Por: Richard Canan
Todas las metas del nuevo acuerdo sobre cambio climático alcanzado en la recién finalizada Conferencia de la Organización de Naciones Unidas realizado en París (CP.21), tienen fechas que nos parecen increíblemente lejanas en el tiempo, van desde el año 2016 hasta el 2023. Sin embargo, el solo hecho de haber logrado un amplio consenso entre los 195 estados miembros es un extraordinario y grandísimo logro. Más cuando el anterior instrumento, el Protocolo de Kioto sobre el cambio climático (firmado en 1997 pero en vigencia desde 2005) fue ratificado por 187 países, pero con la vergonzosa excepción de Estados Unidos, no por casualidad el mayor generador de gases de efecto invernadero del planeta.
En París sí hubo acuerdo. Y es que cientos de instituciones científicas tienen años alertando que el cambio climático es la mayor amenaza para la humanidad. Una amenaza para el sostenimiento de la vida en nuestro planeta. Nuestro maltratado, explotado y contaminado planeta.
El objetivo principal del acuerdo de París persigue contener el calentamiento global. Para ello se requiere “Mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 ºC con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 ºC con respecto a los niveles preindustriales, reconociendo que ello reduciría considerablemente los riesgos y los efectos del cambio climático”.
Nuestro planeta tiene una temperatura global estimada de 15 grados, para mantenernos en estos niveles los estados se han comprometido a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (dióxido de carbono, gas metano, óxido nitroso, hidrofluorocarburos, perfluorocarburos, hexafluoruro de azufre y, lamentablemente, muchos más). Estos gases capturan la radiación solar generando el acelerado calentamiento del planeta, y por lo tanto provocando el indetenible deshielo en los polos, aumentando el nivel del mar y generando grandes desastres naturales.
El acuerdo de París plantea de lleno el sensible tema de la “descarbonización total”, es decir la sustitución o eliminación de todos los productos o procesos que generen emisiones de gases con efecto invernadero. Esto con el objetivo de “alcanzar un equilibrio entre las emisiones antropógenas por las fuentes y la absorción antropógena por los sumideros”.
El documento señala la imperiosa necesidad de “Aumentar la capacidad de adaptación a los efectos adversos del cambio climático y promover la resiliencia al clima”. Destacando el impresionante concepto de resiliencia, el cual se refiere (según el Diccionario RAE), a la “Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos” y la “Capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido”. Que crudeza. Más alertados no podemos estar.
El acuerdo propone una hoja de ruta para que los países participantes puedan contar con financiamiento y asesoría técnica. Y demanda mayores aportes de los grandes países industrializados (los más contaminantes), brindando más apoyo y financiamiento a los países más pequeños y vulnerables (principales víctimas del calentamiento global).
Esto va desde grandes proyectos de sustitución de las energías fósiles (como el petróleo y el carbón), hasta el financiamiento de proyectos de plantación de grandes bosques, absorbentes naturales del dióxido de carbono.
La delegación de Venezuela en el acuerdo de París, propuso “alcanzar un acuerdo vinculante, justo y equitativo que permita realmente contribuir con la preservación de la vida en el planeta”, que “contemple la diferenciación entre los países contaminantes y los que sufren sus efectos”.
Sobre este tema siempre destacan las propuestas visionarias y de vanguardia del Comandante Chávez. Un legado imprescindible que debemos seguir con orgullo y entusiasmo.
Así tenemos, en primer lugar, que en el Quinto de los Grandes Objetivos Históricos del Plan de la Patria el Comandante delineó loables mecanismos para Preservar la vida en el planeta y salvar a la especie humana (muy por encima de las sandeces y burlas del maniático depresivo e intrascendente de Capriles, al cual la ONU le acaba de demostrar que solo balbucea disparates). Allí definió la impostergable “necesidad de construir un modelo económico productivo ecosocialista, basado en una relación armónica entre el hombre y la naturaleza, que garantice el uso y aprovechamiento racional y óptimo de los recursos naturales, respetando los procesos y ciclos de la naturaleza”.
En segundo lugar, el Comandante Chávez levantó la voz en todos los organismos y foros internacionales para denunciar la inmoral voracidad del sistema capitalista mundial y su “modelo de desarrollo destructivo” que sobreexplota y viene acabando con nuestros recursos naturales. Por eso, en la conferencia sobre Cambio Climático de Copenhague en el año 2009 sentenció, en defensa de toda la humanidad:
“No cambiemos el clima ¡Cambiemos el sistema! Y en consecuencia comenzaremos a salvar el planeta”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario