CARTA AL PRESIDENTE MADURO
Apreciado Presidente. Esta es una carta que podría parecer a primera vista la añadidura de un elemento más para agriar la agenda política de la contra ofensiva –y muy probablemente lo sea-, pero no puedo obviarla, créame, porque de lo contrario se quedaría sin destinatario y, lo peor, sin destino, o en la ruta de las cosas que se pierden en el camino y van a dar a la cesta del olvido y, como usted mismo me dijo micrófono en mano un día en el Teresa Carreño cuando presentábamos el libro “Un puñado de pájaros contra la gran costumbre”, ante la brevedad de mis palabras públicas, que llevaban el dardo del dolor por la muerte del Presidente Chávez cuando aún permanecía en la Capilla ardiente: “Lo de Federico es casi auto censura”. Por eso ésta es una carta, digamos pública, desde el espacio de Misión Verdad, que me ha brindado herramientas para investigar y analizar el tema de los medicamentos junto a un grupo de amigos estudiosos del fenómeno salud-enfermedad. Sé que es un tema agudo, pero como está intrínsecamente relacionado con nuestra soberanía y con el acorralamiento que intenta hacernos una Asamblea Nacional conspirativa, subalterna del imperio y cabalgadura de agentes del pasado y del presente, todos reunidos alrededor del afán de torcernos el brazo bajo el signo del fascismo.
Así las cosas, me pregunto ¿Cuándo volverá el antiglicemiante, o el anticonvulsivo, o el antihipertensivo o el tratamiento para el herpes, o los anticonceptivos? ¿Por qué forma parte de la angustia del desabastecimiento que palpita azuzado en el punto focal de la actual guerra contra Venezuela?
Una persona con una enfermedad crónica pasa por un largo camino de una sola dirección, condicionado a depender y adaptarse al aparato terapéutico. Desde que es detectada la enfermedad, pasará por diversas modalidades de tratamiento hasta que llega al medicamento y su dosis precisa, de forma cíclica (meses o años) debe reajustarse a otro medicamento que irrumpe en el mercado ofreciendo ser “mejor” o más “moderno”.
Del otro lado de la misma moneda está la industria farmacéutica. Las empresas farmacéuticas transnacionales invierten grandes sumas de dinero en contar con medicamentos que garanticen su consumo exclusivo en el mayor número de personas. Debe garantizar que puede explotar la creación de su producto y al mismo tiempo que otro laboratorio (público o privado) esté impedido de hacerlo. El lucro depende de ese consumo masivo, exclusivo, de largo aliento (para el producto) y a su potencial monopolización. Para ello, existen mecanismos mundiales que protegen al padre de la criatura: el Laboratorio se hace titular de la patente que impide que cualquier otro lo desarrolle y frena la entrada de la competencia en el mismo mercado. El titular de la patente define el precio del medicamento y los laboratorios amarran patentes de medicamentos aún antes de que esté en el mercado y en muchos casos, antes que empiece la investigación del mismo. La patente asegura que el Laboratorio impida que cualquier otro ente (incluyendo Estado y países) desarrolle por su cuenta ese futuro “bien”. Es decir, la patente garantiza que la compra sea entubada a ese Laboratorio. Estamos frente a una monopólica feroz. Y eso hay que combatirlo. Esa es nuestra pelea dentro del modelo socialista que construimos.
La industria enfoca su mayor inversión y esfuerzo en estimular el consumo de medicamentos, al mismo tiempo que cierra el mercado para sí y desestimula la promoción de la salud, la prevención de enfermedades y obviamente, la generación de vacunas.
El objetivo es una población cautiva: el paciente que padece esa enfermedad, sus familiares, cabalgando indistintamente sobre las desigualdades e inequidades sociales y económicas, así como las políticas (o la ausencia de políticas) del Estado.
Así las cosas, me pregunto ¿Cuándo volverá el antiglicemiante, o el anticonvulsivo, o el antihipertensivo o el tratamiento para el herpes, o los anticonceptivos? ¿Por qué forma parte de la angustia del desabastecimiento que palpita azuzado en el punto focal de la actual guerra contra Venezuela?
Una persona con una enfermedad crónica pasa por un largo camino de una sola dirección, condicionado a depender y adaptarse al aparato terapéutico. Desde que es detectada la enfermedad, pasará por diversas modalidades de tratamiento hasta que llega al medicamento y su dosis precisa, de forma cíclica (meses o años) debe reajustarse a otro medicamento que irrumpe en el mercado ofreciendo ser “mejor” o más “moderno”.
