De traiciones, lecciones a contraofensiva
Los 16 años de trabajo y dignificación del pueblo, con reivindicación de sus derechos a la vivienda, pensiones, acceso a las herramientas tecnológicas, a medios de transporte, alimentos subsidiados, educación y salud gratuitas; alfabetización de la población, democratización del sistema electoral, no fue suficiente para evitar que la derecha se apropiara de la Asamblea Nacional. Desde ya, sin siquiera instalarse, amenaza con derogar leyes como la del trabajo, la de precios justos, entre otras estratégicas que pretende tocar, como la de Hidrocarburos. Las guerras económica y mediática; unidas al tema de la inseguridad, falta de respuestas e ineficiencia de algunas instituciones, la falta de voluntad para oír al río pueblo y el diálogo interno fracturado en alguna medida, pudo más. Como dijo Gino González, “Los pueblos no son libres solo porque se alimentan”.
Días después de las elecciones parlamentarias, de la derrota electoral que sufrió el chavismo, que sufrimos quienes desde el alma y de manera irrestricta e incondicional seguimos defendiendo el proceso revolucionario, son cientos las reflexiones, análisis y conclusiones a las que muchos y muchas llegan. El debate ya se abrió entre la gente para entender la causa que produjo este resultado -advertido con anterioridad en diversos espacios aunque tal advertencia fuera ignorada- que entregó una de las trincheras más importantes de la Revolución a la derecha golpista de este país. El momento es de reflexión, pero más, es para corregir de manera urgente, dejando a un lado la soberbia, los errores que en una porción importante han querido ser omitidos o ignorados.
Ha sido un duro revés, más terrible que la derrota del Referéndum Constitucional del 2007. Quizás lo más delicado que ha sufrido el proceso luego de la muerte del Comandante Hugo Chávez, por el costo para la soberanía del país y probablemente para el proyecto de unión de los pueblos de la región.
Efectivamente la MUD, la derecha rancia y reaccionaria de este país, en esta oportunidad y por ahora, conquistó la mayoría de votos. Pero el propio Henry Ramos Allup admitió que el resultado se debió, no a que ellos hayan crecido, sino a que capitalizaron el descontento de la gente con el gobierno. Es decir, los votos siguen siendo en contra de Chávez o ahora en contra de Maduro y no a favor del proyecto neoliberal que la derecha plantea, muy parecido al ya anunciado por el presidente Mauricio Macri en Argentina, que golpea a los más pobres, como es la lógica del capitalismo. Y un porcentaje de esos votos fue como respuesta a la situación que vive el país, el llamado voto castigo que puedo haber sido tanto para el gobierno como para el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
La derecha basó su campaña en potenciar las deficiencias del gobierno, que en gran medida se deben a la injerencia de factores externos que han abonado -con la especulación, el acaparamiento y otros- a la crisis económica que se vive, producto de la debilidad en materia de producción, herencia de una economía rentista que fue impuesta por los gobiernos adeco-copeyanos representados muy bien en la Fedecamaras de ayer y de hoy que pide afectar los derechos conquistados para trabajadores y trabajadoras.
El voto castigo fue para las malas gestiones locales y en contra de las colas, las grandes vencedoras de esta contienda.
Desconocer que las y los venezolanos han sido sometidos en estos casi 3 años a una guerra sin cuartel, cuyo objetivo era desmoralizarlos y divorciarlos del único gobierno que ha defendido sus derechos; dignificado su vida, que les ha incluido indistintamente del partido al cual pertenezcan, con el fin de derrocarlo, no sólo es mezquino sino estúpido. Esa es una de las razones principales por las que la derecha llegó a la Asamblea Nacional.
Otra de las causas que no podemos soslayar y que sería indigno y hasta traidor negar, es la falta de respuestas de algunas instituciones públicas a los problemas y demandas de la gente. Y aquí la estructura del partido de gobierno (PSUV) tiene también su responsabilidad, como el propio movimiento popular que muchas veces calló frente al chantaje de ser calificado contrarrevolucionario o ante el miedo de afectar los procesos electorales, como si en estos 16 años hemos tenido algún espacio no electoral, con 20 procesos que además reiteran el carácter ultra democrático, participativo y protagónico de la Revolución bolivariana.
No es posible ocultar el esfuerzo que el gobierno bolivariano ha hecho para atender las necesidades del pueblo -traducido en entrega de casi 1 millón de viviendas; cerca de 3 millones de pensiones a adultos mayores; 4 millones de computadoras gratuitas a las y los estudiantes; de electrodomésticos; subsidio de alimentos de la cesta básica con acceso además a mercados populares; fortalecimiento del sistema de transporte público; acceso a la compra de vehículos de uso particular y público, en algunos casos exonerados de pago; gratuidad en todos los niveles de la educación; la universitaria parroquializada; textos escolares etc. Sin embargo, las deficiencias de las gestiones públicas siguen siendo un factor en contra y en algunos estados y municipios los votos fueron en respuesta al abandono que el pueblo sintió por parte de mandatarios locales y regionales que pareciera tenían cosas más importantes que atender que oír a la gente que les eligió y que a viva voz declaraban las fallas y el costo político que ellas traerían.
