jueves, 31 de diciembre de 2015

El elefante bocarriba

Delsa, María Corina y la leche Klim

Federico Ruiz Tirado

La diferencia empezó en la cuna. En la forma en que se incluye en sociedad y en cuál sociedad se vive y/o se sueña. Estoy seguro de que los sueños (los oníricos, quiero decir) de Lorenzo Mendoza, no son los mismos que los sueños de un Guanipa cualquiera, o de Andrés Velásquez, quien nació en un mogote de tierra Cariña, por más diputados que estos sean. Ellos sueñan con mitos acartonados porque       nunca leyeron a Freud o a Homero, mucho menos a Flaubert o Camus. Es decir, sueñan con signos o arcanos de vaqueros, con cosas híbridas, torcidas, que están en alto relieve en ciertas novelitas que jamás escribiría Don Marcial la Fuente Estefanía, ese gran Corín Tellado, ese exquisito Cervantes de los wésterns o de historias del Oeste gringo; sueñan con la vieja película El Dólar Perforado, con los Doce del Patíbulo, películas de James Bond (Los diamantes son eternos, cosas así). Todo depende de la cuna y de la mano que la mece. La cuna es un lar, un pesebre de Belén, no una caballeriza donde no hay caballos sino asnos lagañosos y eternamente esclavizados por la mala leche. La cuna es un arquetipo. En el caso de Maricori o Lorenzo es un dechado, en el caso de ciertos y tan poco aseados diputados de la MUD, un rastrojo poco dorado, parafraseando a Dylan Thomas: dime en que cuna naciste y te diré qué y cómo sueñas y qué leche te ayudó a crecer rico en vitaminas y en plata; dime en que cuna naciste y te diré en que casilla de la clasificación que hace Fernando Savater se mueven tus pasos, tus anhelos, tus cuentas corrientes, tus meriendas, tus cortes de cabello, tus cremas suavizantes y tu ropa íntima. Comencemos por la leche, no la mala que le ha tocado, por ejemplo, a Delsa Solórzano o a Pablo Medina. No, hablemos de la buena leche, esa que tomó Maricori o la Tintori y algunos de Primero Justicia: Borges, López; o por ejemplo Marcel Granier o los hijos de Gustavo Cisneros. La Klim, caja amarilla o azul marino mar Egeo.
La Leche Klim tiene una  georeferencia en la memoria individual del venezolano, directamente ligada al origen de clase. Delsa Solórzano por ejemplo conoció el pote de leche Klim, es verdad, porque lo tenía siempre, casi desde niña, a la vista en el primer plano del paisaje. Una lata grande algo oxidada y sucia, machacada en la punta entre morrocoyes y perros; latas donde crecían macollas de sábila y había mucha mierda de gallina, porque en el terreno contiguo a ese monumento casero de plantas sembradas en latas como preámbulo al imperio también casero de los primeros libros de auto ayuda, estaba el gallinero con su respectiva mata de sábila en el patio de la casa de la abuela materna.
En cambio, María Machado no la vio nunca o casi nunca porque era parte de su cotidianidad alimentaria. Dejada la teta como especie de contrafuerte polivitamínico, Maricori fue nutrida con leche Klim y compotas Gerber. Delsa no, ni Andrés tampoco: a lo sumo, teteros de una leche sin apelación controlé; incluso, mi hermano menor tomó teteros de topocho verde y de ñame, porque según mi Padre, comunista al fin, tenían hierro y vitaminas, todas las del abecedario.  La diferencia fundamental en ambos casos es de crianza, quién tomaba leche Klim hasta para bañarse y botarla en la poceta y quien sólo tendría acceso al pote como matero.
No es lo mismo preocuparse de niña por la agenda a cumplir en el año escolar que se inicia en Suiza, a preocuparse por saber a qué hora llegará alguien a buscar a Delsa al hogar de la abuela. O sea, no es lo mismo, pensar que si llueve, perdía el “rollete” y el alisado del día anterior a dedicarse a estimar cuál es el aroma  que combina mejor con su piel durante el verano europeo.
Desde la cuna rica, la de Lorenzo, nació el emporio que hoy lo arropa con manta egipcia. Desde el retablo donde nació Andresito o Pablo y retozaban las mulas, nació esa ambición de ambos de ser Poder, de ser como Chávez sin Chávez, jerarcas del mal llamado Nuevo Sindicalismo para terminar, en caso de Medina, como silueta que se pasea por las calles de Miami repartiendo un periodiquito escrito en español con algunas exclamaciones en inglés de bolsillo. La cuna, la cuna, la cuna: el origen de todo.
Vean lo que dice Wikipedia de nuestra belleza criolla Delsa:
Solórzano es abogada egresada de la Universidad Central de Venezuela, especialista en Ciencias Penales y Criminológicas, con estudios en diversas universidades del mundo y es activista de Derechos Humanos y articulista de los Diarios Tal Cual y El Universal, dos de los periódicos de circulación nacional más importantes del país. Fue profesora universitaria de la Universidad Santa María, y de la Universidad Central de Venezuela, donde dictó las cátedras de Derecho Penal y Criminología.
Fue dirigente de la oposición venezolana al gobierno de Hugo Chávez desde los inicios de su gobierno. Fue una importante dirigente de la Coordinadora Democrática, donde se encargó de llevar todos los asuntos legales de esa alianza opositora, y destacó al establecer las condiciones electorales y la defensa de las firmas para solicitar el Referendo Revocatorio de 2004. La Coordinadora Democrática fue disuelta en 2004 y pasa inmediatamente a las filas del partido Primero Justicia (PJ) donde igualmente conformó su Dirección Nacional.

Todos esos atributos vienen de su cuna, no hay dudas. Pero ella quiere, siempre ha querido, parecerse a Maricori, usar sus cosméticos y saber las marcas de sus prendas íntimas. Igualarse a Maricori es un intento propio de quien no tomó leche Klim. Por eso se inyectó los labios en el San Ignacio y la verdad es que no le queda mal ese recurso que, al menos aquí en Venezuela, lo practican miles de mujeres –y creo que hasta hombres- que no tomaron lecha Klim. El parecerse al otro que nunca será. María Machado es para Delsa Madame Bovary, aunque ésta no sepa quién es esa señora y la cuna donde la puso a nacer Flaubert.
Para Delsa, eso se llama tener sentido de lo moderno, fashion. A ella no le interesa la política en el plano que la concibió Maquiavelo o Sartre. Ser como Maricori y luego existir.
Hay otras ilustres personas que no les importa eso de la leche Klim: a Henry Ramos Allup, por ejemplo. Viaja a París y sabe de ciertos vinos que van bien a su paladar adeco, eso sí, y cobra su pensión. Macri no –otro ejemplo de ricos de cuna y de ladrones- le importa la Casa Rosada ni la leche de Holanda, aunque vaya de vacaciones a por mantequilla, la mejor del mundo, che. Lorenzo, me pregunto, querrá ser algún día Presidente de la República que armó Chávez. No sé, pero dudo que su cuna no se lo permitirá: ¿sabrá LM que en los suburbios e incluso los patios y los barrios cercanos al Palacio hay gente barrigona, llenos de grasa abdominal, pelos pegaos, motorizados audaces, manchas de chimó, venta de frutas y buhonerismo a granel que vende desde peines hasta chucherías, condones baratos y jugos de naranja con hielo? No creo. Los ricos como él pueden soñar con ser Presidentes, es verdad, pero si el barril de petróleo supera los cien dólares. Lorenzo se parece y no se parece a Macri en muchas cosas. Lorenzo da trabajo, seguro, pero acapara y especula. Se parece más bien a Archi. Macri tiene una mujer, un niño, un perro, una mecedora y se va de vacaciones porque nunca ha trabajado en su vida. Los ricos no trabajan. Macri deja al “Gendarme Necesario” encargado del gobierno y querrá adueñarse del acuífero del Guaraní.
Pero terminemos con Delsa y la leche Klim.
La única leche entera que ha sido fortificada con 20% de Hierro y además contiene 25% de Vitamina C que favorece su absorción”, reza una de sus propaganda.
Eso de la vitamina C la enloquece cuando se sienta al lado de Maricori. Para Delsa la vitamina C no es un elemento de la política, sino un remedio que se toma con obstinación cuando le da carraspera o gripa o para usarla como esa  cremita contra las ojeras y bolsas en el párpado inferior. Maricori nunca se enferma sino de ella misma, es decir de  jaqueca fotofóbica. Véanla ahora en la estampa de la victoria de la MUD. Sin la sonrisita ni el glamur de antes, a veces pegadita a Delsa, pero no para parecerse a ella, sino para llenar el vacío que ella misma dejó por sus loqueteras, como le pasó  Capriles, que habla solo y se volvió anoréxico , o como a Leopoldo López que habla desde un calabozo que Henry quiere liberar después que llegue de París.
La Klim no se consigue en Venezuela, Delsa.


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