Del otro lado de la misma moneda está la industria farmacéutica. Las empresas farmacéuticas transnacionales invierten grandes sumas de dinero en contar con medicamentos que garanticen su consumo exclusivo en el mayor número de personas. Debe garantizar que puede explotar la creación de su producto y al mismo tiempo que otro laboratorio (público o privado) esté impedido de hacerlo. El lucro depende de ese consumo masivo, exclusivo, de largo aliento (para el producto) y a su potencial monopolización. Para ello, existen mecanismos mundiales que protegen al padre de la criatura: el Laboratorio se hace titular de la patente que impide que cualquier otro lo desarrolle y frena la entrada de la competencia en el mismo mercado. El titular de la patente define el precio del medicamento y los laboratorios amarran patentes de medicamentos aún antes de que esté en el mercado y en muchos casos, antes que empiece la investigación del mismo. La patente asegura que el Laboratorio impida que cualquier otro ente (incluyendo Estado y países) desarrolle por su cuenta ese futuro “bien”. Es decir, la patente garantiza que la compra sea entubada a ese Laboratorio. Estamos frente a una monopólica feroz. Y eso hay que combatirlo. Esa es nuestra pelea dentro del modelo socialista que construimos.
La industria enfoca su mayor inversión y esfuerzo en estimular el consumo de medicamentos, al mismo tiempo que cierra el mercado para sí y desestimula la promoción de la salud, la prevención de enfermedades y obviamente, la generación de vacunas.
El objetivo es una población cautiva: el paciente que padece esa enfermedad, sus familiares, cabalgando indistintamente sobre las desigualdades e inequidades sociales y económicas, así como las políticas (o la ausencia de políticas) del Estado.
También se entiende que está el mundo de expectativas que crea la innovación y la creación de la “necesidad” que es realmente una pseudonecesidad (recordemos a Marx), y pasa a ser una respuesta mágica. Frente a la presencia de la enfermedad, queda un escaso margen para preguntarse: ¿será útil, un invento de empresas transnacionales para nutrir falsas esperanzas de curación, tendrá efectos adversos: será que me cura esto pero me da esto otro? ¿Por qué es mejor este medicamento monoclonal, genómico y biotecnológico que aquel otro?, o ¿por qué no previne esa enfermedad a tiempo? No, la enfermedad está ahí en un ser humano con un ciclo vital concreto y comprometido en carne, hueso y bolsillo.
El tema coyuntural para el Estado responsable y para la persona con una condición de salud crónicamente comprometida, es garantizar el acceso al medicamento de forma sistemática. Sin embargo, el desabastecimiento de medicamentos esenciales en el marco de la guerra económica contra nuestro país, agrava la situación del paciente y nos hace blanco de la matriz que intenta calificarnos como Estado fallido. Esa condición la hemos analizado extensamente en Misión Verdad.
Al país, Presidente, a su sistema sanitario, lo cercan solicitándole acceso concreto a medicamentos esenciales. Estos han sido regulados, se han implementados medidas de protección, realizado y actualizado listas, diseñado mecanismos de distribución pública para dar cobertura universal. Sin embargo, en muchos casos sus costos van más allá de donde nos alcanza la cobija, por eso, el Estado responsablemente asume el subsidio de enfermedades catastróficas y de las crónicas, define ajuste de precios al consumidor para medicamentos esenciales y adopta medidas transparentes de acceso.
Pero, en la realidad venezolana los medicamentos desaparecen para reaparecer renovados o mezclados, escapando de forma tramposa de la regulación y del alcance del ciudadano. Es decir, desaparece la leche pero hay yogurt (a pesar que para un litro de yogurt se consumen cinco de leche), desaparece el arroz (regulado) pero aparece arroz con ajo o perfumado (que no está regulado), desaparece el Losartan potásico (regulado) pero aparece ese otro combinado con un diurético y con un nombre y precio que se lleva por delante cualquier pensión de vejez.
Al país, Presidente, a su sistema sanitario, lo cercan solicitándole acceso concreto a medicamentos esenciales. Estos han sido regulados, se han implementados medidas de protección, realizado y actualizado listas, diseñado mecanismos de distribución pública para dar cobertura universal. Sin embargo, en muchos casos sus costos van más allá de donde nos alcanza la cobija, por eso, el Estado responsablemente asume el subsidio de enfermedades catastróficas y de las crónicas, define ajuste de precios al consumidor para medicamentos esenciales y adopta medidas transparentes de acceso.
Pero, en la realidad venezolana los medicamentos desaparecen para reaparecer renovados o mezclados, escapando de forma tramposa de la regulación y del alcance del ciudadano. Es decir, desaparece la leche pero hay yogurt (a pesar que para un litro de yogurt se consumen cinco de leche), desaparece el arroz (regulado) pero aparece arroz con ajo o perfumado (que no está regulado), desaparece el Losartan potásico (regulado) pero aparece ese otro combinado con un diurético y con un nombre y precio que se lleva por delante cualquier pensión de vejez.
Recientemente, en el 2015, durante la XI reunión del Consejo Suramericano de Salud en Montevideo (Uruguay), según hemos constatado en páginas oficiales de organismos internacionales, se impulsó la necesidad de dar una solución conjunta en el marco de UNASUR a través de un mecanismo de negociación conjunta de medicamentos. En efecto, estudios previos identificaban coincidencias en los once países para enfrentar el problema común de acceso a medicamentos de alto costo para algunas enfermedades infecciosas y crónicas. Se dio inicio a una negociación conjunta de medicamentos para tratar la Hepatitis C y para VIH. La compra se realizaría a través del Fondo Estratégico de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) (que a su vez es una de las cinco Oficinas Regionales de la Organización Mundial de la Salud (OMS), brazo de Naciones Unidas en materia de salud). Sin duda, la OPS/OMS tiene una amplia experiencia en la compra conjunta de medicamentos (que incluye vacunas).
