viernes, 4 de mayo de 2012

Portugal, más pobre tras otra ronda de recortes

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El 6 de abril se cumplió un año de la petición de ayuda que el Gobierno de Lisboa cursó a la “troika” formada por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Central Europeo y la UE. 78.000 millones de euros que no han servido para que Portugal haya mejorado desde entonces. Al contrario, como si el país hubiese querido dar la razón al Nobel de Economía y execonomista jefe del Banco Mundial, Joseph Stiglitz, quien en varios de sus libros ha relatado exhaustivamente los despropósitos causados por el FMI en los Estados que antes demandaron su intervención, las tierras del Occidente peninsular son hoy más pobres y más vulnerables a los mercados.

Tanto que si en 2010 la economía portuguesa había crecido un 1,4 por ciento, en 2011 se contrajo en 1,7 por ciento y el Producto Interior Bruto (PIB) nominal se situó en 171 millones de euros (menos que la Comunidad de Madrid) para agudizar aún más la crisis en el último trimestre del año y el primero de 2012, en el que las caídas rondaron el 3 por ciento.

Política de recortes
No es difícil imaginar que, tras la contracción se encuentran los duros recortes que el Ejecutivo del conservador Pedro Passos Coelho decretó tras su llegada al poder en junio de 2011. Los ajustes en el sueldo de los funcionarios y la desaparición de la paga extraordinaria de Navidad, así como el aumento del desempleo hasta el 15 por ciento, provocaron una severa disminución de la capacidad adquisitiva e inversora de las familias portuguesas. Sin recursos, el consumo interno cayó un 6,2 por ciento, según datos del Instituto Nacional de Estadística portugués (INE), e hizo habituales los cierres de los tradicionales comercios de proximidad en las ciudades lusas, así como de los locales de restauración. Las pérdidas en el sector hostelero se dispararon en un 143 por ciento durante los tres primeros meses de 2012 con respecto al mismo trimestre del año anterior, contribuyendo a la degradación de los centros históricos portugueses, golpeados también por un mercado inmobiliario estancado pero inaccesible aún para una buena parte de la población.

La emigración de los jóvenes
Ante este panorama tan desolador, la emigración se ha convertido en el último año en la tabla de salvación de muchos jóvenes portugueses, retomando la senda de otras generaciones que en la última época del salazarismo y en los años ‘80 dejaron el país. Aunque nadie habría pensado que sería Passos quien propusiese a sus conciudadanos que se marchasen a Brasil o Angola en busca de trabajo en unas declaraciones que fueron especialmente contestadas. No sólo demostraba que el Ejecutivo no tenía un plan para combatir el desempleo, sino que obviaba el dolor y el desarraigo que históricamente había sufrido la diáspora portuguesa queriendo ahora tornar un fenómeno que ha padecido la casi totalidad de los hogares portugueses, en un gesto baladí y arbitrario. No obstante, nadie ha olvidado en el país cómo Fernando Pessoa, portugués nacido en Sudáfrica, cantó a los que se marcharon ya desde la época de la Expansión. “Mar salada, cuánto de tu sal son lágrimas de Portugal. Por cruzarte, cuántas madres lloraron, cuántos hijos en vano lloraron”, dijo el poeta en unos versos irremediablemente cargados de actualidad que resisten a la lucha de Passos contra su propia historia.

Por el momento y mientras resuena la voz del escritor, en una decisión sin precedentes y apelando a la austeridad, el primer ministro ya ha declarado no festivos el día de la República (5 de octubre) y el primero de Diciembre, fecha en que Portugal conmemora su independencia de España. El mítico 25 de abril, que vio nacer la Revolución de los Claveles, resiste aún hoy, aunque quién sabe por cuánto tiempo.


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