El camarada Fabricio Ojeda, periodista de profesión, encabeza la lista de los asesinados durante el régimen de Raúl Leoni (1964-1969).
Las autoridades de la época argumentaron que el dirigente revolucionario “se había suicidado con el cordón de una persiana” en los calabozos del temible SIFA.
El 21 de junio de 1966, la familia y sus compatriotas de lucha insistían en que a Ojeda lo asesinaron agentes civiles del Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (SIFA), en su sitio de reclusión.
El SIFA funcionaba en el Palacio Blanco frente al Palacio de Miraflores, lugar donde trasladaban a todo ciudadano sospechoso de atentar contra el régimen puntofijista de la época. Allí se realizaba la degradación de la persona y la tortura como práctica para la delación y posterior persecución de los revolucionarios en lucha, mediante la actuación de grupos de civiles esbirros encargados de realizar esas tareas despreciables.
Las actuaciones de espionaje político del SIFA eran muy amplias y definidas, de acuerdo con las denuncias de la época, las torturas y demás aberraciones y violaciones de los derechos humanos estaban solapadas como control social por parte de la justicia penal ordinaria, pero protegidas por el fuero castrense.
Ese escuadrón de la muerte llamado SIFA, lamentablemente, detuvo a Fabricio Ojeda; periodista y dirigente revolucionario nacido en Boconó estado Trujillo, en 1929. Fue un valiente camarada que asumió la presidencia de la Junta Patriótica que derrocó a Marcos Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958.
Ojeda fue electo diputado al Congreso de la República por su partido, Unión Republicana Democrática (URD) pero, harto de las injusticias contra el pueblo que lo eligió como su representante, decidió renunciar a la curul para tomar el fusil y acompañar a las guerrillas que se alzaron contra el régimen de Rómulo Betancourt.
La carta de renuncia que leyó ante la Plenaria de diputados, se convirtió en icono para demostrar su valentía, para denunciar y enfrentar las tropelías y desmanes de quienes traicionaron el ideal de 1958, la dirigencia puntofijista.
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