: o cambiamos o nos cambian.
Por otra parte, el chavismo no puede seguir creyendo que la mayoría del pueblo está pendiente de él, de sus problemas internos, de sus procesos intestinos. Estos son inevitables, sin duda, pero ese pueblo que mayoritariamente nos derrotó (que nos aleccionó) sigue ahí, languideciendo en largas colas, con dificultades para acceder a muchos productos necesarios, ahogado por la imparable inflación, por la especulación, por el bachaqueo. Hay que salirse de la cueva, como asomé la semana pasada, y volver a la fuente del pueblo, convertir a la vanguardia en parte íntima de ese pueblo, moverse en él como pez en el agua, como recomendaba Mao. Basta de narcisismo, dejemos de creer que somos los más arrechos porque sí, los sabihondos, los novios de la madrina. Porque la madrina está decepcionada de nosotros y nos lo ha hecho saber. Basta de prepotencia, de soberbia, de sectarismo.
Nuestra vanguardia social requiere de dirección política, el partido no puede dejarla sola mientras ella anda por su lado, a veces metiendo la pata, como cuando se pone a malgastar tomates de manera infantil en los alrededores de la Asamblea Nacional ¿El camino que hemos establecido no es acaso el electoral? Pues si perdimos, no podemos evitar que los ganadores ocupen los espacios que les dio el pueblo, así es el juego ¿O acaso vamos a cambiarlo? ¿Nos lanzamos a la confrontación abierta de una vez? Eso no parece ser lo conveniente, sobre todo en un momento en que la correlación de fuerzas no nos favorece. Paradójicamente, a nosotros nos conviene que las instituciones funcionen, así como a ellos les conviene que la Asamblea esté activa. Fue por eso que trazaron la estrategia que nosotros erróneamente estamos confundiendo con un recule. Primero, reforzaron en el mundo la matriz de que somos unos autoritarios que pretendemos desconocer el resultado electoral con jugarretas judiciales, que aquí no hay “independencia de poderes” y que es falso que esto sea una democracia legítima. Es decir, pusieron a retroceder la mejoría de nuestra imagen internacional una vez que Maduro reconoció inmediatamente el resultado de las elecciones. Cumplida esa tarea, resolvieron el asunto y pusieron la Asamblea a funcionar, que es lo que querían, para tener esa vitrina política y mediática que tanto necesitaban.
Lo que pasa es que seguimos subestimando a la derecha. Como afirmé la semana pasada, es malo subestimar al enemigo cuando estamos ganando, mucho peor hacerlo cuando estamos perdiendo. No son estúpidos, un tanto torpes, tal vez, las agallas personales y grupales les hacen meter la pata a menudo, es verdad. Pero están haciendo política, tienen un plan, lo han venido desarrollando y les ha dado ya buenos resultados.
Por lo pronto se está dando un interesante debate en la Asamblea Nacional. Dos temas asoman con cierta preponderancia: el de la propiedad de las viviendas de la GMVV y el de la Ley de Amnistía apellidada de “Reconciliación Nacional”. En cuanto al asunto de la propiedad, es algo que debemos mirar con cuidado. Sospechamos que la mayoría de los beneficiarios de los urbanismos de la GMVV simpatizan con la opción de que les den los títulos de propiedad. Por supuesto, lo que propone la derecha es una ley privatizadora típicamente capitalista, pero no creamos que nuestra gente tiene ya una conciencia socialista desarrollada. Por el contrario, todo sugiere que el individualismo aun campea, eso es lo que mueve a buena parte del sector de motorizados que arremete contra los demás ciudadanos todos los días. Vimos, en colas para comprar comida, a gente empujando y desplazando a otros, sin importarles edad o condición, para sacarlos del medio y hacerse de un pollo. El socialismo está aun bastante lejos y ese es un dato que no podemos ignorar. Ramos Allup, que es un zorro viejo, asomó, después del Mensaje a la Nación del Presidente, una posibilidad que sugerí en días pasados ¿Y si hacemos una negociación y apoyamos esa ley con condiciones, como por ejemplo darle la propiedad a la gente y establecer un período (factible de ser renovado) de 20 años para poder enajenar o hipotecar? La mayoría del pueblo agradecería acuerdos y negociaciones de este tipo, pero para eso todas las fuerzas tendrían que estar contestes en ceder un poco, sin renunciar a los principios. Quien aparezca conciliador, hará ver al otro como intolerante y renuente a buscar soluciones. Eso es lo que quiere la derecha que se crea de nosotros, debemos actuar con gran flexibilidad táctica para que no lo logren.