Dentro de estas negociaciones, hay que ver detalles ilustrativos: El Laboratorio Gilead, por ejemplo, ofreció suministrar la nueva medicina para la hepatitis C a 80 dólares la píldora, mientras en USA o Europa el mismo medicamento está a 1000 dólares. Esto significa que el costo total del tratamiento para esa enfermedad está entre los 60,000 y 80,000 dólares.
El precio acordado para los países de UNASUR de 80 dólares seria siempre que la compra fuera bajo los auspicios del fondo estratégico de la OPS/OMS, quienes consolidarían la compras para los países miembros.
La buena noticia no lo es tanto. En India esta píldora se produce y vende entre 4 y 10 dólares. Sin embargo, esto solo es accesible en los países donde este producto no está patentado, que no es el caso de nuestros países.
Dentro de estas negociaciones, hay que ver detalles ilustrativos: El Laboratorio Gilead, por ejemplo, ofreció suministrar la nueva medicina para la hepatitis C a 80 dólares la píldora, mientras en USA o Europa el mismo medicamento está a 1000 dólares. Esto significa que el costo total del tratamiento para esa enfermedad está entre los 60,000 y 80,000 dólares.
El precio acordado para los países de UNASUR de 80 dólares seria siempre que la compra fuera bajo los auspicios del fondo estratégico de la OPS/OMS, quienes consolidarían la compras para los países miembros.
La buena noticia no lo es tanto. En India esta píldora se produce y vende entre 4 y 10 dólares. Sin embargo, esto solo es accesible en los países donde este producto no está patentado, que no es el caso de nuestros países.
La patente es uno de los factores estructurales que limitan el acceso a los medicamentos. Esa barrera se profundiza al comprar y apoyar (con las presiones políticas, sociales, humanas y económicas) la adquisición de ese producto al Laboratorio que posee la patente y hace creer que nos da “buenos precios”. La realidad es que sigue siendo un negocio lucrativo y especulativo, se trata de una población cautiva, un mercado seguro (el propio Estado) y por un tiempo determinado. Es decir, negociados por los países en forma conjunta o no, la compra masiva a una población cautiva garantiza el consumo y al mismo tiempo desbarata y desestimula mercados terapéuticos alternativos.
El Presidente Chávez fue agudo al hablar del mundo multipolar. Más allá de ser un enunciado romántico, la multipolaridad nos desafía a un sistemático olfateo, ejercicio y búsqueda de alternativas concretas.
La imposición de patentes no es una barrera insalvable. Se puede superar si el país decreta una emergencia de salud y recurre a la provisión de licencias obligatorias, es decir, el Gobierno Bolivariano puede apelar al permiso para fabricar, usar, vender o importar un producto patentado o utilizar un procedimiento patentado sin el consentimiento del titular de la patente. Podemos superar las imposiciones de las patentes.
Esta estrategia la conoce la OPS/OMS porque es basada en un acuerdo internacional, pero cosa curiosa, no la promueve explícitamente. Ahí también, el país tiene cosas que decir, la OPS/OMS es un organismo intergubernamental (por más que se empeña en convertirse cada vez más en una ONG), así que Venezuela debe saber orientar el trabajo de la Secretaría en función de las políticas sanitarias y no al revés.
Esta estrategia la conoce la OPS/OMS porque es basada en un acuerdo internacional, pero cosa curiosa, no la promueve explícitamente. Ahí también, el país tiene cosas que decir, la OPS/OMS es un organismo intergubernamental (por más que se empeña en convertirse cada vez más en una ONG), así que Venezuela debe saber orientar el trabajo de la Secretaría en función de las políticas sanitarias y no al revés.
En Brasil se ha recurrido al recurso de la licencia obligatoria, y así logró bajar el precio de los antiretrovirales, amenazando con recurrir a este mecanismo. De esa forma obtuvo una reducción muy por debajo de lo que se ofrecía en el mercado. La República Bolivariana de Venezuela tiene libertad para determinar los motivos para la concesión de licencias obligatorias.
Construir el Sistema Público Nacional de Salud también implica ejercer la Rectoría sanitaria, nacional y regional, en el marco de la construcción de la soberanía sanitaria, término que sirvió de idea-fuerza a la gestión en salud del Presidente Boliviano y Bolivariano: Evo Morales.
Construir el Sistema Público Nacional de Salud también implica ejercer la Rectoría sanitaria, nacional y regional, en el marco de la construcción de la soberanía sanitaria, término que sirvió de idea-fuerza a la gestión en salud del Presidente Boliviano y Bolivariano: Evo Morales.
Presidente: solo con claridad y conocimiento profundo y un abordaje audaz a los problemas que nos afligen e igualmente un conocimiento bien informado de las posibles soluciones a estos problemas, es que vamos a salir de la oscuridad del túnel donde nos encontramos.
Un abrazo bolivariasno y chavista!
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