martes, 25 de junio de 2013

El cantor y la música para el cambio social

La música es un vehículo para la agitación y la propaganda. El canto constituye una expresión privilegiada: une, sintoniza, dice, siente, es vehículo de ideas, mensajes, sentimientos y compromisos que se incorporan al subconsciente colectivo y resurgen como conciencia del ser en lo más inesperado. La música también reza, solidariza, educa. El canto es una manera de escribir la historia, una forma de revelar y rebelarse.
La música es una fuente inagotable; en la infinitud de la combinación de notas hasta el silencio se respeta. Sirve para escuchar, para callar, para expresar, para cambiar, para ser diferentes, para ser iguales, para unir, para fortalecer, para armonizar, para definir, para ser únicos, para convivir, para reflexionar, para divergir, para coincidir, para motivar, para apoyar, para alcanzar, para volver a intentar, para imaginar, para inspirar, para movilizar, para trabajar en equipo, para revolucionar, para pacificar, para intimidar, para engrandecer, para acompañar al misterio, para construir, para evolucionar, para reír, para llorar, para sentir, para soñar, para cantar, para bailar, para crear, para crecer, para ser. Definitivo, la música es para vivir.
Demostrada su utilidad, faltaría completar el para qué, para quién y cómo. Pero si algo hay que resaltar es su función social como aparato de fuerza y arma de lucha a favor de procesos revolucionarios.
  1. La música y la canción como instrumentos para la emancipación
La canción latinoamericana ha tenido matices y connotaciones diferentes en su evolución: Canción social, de protesta, mensaje, lírica, política, contestataria, comprometida, testimonial, nueva canción. Algunos opinan que la canción no necesita apellido, que debería llamarse simplemente canción, o en todo caso, canción del canto comprometido.
En Latinoamérica lo que nos emparenta y nos diferencia está dado por la realidad social, histórica y étnica, de donde surge la canción. Las raíces culturales de cada pueblo determinan su fisonomía, es la forma como cada cual adopta su poesía y su música.
Hay un nuevo canto y es el del humano que se viene liberando del capitalismo en su país, es un canto que construye su futuro, es un canto de lucha, de contradicciones y esperanzas en esta etapa transicional. Una reafirmación, más que una protesta. Y hay otro canto, el de los países sometidos, no soberanos, donde prevalece el explotado, el torturado, el exiliado, el que convoca la liberación. Sirve para reflexionar. Busca decir, por todos los medios, que hay un mundo del otro lado. Hemos insistido, y ese es nuestro objetivo primordial, que ella, la canción, tiene un compromiso político y social. Nuestra canción busca por todos los medios mitigar la alienación,  a la vez que es una de las formas de cómo los pueblos comienzan a pensarse a sí mismos.
Nuestras canciones permiten la fusión de ideas. La melodía de por sí, es un complemento del trabajo, de él surge el sentido de un ritmo y de éste, la canción y la poesía. Podríamos decir que hay una génesis humana: cantar por el deleite estético y sonoro.
La música está en todo. Es usada como dominación (pan y circo, evasión, distractor, alienación) pero también es un instrumento de liberación. Se canta para adormecer y para despertar, por goce y por conciencia.
Sirve para romper paradigmas en los clásicos estilos. Dar contenidos conservacionistas para proteger el planeta. Es un vehículo expresivo para lo exterior y lo íntimo  (Crecimiento interno) Puede emplearse para dar conciencia de ser mejor persona, instrumento de modelar la arcilla hacia formas superiores del ser. Cantamos para impulsar una voluntad de mejoramiento humano, una fe dolida en el hombre, un amor sin fronteras a la vida y un odio mortal a los que quieran deshumanizarnos.
Por esencia nuestro pueblo es socialista. El capitalismo ha fracturado su proceso natural con el egoísmo privatizante y dependiente. Debemos recordar que el neo colonialismo es esencialmente una dominación cultural y que no hay revolución sin el desgarramiento real de estas investiduras ajenas con las que nos han cubierto.
  1. Esta canción tiene historia.
Para esta historia del canto rebelde, cada tiempo tiene un sonido. Se calcula que a la llegada del europeo la población indígena Latinoamericana ascendía a cuarenta millones. A principio del siglo XVI no quedaban más de doce millones. La visión de los vencidos, la del esplendor azteca revela los sentimientos y la saña por los años 1519-1521, recordando las masacres hispanas como La noche triste y otras tantas. En irreverencia el indio, bajo la apariencia de una plegaria, insulta a ese dios crucificado impuesto por una cruzada sangrienta a quien llama: Padre Santa Veracruz: / Dices que soy tu hijo./ pero si no tienes falo,/ ¿con qué me ibas a engendrar?/ Padre Santa Veracruz,/me dices que soy perezoso./ Tú lo eres más que yo:/ ¡estás durmiendo de pie! Padre Santa Veracruz, / Te saludé ¡Buenos días! Como no me respondiste,/ te mandé a revolcarte con los cerdos.