La falta de voluntad para escuchar las piedras que en el río pueblo sonaban y la soberbia de funcionarios de diversos rangos, impidió que se le diera una lectura apropiada y se midiera la dimensión de la posible respuesta del 6-D. El 1x10 no fue efectivo. Muchos militantes aparecieron hasta en 3 listas del mentado sistema.
Entre los análisis algunos señalan que el pueblo no ha sido suficientemente formado en lo político para discernir entre manifestar descontento y traicionar. Y es cierto, porque en los pasados comicios muchos de los que apoyaron a la MUD votaban por la Revolución. Pero pretender que la mayoría que “saltó la talanquera” lo hizo sin saber lo que hacía, es subestimar la capacidad del pueblo de decidir. Es insultarlo también.
Claro que ha faltado formación; no solo a través de escuelas de ese tipo, sino que los medios han fallado en esa tarea y hasta algunos han deformado lo que se había adelantado con un maestro que todos los días nos enseñaba la historia que nos liberó y nos llenaba de reflexión política. La burocratización del movimiento popular, la institucionalización de las iniciativas y la captación de cuadros para los cargos en el aparato público, también han hecho lo suyo.
Probablemente muchos de las y los compatriotas votaron con el estómago; desde la rabia, por soberbia, pero un porcentaje importante sabía lo que hacía. Es decir, que tiene responsabilidad y que en adelante debe enfrentar las consecuencias de su decisión. El pueblo no es impoluto necesariamente, no es en su totalidad un mar de pureza. Los pueblos como aciertan se equivocan, así como erran quienes dirigen procesos. Por ello la rectificación es lo más valioso, cuando aún hay tiempo.
Lo que debemos tener claros todos y todas es que el 6-D lo parimos colectivamente, que nadie puede evadir su responsabilidad, que el pueblo, el gobierno, el PSUV, el Gran Polo Patriótico y las instituciones militares comparten responsabilidades, así como la derecha que hizo su trabajo: impulsó las colas, el acaparamiento; potenció la ya existente inseguridad y utilizó a su favor, como se debe hacer, todo el arsenal mediático para esta contienda, con financiamiento internacional o no, pero lo hizo. Todos somos responsables, incluso aquellos que hoy se lavan las manos con el “yo lo dije…yo no fui”.
Derrotada la matriz internacional
Perdimos las elecciones parlamentarias y le ganamos a la derecha internacional que acusaba al gobierno bolivariano de dictadura, de manejar los procesos electorales, de fraude en complicidad con el Consejo Nacional Electoral.
Pero los planes del imperio en contra de Venezuela no pueden ser desmontados como la matriz internacional contra la patria venezolana.
De la boca de la derecha cae la baba por sentirse más cerca del control de la petrolera estatal PDVSA; de las empresas de Guayana. Se frotan las manos ante la posibilidad de acordar con el Fondo Monetario Internacional, de retornar al ALCA, de beneficiarse directamente de los acuerdos internacionales que se han logrado en estos años de Revolución.
Para ello, la derecha nacional e internacional no escatimará en esfuerzos para activará las herramientas que tenga a la mano y no
Rectificación necesaria
El presidente Nicolás Maduro, quien sigue siendo el presidente constitucional del país, electo por la mayoría de votantes, incluso por los que el 6-D “se vengaron”, ha llamado a dialogar al Gran Polo Patriótico, al PSUV y otros. Sin duda creemos que este diálogo debe abrirse mucho más. Que es hora de un diálogo nacional con aquellos sectores que se sintieron excluidos de esas mismas instancias que hoy son convocadas a este debate.
Hay que tomar en cuenta las opiniones y propuestas que todos y todas puedan aportar y atender el tema económico, principal factor de la derrota electoral. El enemigo natural de la Revolución, el imperialismo con sus laboratorios como la CIA y el MOSSAD, estudiaron nuestras debilidades y allí metieron el dedo.
El sistema cambiario, el otorgamiento de divisas preferenciales; el reimpulso y apoyo al aparato productivo nacional; la depuración de puertos, aeropuertos y alcabalas; la activación de un sistema que permita el control de precios sobre todo en los rubros más sensibles deben ser parte de esa “nueva etapa de la Revolución”, cuyo nombre propondríamos repensar.
Pero además del gobierno, hoy toca a las y los trabajadores demostrar su fuerza, su organización y su capacidad y compromiso para echar adelante los proyectos que se le han entregado. Es momento para que los consejos comunales y comunas más allá del discurso se midan en capacidad y voluntad.
Debemos con nuestro aporte y trabajo incansable demostrar con hechos que valoramos el esfuerzo descomunal hecho por Maduro a quien le tocó una de las más delicadas etapas de este proceso. Que a pesar de la estatura de Hugo Chávez, quien lo dejó encargado de continuar el trabajo, Maduro ha demostrado con dignidad estar del lado del pueblo.
Contraofensiva revolucionaria
Tenemos todos y todas que gritar menos y hacer más. Que como quien juega truco, mostrar el perico para ganar esta partida decisoria y dejar de vociferar lo que no hemos hecho o lo que no tenemos. Estas pocas propuestas, de las muchas que sabemos están hoy pululando entre el río pueblo, no son en orden de importancia.
