lunes, 25 de abril de 2011

Roland Denis: “Una revolución corre por el alma de los pueblos”

Hugo Prieto
Roland Denis
Las viejas e inservibles ideas del siglo XX son parte de un discurso asumido por la burocracia instalada en las esferas del Estado. ¿Puede haber una dirigencia socialista multimillonaria en Petróleos de Venezuela y en otras empresas públicas? “Eso no puede existir”, afirma Roland Denis, partidario de la transformación revolucionaria, a partir de una cultura política “democrática y autogobernante”.
¿Qué cambios cree que ha habido en los movimientos populares a raíz del año 1998?
Ya sea en sus diferentes versiones: obrera, campesina, estudiantil o indígena, el movimiento popular estaba, digamos, fragmentado en múltiples núcleos de resistencia y se organizaba básicamente en los barrios y en núcleos obreros. A raíz del 98, con el triunfo de Chávez y del impulso al proceso constituyente, el movimiento popular se multiplicó de manera geométrica hasta convertirlo en un movimiento masivo, donde participan no menos de tres millones de personas organizadas alrededor de ejes que tienen que ver con los consejos comunales, los comités de tierras urbanas, los comités de salud, cooperativas, frentes agrarios, consejos de trabajadores, pero el cambio ha sido, básicamente, cuantitativo.
Un cambio cuantitativo no es, necesariamente, una nueva conciencia popular, una aproximación distinta a la política. ¿El cambio se ha dado en forma silvestre?
No, en forma silvestre no. Se ha dado sobre dos ejes distintos. Uno ha sido la expansión propia del movimiento popular anterior a 1998, asociado a una nueva cultura política que se venía desarrollando desde los años 80. A partir de allí se dio un gran paso, porque se afianzó en el movimiento popular una cultura política democrática, horizontalista, autogobernante, con una conciencia de clase y de lo que llamamos hoy nuestra América. Pero tenemos un Estado burocrático, básicamente rentista, que ha utilizado esa base, programática y espiritual, de un movimiento popular que sin duda esta vivo, para generar una especie de explotación de la plusvalía política dentro de todo este proceso.
¿Diría que se ha instrumentalizado el movimiento popular?
Gran parte del movimiento popular, por supuesto, queda atrapado dentro de las redes burocráticas, no tanto por la vía política sino por el lado de los recursos. Son los que no tienen capital, los que no tienen dinero y necesitan recursos para la acción productiva. Esos recursos, evidentemente no los va a dar el capital privado, sino la esfera pública y al tenerlos, el Estado los utiliza, evidentemente, como un mecanismo de poder, como un mecanismo de cooptación política. Más en sociedades como la nuestra, de bajo nivel productivo.
Habló de una cultura política democrática y autogobernante, ¿cómo choca esa cultura con un Estado burocrático y rentista?
Choca abiertamente porque el Estado tiende, de manera casi mecánica, a conformar burocracias que se cristalizan en el poder, que se vuelven autoinmunes y utilizan, incluso, el lenguaje de los procesos populares que gestaron cambios importantes, entre otros el triunfo de Hugo Chávez en 1998, en una verdadera revolución popular que impulsa el cambio del modelo de mando e institucional del país. De ahí la brutal contraofensiva reaccionaria que vivimos entre 2000 y 2004. Superada la conspiración de derecha, en la esfera victoriosa se multiplica la organización popular, pero también la burocracia y el culto a la personalidad del Presidente. Esa burocracia se convierte en una nueva clase social, en una clase dominante.
¿Chávez se montó en la ola del movimiento popular y aterrizó en Miraflores?
Chávez es una creación del movimiento popular, en ese sentido es una creación colectiva. Incluso lo ves en su lenguaje político, en la forma en que lo fue enriqueciendo y ese cambio viene de las bases populares. Eso se ve clarito en lo que era Hugo Chávez en el 92, un personaje militar y nacionalista, bolivariano, pero que no pasaba de allí. Su posición no era ni de izquierda ni de derecha. ¿Pero de dónde vienen esos principios libertarios y democráticos que él mismo utiliza?
Chávez ha sido muy crítico con el Estado burocrático, con el Estado incapaz de dar respuesta a las demandas populares, ¿cómo se explica esa contradicción?
Precisamente porque Chávez no se montó en la ola del movimiento popular, sino es un producto de ese movimiento. Algo de eso trato de explicar en mi libro Los fabricantes de la rebelión, digamos, para explicar cómo se va gestando el liderazgo de Hugo Chávez y cómo se garantiza la victoria del 98. Acordémonos que en la campaña del 98, las encuestas le daban 4% y terminó con el 54%. Eso fue una ola gigantesca que se generó de ruptura con el sistema.
Después de 12 años, hay un malestar, una fatiga, ¿qué lectura política hace de ese hecho?
Bueno, la institucionalidad y todo el Estado rentista, que gira alrededor de la empresa corporativa que es Petróleos de Venezuela, que a su vez reproduce esa visión rentista, que maneja unos recursos y los reparte como le da la gana. Eso se vuelve a reproducir y con ello los grandes males que viene desde la época de Gómez, cuando se constituye el Estado petrolero.
¿Entonces? ¡Esta experiencia es un fracaso!
No lo es, en la medida en que el movimiento popular no ha sido derrotado. Esto no está en manos de Hugo Chávez. La revolución es un hecho popular, un hecho colectivo. Ninguna revolución la hacen los caudillos. Claro, los caudillos sirven de referencia, de símbolo, de inspiradores, de unificadores de tendencias que existen en todos los movimientos populares del mundo, pero ese eje es cómo decía Aristóteles un motor inmóvil, porque la verdadera potencia está en el movimiento colectivo y esa potencia colectiva no ha sido derrotada, todo lo contrario. Actualmente, hay múltiples movimientos, más chavistas o menos chavistas, que empiezan a generar una rebelión antiburocrática, en todos los niveles.
Lo que uno anticipa, siguiendo sus palabras, es que aquí va a crecer la protesta social y tendrá un claro signo antichavista.
La tendencia es que la protesta se incremente profundamente. Claro que sí. Porque en estos momentos vivimos fenómenos concretos de descomposición institucional, marcados por la corrupción y la burocracia y también porque hay un choque abierto entre la visión burocrática de todo lo que es el proceso de transformación y lo que es la visión autogobernante, de base, horizontal y democrática, que viene de las bases populares. Eso no es antichavismo. Eso es antiestatismo. Es en contra del Estado corporativo y rentista, y también contra el Estado liberal y oligárquico, que son más o menos la misma cosa, sólo que utilizan un lenguaje distinto. Hay un crecimiento político y espiritual de la población pobre, de la población marginada y en ese crecimiento radica el signo revolucionario fundamental. Podrías decir que desde el punto de vista de la vivienda o de la construcción de una economía productiva, pero además, socializada, el fracaso es total.
¿Cuál es el éxito de la revolución?
Lo que tenemos es un éxito impresionante del crecimiento subjetivo y político de las masas populares. Una revolución no es qué cosas, más o menos, tenemos. Sin un desarrollo espiritual del pueblo, no hay revolución. Eso lo dijo Marx, lo dijo Gramsci. Una revolución corre por el alma de los pueblos.
¿Qué es lo que le falta a la revolución bolivariana?

