miércoles, 19 de junio de 2013

Sacudir a la vieja izquierda

 Juan Barreto Cipriani
nueva izquierda Una nueva izquierda tiene que armarse intelectualmente para comprender, por ejemplo, las irrupciones socio-políticas del mundo árabe que dan al traste con todas las fórmulas tradicionales de interpretación del espacio público. Esa voluntad de lucha de tanta gente, digamos en Egipto (sin aparatos, sin parafernalias, frente al poderío del gobierno), contra la corriente, teniendo que negociar con una Junta Militar que obviamente los defraudará, pero allí están. Igual ocurre en Marruecos, una juventud lúcida que tiene claro los límites de la Monarquía pero que sabe medir los tiempos para demandas más radicales. ¿Cómo entender la significación subterránea de los indignados de Israel? Un amplio movimiento que descoloca la lectura convencional de la política. Lo mismo con los indignados españoles y sus ramificaciones europeas que están revolviendo la vieja agenda de la democracia representativa.
Otra izquierda tendría que hacerse de una nueva caja de herramientas para entender la explosión de violencia que conmueve a Inglaterra más allá de las socorridas fórmulas de la “lucha de clases” y clichés del mismo tipo. Londres en llamas es una escena de horror que muestra en la superficie lo que existe cotidianamente debajo de la alfombra: una maquinaria productora de exclusión que la vocería oficial califica simplistamente de “delincuencia”. ¿Qué tienen en común esta manifestaciones extremas de anomia social con la matanza en Noruega propinada por un fanático ultraderechista, con aquellos incendios de automóviles en los suburbios franceses, con la revuelta griega contra el paquete neoliberal que viene a “rescatarlos” y la ola latinoamericana de movimientos anti-imperialistas.
Esta brevísima muestra de eventos en la escena política (lo mismo podría hacerse en el ámbito cultural o en la vida privada de la gente) es ya suficiente para ponderar la magnitud del estremecimiento teórico que debe sacudir a la vieja izquierda, la enormidad del esfuerzo por construir otra sensibilidad, el desafío mayor de remontar la crisis de voluntad que da cuentas de la fatiga histórica de toda idea de “vanguardia”.

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