Algo parecido pasa con la llamada Ley de Amnistía y -escúchese bien- de “Reconciliación Nacional”. Este último argumento, falaz y todo, es una fortaleza de ellos, porque está más que estudiado que más del 70% de la población quiere diálogo en vez de confrontación. Por supuesto, todos sabemos que ellos no quieren ninguna reconciliación sino derrocar a Maduro y a la Revolución, pero esto lo facilitaríamos si no somos capaces de analizar cada asunto a la luz de las realidades y de actuar con habilidad, con inteligencia táctica, con creatividad. Cuidado si nos van llevando al rincón del radicalismo sordo, ciego y mudo. La inmensa mayoría no quiere nada con los radicalismos. No estamos diciendo que se acepte todo lo que planteamos en cuanto a esos dos asuntos concretos, pero aun si estuviésemos errados, el principio general que sostenemos es justo, a la luz del estudio de la realidad (la que está afuera, en el mundo material, y no la que bulle tercamente en nuestras cabezas)
Ya terminando la semana hubo dos hechos de singular importancia, el Decreto de Emergencia Económica Nacional y el Mensaje a la Nación del presidente Maduro ante la Asamblea Nacional.
El Decreto no es un plan, sino una herramienta, necesaria seguramente. Tiene la virtud de generar expectativas y el problema de que esto obliga a que tales expectativas se cumplan. En cuanto a un plan concreto, que es lo que está haciendo más falta, tendremos que esperar hasta mañana cuando, según dijo el Presidente, el Vice Aristóbulo Istúriz anunciará tal Plan al país. No podemos opinar sobre lo que no conocemos, así que esperemos.
El discurso del Presidente el viernes ante la AN estuvo bien en general, según opino. Fue un discurso ordenado que abordó asuntos de gran importancia, aunque sin muchas decisiones concretas especialmente relevantes. El Presidente cometió el error de caer un par de veces en provocaciones de la derecha y perder los estribos, pero no es mal de morirse. En cuanto a Ramos Allup, aunque algunos critican su intervención (que no ha debido darse, desde el punto de vista reglamentario) su intervención mostró los trazos de la experiencia de un político avezado y zamarro. Dejo en el aire un debate cuyos intríngulis están claros para los chavistas militantes, pero que abundó en argumentos falaces, más no improvisados, que pueden engañar a más de un incauto. Repetimos: no subestimemos a la derecha, que están haciendo política y alcanzando pequeños objetivos que podrían conducir a grandes logros para ellos, si nosotros nos descuidamos. Como decía el Comandante: ¡Ojo pelao!
Los escenarios a futuros no están claros. Ya he imaginado cuatro posibles que he presentando la pasada semana, pero aquí los repito, para cerrar por hoy: Uno: El Plan económico funciona básicamente y se refuerza la esperanza, la comunicación es eficiente y nos hacemos creíbles: se recupera el chavismo y se reencuentra con la victoria
Dos: El Plan económico básicamente no funciona, pero la comunicación mejora y se hace más eficiente: grandes dificultades, nuevas derrotas, se pierde por puntos pero no por KO. Quedamos en mejores condiciones para recuperarnos.
Tres: ni el Plan ni la comunicación funcionan: posible colapso y victoria total de la derecha, sin violencia extrema. Nos cuentan diez en la lona, largo y penoso período de recuperación
Cuatro: caos y confrontación violenta, intervienen terceros (derecha, militares, se cuela un outsider, intervención foránea, combinaciones de las anteriores).

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