Lo que falta es que esa república autogobernante, en contra de la república liberal y oligárquica, en contra de la república corporativa, burocrática y corrupta, sea cada vez más fuerte, más poderosa y tome el poder. Ahora, eso es un movimiento insurgente, un movimiento de choque con múltiples intereses. No es fácil. Es un proceso histórico muy complejo y las revoluciones actuales no son ni parecidas a las del siglo XX, corren por un entramado mucho más complejo que no es simplemente tomar el palacio de Miraflores.
Algunas personas dicen que Roland Denis, de un momento para acá, se transformó en una persona incómoda; incluso, afirman que está loco. ¿Por qué al chavismo le cuesta metabolizar su discurso?
Porque en la medida en que esa burocracia se convirtió en una clase dominante se fue acomodando a ciertos discursos de izquierda, muy viejos e inservibles, es lo que podríamos llamar neoestalinismo, y así justificar, por ejemplo, que sea el Estado, a través de una planificación central y completamente burocrática, el ente rector de los movimientos populares, de tal forma que el Estado se abroga el papel de la transformación revolucionaria de la sociedad. Esa vieja teoría, completamente fracasada, que llevó al desastre a más de la mitad de la humanidad en la Unión Soviética y de China, se ha recuperado debajo de cuerda, y tanto la protesta social como el pensamiento crítico han sido criminalizados por esas cúpulas inservibles y corruptas. ¿Cómo puede haber una dirigencia socialista multimillonaria, tanto en Pdvsa como en otras empresas del Estado? Eso no puede existir.
¿Apoyaría un proceso de radicalización de la revolución bolivariana que pase por la represión, por la imposición unas ideas que califica de fracasadas?
Los procesos revolucionarios no se imponen a una sociedad y esa es una de las grandes lecciones del siglo XX. Quienes lo intentaron, incluso con la mejor nobleza, con la mejor buena fe, en el sentido de que no tenían nada que ver con burocracia, corrupción y utilización de las masas populares, fracasaron completamente. Los pueblos tienen que ser el punto de partida y el punto de llegada de un cambio de la sociedad y ese es el pueblo pobre. Aquí no hay ninguna posibilidad de que las clases medias se unan a un proceso revolucionario como el que soñamos por un problema cultural: el individualismo, el consumismo, la nueva religión postmoderna, se lo impiden. Estamos obligados a un crecimiento desde las bases más pobres de la sociedad, en un proceso largo, difícil y complejo. La revolución bolivariana cada día está más lejos de Miraflores y más cerca de los barrios, de las fábricas y de los campos, y eso es un gran logro. 

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