Néstor Francia /Análisis de Entorno:
Salvar el Titanic
En su excelente artículo “Titanic”, publicado ayer, Luís Britto García presenta un brillante texto metafórico que interpreta el sentimiento de angustia que sufrimos muchos revolucionarios venezolanos. La nave supuestamente insumergible se encuentra frente a un iceberg y ante la posibilidad de hundirse. Se habla, se crea comisiones, se da órdenes, pero el peligro sigue allí, sobre todo porque parece no haberse entendido a plenitud la necesidad de cambiar radicalmente el rumbo que traíamos y que podría culminar en el hundimiento del barco.
No estamos pensando para nada que para el Presidente Maduro y nuestro Gobierno las cosas sean fáciles. Hemos sufrido una dura derrota y no es cualquier cosa tener que actuar en esa situación, escuchar todas, las críticas y opiniones, tener que “cambiar los cauchos con el carro rodando”, gobernar y a la vez promover todo tipo de cambios, enmendar los errores, etc. Además, la cosa se complica porque no solo el Gobierno está obligado a cambiar el rumbo, sino sobre todo el movimiento revolucionario en general y este tampoco pareciera estar comprendiendo la dimensión de los actuales retos. Estamos urgidos de transformar de raíz los paradigmas, modificar diametralmente nuestro discurso, romper con atavismos, mitos y leyendas urbanas fallidas que abundan en el chavismo, desdeñar el sectarismo, la prepotencia y el narcisismo político y cambiar todo ello por amplitud, flexibilidad táctica, humildad y constricción. Si acaso esto está ocurriendo, lo hace a un ritmo demasiado lento y el tiempo se nos acorta. O damos un fuerte y diametral golpe de timón o daremos de frente con el iceberg y seremos una nueva versión del Titanic.
Por supuesto, lejos de nosotros la intención de pontificar. No tenemos empacho en decirlo: estamos tan confundidos como cualquiera, por eso la voluntad de cambio profundo debe crecer en todos nosotros, solo podemos lograrlo entre todos. Y para más Inri, la cosa es para ya, el tiempo nos acosa.
Pero no solo hay el problema del tiempo y de las dificultades señaladas. Además está el hecho de la imposibilidad de prever en absoluto como se desenvolverán los acontecimientos en el futuro inmediato, lo cual nos obliga a montar una complicada táctica que nos permita prepararnos para diversos escenarios. Muy distinto es que los asuntos encuentren cauce por la vía constitucional y electoral, a que haya un rompimiento de las reglas que nos lleven a una confrontación de otro tipo. Para el primer escenario, deberíamos emprender acciones de gran amplitud, de amplia apertura hacia una parte importante del país de la cual nos hemos alejado. Pero por otra parte, por si el escenario que se da es el de confrontación no constitucional, también debemos actuar para fortalecer la cohesión y la moral del chavismo militante y consciente, pues esto equivale a alistar bien a nuestras “tropas” para el combate. No son dos movimientos fáciles de combinar, pero tenemos que hacerlo, no me pregunten cómo. Más bien tratemos todos de opinar y ayudar a encontrar los caminos, que están llenos de maleza, de obstáculos y con trechos donde se vislumbra oscuridad.
La probabilidad de un escenario de confrontación institucional, de calle o armada, o una combinación de todas ellas, es alta. Por eso hace bien el Presidente Maduro en preverlo, cuando dice que “Nosotros esta Revolución no la vamos a entregar jamás, tenemos la razón moral, ética, constitucional e histórica, entonces yo digo: ha llegado la hora otra vez de que la izquierda, los movimientos progresistas y revolucionarios, estudiemos la estrategia y revisemos todo lo que tiene que ver con la defensa integral de una revolución en tiempos del siglo XXI, y cómo una revolución que ha querido ir por la vía democrática, electoral, y hacer las reivindicaciones históricas, defiende su derecho a existir utilizando todas las formas de lucha y organización que una estrategia integral nos permita para ser victoriosa”.
No la tenemos fácil, ninguno de nosotros, tampoco el presidente Maduro. Ahora bien, no nos toca sino acelerar la marcha de nuestro cambio radical, en el sentido que lo expresa el propio Presidente: cambios en la forma de gobernar, de hacer política, de organizarnos y en nuestro discurso. Hay que tomarse esta vaina en serio para poder salvar el Titanic.
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