Pablo Neruda y Che, con Chávez en la iglesia
Autor: Eligio Damas
“El fusil y el evangelio se unieron en manos de Camilo”.
Alì Primera.
Pablo Neruda estuvo en la España de la guerra civil, en la època de las luchas del Quinto Regimiento y del general del pueblo Juan Guilloto Leòn, màs conocido como Modesto; caminò las calles del Madrid sublevado, oloroso a pòlvora y prodigioso en heroismo, alguna vez acompañado de Federico Garcìa Lorca, Miguel Hèrnandez y de ambos a la vez. En una de esas correrìas se topò con el Libertador:
“Yo conocì a Bolìvar una mañana larga.
En Madrid, en la boca del Quinto Regimiento.”
Estaba allì, en su cuerpo enjuto, en medio de las multitudes que se movilizaban por la repùblica, con sus puños agitados y voz ronca, contra la agresiòn y regreso de las fuerzas oscuras.
“Padre, le dije,
¿eres o no eres, o quièn eres?
Y mirando al Cuartel de la Montaña, dijo:
Despierto cada cien años, cuando despierta el pueblo.”
La noche del jueves santo, recièn llegado de Cuba, en su Barinas natal, rodeado del ìntimo cìrculo familiar, dentro de una iglesia y al pie del nazareno, el presidente Chàvez, algo inusual, como muchas de las cosas suyas, hizo menciòn al fragmento anterior del poema a Bolìvar.
Pero su audacia fue mayor; tambièn recordò una ya muy conocida expresiòn de Ernesto “Che” Guevara, en la oportunidad de despedirse por su partida a Bolivia y al sacrificio, “siento entre mis piernas el costillar de Rocinante.”
La audacia, inusual, lo trascendente, estuvo que un presidente de este lado del mundo, ponderase dentro de una iglesia catòlica y un acto propio de aquel recinto, a dos hombres como esos. Lo màs significativo, dos sacerdotes allì presentes mostraron satisfacciòn y complacencia por aquello. Neruda, Guevara y el catolicismo se encontraron, no en la puerta, sino dentro del templo mismo a travès de Hugo Chàvez. Algo no sòlo inusual, inèdito, sino digno de ser reconocido. Porque Chàvez, bien sabe, como tambièn los sacerdotes, que en la calle, entre la gente del pueblo, esos encuentros son repetitivos y ancestrales. Esa fue una de las circunstancias que en este paìs generò el caracazo y Chávez pudo percibir. Antes Alì Primera cantó el encuentro del “fusil y el evangelio, en las manos de Camilo.”
Neruda, en su poema, reconoce lo que para èl, un poeta, un soñador, el pueblo, la multitud explotada y ansiosa de justicia, pare los hèroes, sus dirigentes; no vienen hacia èl, sino que estàn en sus entrañas y aparecen en medio de las crisis. Por eso, “despierto, cuando despierta el pueblo”. Es el pueblo, la mayorìa, el rector del cambio y de la construcciòn de las nuevas sociedades, “el yo”, se hace presente como una emanaciòn de aquel en el momento oportuno.
Y le vio justamente en “la boca del Quinto Regimiento”, el cuerpo armado màs representativo del pueblo, aquel que quiso ir a “Morir en Madrid” para parar a Franco. Modesto, un humilde obrero de aserradero, fue una de sus figuras y jefes màs notables; uno màs de los portentosos y prodigiosos partos de las multitudes en su acciòn creadora.
El “Che”, màs idealista que el poeta, aunque esto parezca un “sacrilegio”, sintiò al Quijote posesionarse de su cuerpo y el “costillar de Rocinante entre sus piernas”. Si muchas razones tuvo, fue aquella una de ellas. El deseo de justicia, amor por la gente humilde y el futuro de la especie, le llevaron a las sierras bolivianas a vivir su poema, su hazaña èpica. No obstante su gesto fue un campanazo y llamado a la audacia y sacrificio por lo grande.
El presidente en su alocuciòn de jueves santo, entre Cristo, sacerdotes de la iglesia catòlica, sus màs ìntimos y dentro de un templo, dijo algo novedoso – ¡si!, eso dije, novedoso – “si colacàsemos a Cristo entre el capitalismo y socialismo, no hay duda que èl estarìa con el socialismo”. Pero dijo otras cosas màs, como “Cristo dame tu corona de espinas aunque sangre”. “Dame tu cruz que yo la llevo; pero dame vida aunque sea sangrante”. “Todavìa tengo mucho por hacer”.
Pero este Chàvez, con insistencia, asì como recordò al Bolivar en la boca del Quinto Regimiento, en un Madrid amotinado contra el fascismo, dentro de la multitud como “pequeño capitàn”, es persistente en recordar que èl “es sòlo una pequeña brizna arrastrada por el vendabal revolucionario”. Para eso pide vivir, como lo va hacer por largos años, porque él, es hijo de Elena, la maestra de escuela de la llanura de Barinas, pero tambièn el parto heroico del pueblo, ese que despierta cada cien años.
Por eso, por tener clara conciencia del rol que desempeña, como “pequeño capitàn”, para decirlo de nuevo a lo Neruda, pide a Cristo, un Quijote de su tiempo, un formidable capitàn, le protega, bendiga y ayude a continuar su tarea que también tiene que ver el estímulo del “costillar de Rocinante”.
El humilde hombre no es él, es la encarnaciòn del pueblo, el mismo del “Por ahora”. Y por él, como cantó Neruda:
“Por eso, es hoy la ronda de manos
Junto a tì.
Junto a su mano hay otra
Y hay otra junto a ella
Otra màs hasta el fondo
del continente obscuro.”
Por lo que ahora acontece en nuestra Amèrica; eso de gigantescos ramilletes de manos enlazàndose; el despertar al mismo tiempo de una multitud desde Mexico a la Patagonia, lo que nos viene es vida verdadera. Viene Bolìvar y no sòlo; detràs suyo una multitud de hèroes de todos los espacios populares, sin exclusiones.
damas.eligio@gmail.com
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