-Coherencia en lo que se dice y lo que se hace: El discurso necesariamente debe acompañar a la acción. No podemos hablar de socialismo, impulsar las cooperativas, las empresas de producción social, etc. y promover el consumo. Debemos hacer un esfuerzo por entender que las políticas del gobierno son para suplir las necesidades y no para hacer negocios. Quien compre una nevera subsidiada debe comprender que es para sí, para su familia y no para especular. Pero ello debe partir del ejemplo que den quienes estén en cargos de responsabilidad.
-Administrar la palabra: La exposición en pantalla de funcionarios y de todo cuanto se piensa, lo que se planifica hacer, se pudiera o no llevar a cabo, no es la solución. Debemos a nuestro humilde juicio, administrar la palabra y anunciar aquello que ya está aprobado, hecho, eso sí, decirlo mucho, explicarlo lo suficiente, propagar los logros y las buenas gestiones. También incrementar más las discusiones y debates internos. Hay que recuperar el carácter pedagógico del mensaje. No podemos pretender dialogar con los contrarios cuando dentro no nos entendemos ni nos toleramos.
-Dosificar la improvisación: Los músicos saben que incluso la improvisación debe ser estudiada. Los procesos deben ser analizados antes de anunciarlos. Apurarse no es llegar más rápido. Tenemos que darnos el tiempo necesario para diseñar las soluciones a los problemas. Errar es de humanos, pero lo ideal es fallar lo menos posible.
-Bajarle 2 a la televisión: Las líneas no pueden ser lanzadas desde un programa de televisión por un o varios conductores o conductoras, por más comprometidos o comprometidas que sean, y por más acertados que sean sus análisis. Confundimos ciertamente la opinión con la dirección política y allí hay otra debilidad por superar. La televisión debe asumir su rol de espacio para informar, para aportar recreación y no distracción; para mostrar nuestra diversidad cultural y potenciarla, para formar, para debatir y reflexionar y para servir al pueblo. No puede ser un espacio para reducir la conciencia.
-Cultura en lugar de farándula: Ciertamente urge construir desde las bases las políticas indispensables para lograr una revolución cultural. La afinidad de sectores artísticos con el proceso es maravilloso, pero no pueden éstos dirigir los procesos culturales del país. Lo popular es diverso y no necesariamente está conectado con la farándula. Hay que llamar a los diferentes cultores y cultoras del país para que aporten y que sus propuestas sean sistematizadas y respetadas. “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” dijo el maestro Jesús.
-Dar mayor sentido a los espacios recuperados: El esfuerzo por recuperar los espacios para el pueblo no puede perderse omitiendo el contenido que hay que poner en esos lugares. Debemos administrarlos con criterio de formación y de intervención de la conciencia. Hagamos de esos espacios lugares para soñar pero también para conquistar voluntades para la Revolución.
-Movilización popular no burocratizada: Es necesario recuperar el espíritu combativo, maravilloso, espontáneo que vivimos en abril 2002 y que fue decayendo progresivamente. Confiar en el pueblo es confiar en el movimiento popular, en su capacidad creadora. Las iniciativas de movilización, de organización, de solidaridad no pueden ser únicamente direccionadas desde la institución burocrática. Volvamos a tomar la calle!
-Combatir la impunidad: La impunidad es uno de los ingredientes más letales del proceso y es hora de hacer justicia con los y las venezolanas que hemos padecido desde la desaparición de familiares hasta la injusticia e indiferencia de los funcionarios públicos, aun por transformarse en servidores. Es necesario combatir con mayor fuerza la especulación que se ha desatado en el país. A la corrupción en todos los estamentos debe ponérsele freno. El castigo ejemplarizante es necesario sin que nos convirtamos en inquisidores.
-Abrirnos a la autocrítica: Para nadie es fácil escuchar de otros sus errores; reconocer no es sencillo pero es necesario. La autocrítica debe ser una política para poder advertir las fallas de la Revolución. Sólo reconociendo los errores se pueden corregir. La condena y exclusión de quienes hacen duros señalamientos no es lo más apropiado. La crítica desde el compromiso y desde la lealtad al proceso deber ser concebida como un remedio indispensable. En los medios públicos se debe de manera obligada contar con espacios para ello.
Asumamos que esta es una oportunidad de oro para corregir las fallas del proceso, rectificar el rumbo y avanzar en nuevas estrategias. Pero la revisión debe ser desde todos los espacios. Insistimos en la necesidad de dejar a un lado la prepotencia que en nada ayuda y asumir realmente con humildad sincera el momento que vive la Patria.
Estamos seguras que son muchas las propuestas que escucharemos en estos días. Somos un pueblo afortunado a pesar de este revés. Somos millones conectados con el amor y la Patria. Millones de almas que demostramos que nada puede en contra de nuestra voluntad. Hagamos lo mejor, nuestro mayor esfuerzo por defender la soberanía y nuestras conquistas. Abracémonos en este momento y que la solidaridad revolucionaria brote desde lo más profundo.
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