sábado, 23 de abril de 2011

GAITÁN: El crimen que costó 300 mil muertos


Jorge Eliecer Gaitán.
José Marquez
Un 9 de abril de 1948 se nos fue el Dr. Jorge Eliécer Gaitán, uno de los políticos más grandes que ha dado Latinoamé­rica. Un hombre que ha de estar en ese mundo abstracto e infi­nito, donde están los hombres más grandes de la historia. Con él han de estar hombres como nuestro Libertador Simón Bolívar, Francisco de Miranda, Juan Jacobo Rousseau, Voltaire, Marco Tulio Cicerón, Ghandi, Martín Lu­ther King.
Fue el líder, el caudillo, el gran tribu­no, el humilde, el sencillo, el profesor, el abogado penalista, el defensor de las clases despo­seídas. Partió hacia el in­finito, y para la posteri­dad, como con­se­cuencia de las maqui­na­ciones de los Centros Oli­gárquicos que han regi­do su nación amada. A partir de ese sacrificio se hizo grande, más grande de lo que era; estrella inal­canzable, modelo a se­guir e inspirador de las mejores causas.
Nació en Bogotá, en el año de 1903, y muy joven se graduó de abogado en la Universidad Nacional; posteriormen­te, en 1927, en Roma (Italia), tierra de grandes penalistas, con la tesis “Criterio Positivo de la premeditación”, obtuvie­ra con las mejores notas, el Doctorado en la especialidad de Derecho Penal. De él, dijo su profesor Enrico Ferri, quien con su paisano Garófalo cons­tituía una combinación de célebres penalistas, lo siguiente: “Un paso ulterior en el problema de que tratamos se ha dado por Gaitán, alumno de mi Escuela de Apli­cación, quien propone una clasi­ficación de los delincuentes que premeditan. De la misma ma­nera como Angliolini, clasificó los delincuentes culposos, y yo he clasificado los delincuentes dolosos, Gaitán distingue los delincuentes que premeditan en: Constitucionales (tempe­ramento reflexivo); pasionales, egocentristas (delincuentes ha­bituales) y condicionales (que subordinan la ejecución del propósito a alguna circunstan­cia ulterior). Constituye ésta, una clasificación substancialmente exacta y prácticamente útil”.
Fue de clase media, no de la crema colombiana, quien con sacrificio pudo estudiar y ser luego un gran penalista. Su profesión de Abogado Penalista y el éxito que obtuvo en la misma, quizás lo catapultaría al campo político, llevándolo a militar en el Par­tido Liberal.
No solamente su actividad se circuns­cribe en el campo jurídico, EL MISMO HABRÍA DICHO QUE SE HABÍA QUEMADO LAS PESTAÑAS ESTU­DIANDO A MARX, LENIN Y EN­GELS, PADRES FORJADORES DEL MATERIALISMO CIENTÍFICO.
En 1932, fundó su propio partido llama­do Unión Nacional de Izquierda Revolu­cionaria, del cual se ha de colegir que no tuvo gran arraigo, por cuanto posterior­mente, lo llevó a reintegrarse al Partido Liberal, en el cual descolló por todo lo alto, ocupando las mejores posiciones. Al extremo que ya en 1946, se había disputado la candidatura presidencial de su partido con Gabriel Turbay, por cuyo enfrentamiento el Partido Liberal perdió las elecciones, posibilitando el triunfo del conservador Ospina Pérez, después de 16 años consecutivos de gobierno li­beral.
La derrota liberal hizo posible que el Dr. Gabriel Turbay, apesadumbrado, se reti­rara a Europa, en donde, posteriormen­te moriría, para que entonces Gaitán se convirtiera en el líder único e indiscuti­ble del Partido Liberal.
A partir del triunfo conservador en la persona de Ospina Pérez, se desató en la República una gran hostigación y per­secución a cuanto liberal consiguieran a su paso, con la finalidad de extinguir al partido derrotado.
El país, con el triunfo conservador, esta­ba inmerso bajo un clima de inseguridad social, institucionalizándose el crimen político como un ingrediente deformado de la política, mientras que en el orden económico, el costo de la vida ascendía vertiginosamente. Situaciones éstas, que influyeron para que Gaitán, realizara en la Plaza Bolívar, un gran acto de masas al cual asistieron miles de personas para demandar al gobierno, rectificaciones en sus políticas. Este gran acto cívico, fue denominado “El Mitin Del Silencio”, Mitin de la Paz, pues en él no se haría demostraciones de euforia o frenesí en­tre la elocuencia de Gaitán. Solo se le­vantaría las banderas y pancartas en el momento culminante de la oratoria, en consecuencia no se aceptaría ni un grito o gesto destemplado. Gaitán en su dis­curso, demandaba, respeto por los ciuda­danos colombianos, cese a la represión o persecución.
“Señor Presidente, bajo el peso de una honda emoción, me dirijo a vuestra ex­celencia, interpretando el querer y la voluntad de esta inmensa multitud que esconde su ardiente corazón, lacerado por tanta injusticia, bajo un silencio cla­moroso, para pedir que haya paz y pie­dad para la patria. Dos horas tiene esta inmensa multitud en esta plaza. Y no se ha escuchado, sin embargo, un solo Gri­to, porque en el fondo de los corazones sólo se escucha el golpe de la Emoción.
Así hablaba ese gran tribuno y orador de masas; no hay parangón entre la lectura de sus discursos y el verlo directamen­te en el púlpito, con sus poses teatrales, gestos y mímicas que socavan en los co­razones la emoción, el frenesí y el aplau­so. Su estilo puede resumirse así: Princi­piaba a hablar en tono bajo, casi silente, y lentamente se iba transfigurando como el Liberador de las batallas, y entonces su garganta se tornaba en la voz rugiente del pueblo, con acentos apocalípticos y lacerantes imprecaciones; y la ardentía de su imaginación arrojaba sobre el au­ditorio fulgores de elocuencia, llamas de pasión que incendiaban en sublime fre­nesí a las multitudes”
A la 1.45 pm del viernes 09 de abril de 1948 murió, victima de un desalmado cuyo nombre fue Juan Roa Sierra. Se aproximaba las elecciones de 1950 y Gaitán era virtualmente candidato del Partido Liberal, y se le asomaba como seguro ganador.
Un escritor colombiano había vaticinado tres años antes que Gaitán sería Presi­dente, a menos que le estalle una bomba atómica en el bolsillo.
En horas del mediodía, saliendo de su bufete, acompañado de unos partidarios, se dirigía a almorzar, cuando a las puer­tas del edificio, la figura inoportuna de Juan Roa Sierra, hizo acto de presencia, para convertirse en el tristemente céle­bre asesino del Dr. Gaitán, justamente cuando en la ciudad capital colombia­na, se desarrollaba la IX Conferencia de Países Americanos, con la presencia del joven estudiante cubano de 21 años, Fi­del Castro, futuro líder de la Revolución Cubana
Al saberse la fatal noticia, en todo el país estalló una vorágine de violencia, cuyo epicentro fue la ciudad de Bogotá, en donde se desarrollaron intensas activi­dades de desorden social, traducidos en incendios, saboteos, bombardeos y un saldo aproximado de 300 mil muertos, razón por la cual estos hechos llevan la etiqueta del “Bogotazo”.
Su asesino, Juan Roa Sierra, murió lin­chado por una multitud embravecida, el pueblo con sus propias manos quiso hacer justicia.
Sin embargo su muerte no fue vengada al morir su victimario, pues las revueltas populares, que más bien pudo haber sido el puntillazo para derrocar al gobierno de Ospina, solo sirvió para que seis liberales conformaran un nuevo gobierno en vir­tud del acuerdo de la cúpula oligárquica del Partido Liberal y del Conservador. Con este acuerdo se conjuraba la crisis, y el país quedaba lacerado emocionalmen­te, frustrado, ante la carencia de un líder que recogiera las banderas caídas y las llevara al triunfo definitivo.
Dr. José Marquez
Periódico Voz Alternativ​a UCV abril 2011.
RM

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