domingo, 20 de diciembre de 2015

Foto: Archivo
El Libertador de América Latina, Simón Bolívar, legó a la historia documentos que dieron cuenta de su pensamiento visionario acerca de la integración latinoamericana, los abusos del imperio norteamericano, la responsabilidad de los funcionarios públicos, la trascendencia de la educación como derecho social, entre otros aspectos que hoy se mantienen vigentes.
Así, en cuanto a la conservación del ambiente, Bolívar también fue un adelantado. El 19 de diciembre de 1825, desde Chuquisaca, Bolivia, el Padre de la Patria emitió un decreto dirigido a una solución integral de los problemas relacionados con los recursos naturales, el cual no estaba dirigido solo al buen uso y aprovechamiento de las aguas, sino que se extendía a la vegetación y al cuidado de los suelos tomando en cuenta los valiosos aportes que tienen en el ciclo hidrológico.
En un conjunto de decretos y leyes elaborados por esos años, Bolívar también denunció la matanza de vicuñas (especie autóctona del altiplano andino que se encuentra en peligro de extinción) en el Perú, prohibió la quema y la tala indiscriminada de los bosques, ordenó la reforestación de un millón de árboles (cifra considerable para el momento), entregó al Estado la propiedad de las minas para garantizar su explotación racional e ideó la creación de un censo agrícola y una reforma agraria.
En una comunicación enviada a Francisco de Paula Santander, fechada 11 de marzo de 1825, ya alertaba del peligro de la destrucción ocasionada por la guerra y de la necesidad de actuar rápidamente para corregirla: “…Lo que se destruye es inútil a todos… y aquí no habrá sino inmensos desiertos propios para vivir al abrigo de estos males. En una palabra, lo que se destruye es nuestro y ya nos queda poco que destruir”, reseña el portal de la Revista Madre Tierra.
“No escapa al conocimiento del Libertador el alcance de los recursos de la naturaleza como condición indispensable para la supervivencia de los seres, y de éstos entre sí… Sin embargo, a la preservación de esos recursos se oponían la avaricia, el acaparamiento y el egoísmo más brutal. Así fue entonces en aquellos lejanos tiempos y aún conserva actualidad. De ahí que la palabra de Bolívar… tiene exacta vigencia en nuestros días. Como en tantas otras esferas, la voz de Bolívar tiene acento perenne y sentido universal”, comenta el destacado botánico venezolano Francisco Tamayo, en el prólogo de Un nuevo laurel para Bolívar.
En 2005, en Venezuela se creó la Misión Árbol, un programa inspirado en el Decreto de Chuquisaca que hasta la fecha ha reforestado más de 30.000 hectáreas y desarrolla planes para la participación protagónica del pueblo en la conservación del ambiente, la profundización de una conciencia ecosocialista y la recuperación de las áreas boscosas del país con fines protectores, agroforestales y comerciales-industriales.
AVN
 

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