A partir del siglo XVI aparece un nuevo elemento humano. Diezmada la mano de obra indígena, traen las primeras piezas de ébano. Nuevas voces, otros ritmos manifiestan la pérdida de su condición humana para asimilarse a Los minerales: Con los minerales vine/ con los minerales voy./ Ajé! Ajé! Je! Je!/ Me voy con los minerales. Luego vendrán los himnos creando conciencia de nacionalidad. Surge la Carmañola americana y su canto de libertad de los descamisados, siguiendo con la democratización de la tierra y la melodía zamorana de Oligarcas temblad, hasta llegar al Gloria al bravo pueblo, con contenidos todavía en discusión.
Agitaciones musicales de identificación de patria libertaria para los analfabetos que no podían leer programas.  Latinoamérica ha ardido entre el canto y los silbidos de balas. Reivindicaciones pendientes, cuando la tierra era el centro de la pelea, las da México con sus corridos revolucionarios de la Carabina 30-30 hasta llegar a la era del petróleo donde se toma prestado música de la guerra civil española para insultar las dictaduras nacientes: La mujer del cochinito/ pum purubum purubum bum bum/ no cocina con carbón /!ay Carmela, Ay Carmela!/ Pues cocina con petróleo/ que le da al yanqui cabrón/ ¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela!
Sigue la primera liberación con Cuba Socialista y los tradicionales de Carlos Puebla y el Llegó el Comandante y mandó a parar. Su influencia se extiende con cantos y corridos por las sierras guerrilleras y sus líderes regionales, cuya mayor referencia era el Ché y su proposición, mil veces cantada, del Hombre Nuevo.
El péndulo oscilante entre dictadura y democracia juega a distraer. Los focos guerrilleros comienzan a palidecer por condiciones cambiantes y sangrientas represiones. Son tiempos de derrotas militares. Pero no hay pueblo vencido. De una canción que protestaba ante un oleaje de represión, violencia, persecución y censura, en un ambiente militarizado, la juventud reacciona elaborando propuestas estéticas e ideológicas que hicieron del arte un vehículo para la protesta y la crítica. La renovación académica, el movimiento hippie, la imaginación al poder con el mayo francés, la armonía de los Beatles, la revolución cultural china. Los movimientos contraculturales contra la dependencia y el neocolonialismo, marcan la pauta. Comienzan a proliferar grupos culturales, logrando una admirable capacidad de organización y acción social, que en muchas circunstancias salvó a la izquierda de su encapsulamiento post derrota y le permitió realzarse para posteriormente, reinventarse.
La llamada canción protesta se erige como canal de reacción y expresión en contra de la dictadura a favor de los derechos de los ciudadanos, en contra del imperialismo, sobre la base de la sabiduría de un pueblo que es inspiración en su encuentro con su historia. El naciente fenómeno cultural que se da en algunas regiones del país, es un movimiento con ciertas características autónomas que se va fracturando en la medida en que las llamadas direcciones revolucionarias toman para sus necesidades a los cuadros más destacados. De la canción panfletaria se va pasando a una poesía más depurada y sugestiva. Con Alí Primera, se inicia un movimiento en torno a la nueva canción en unidad con el pueblo.
Surgen nuevas influencias con la Trova cubana y la música brasileña, y con ellas la capacidad de musicalizar la prosa poética. Así, la Nueva Canción Latinoamericana se convierte en un símbolo de consciencia latinoamericana, expresada en la continuidad y consonancia de ideas compartidas sobre el destino que deben tener los pueblos de América Latina.
Vendrá luego la llamada década perdida donde surgen pausas. El fin de la historia, la muerte de las ideologías, la caída del muro, la perspectiva tecnocrática. El brillo del mercado opaca la esperanza utópica. En esta nueva era se conforman otras características, es la época de la globalización, del poder financiero, de la exclusión y las grandes migraciones del sur al norte en busca del paraíso que le han vendido. Junto a la revolución tecnológica y la destrucción de los Estados Nacionales se crean despoblamientos, reconstrucciones y reordenamientos, es el fin de la Guerra Fría y el comienzo de la IV Guerra Mundial. En esta hibridación postmodernista pesca Ricardo Arjona, buscando a una generación sin rumbo que aplaude el menosprecio  anticomunista. Por esos tiempos también se produce cierto desdibujamiento en las canciones de Alí, por obra de la industria cultural y el mercado complaciente, insustancial e inofensivo.
En síntesis, la Nueva Canción Latinoamericana se dio como un fenómeno continental, unida por sentimientos ideológicos afines que, debido a las circunstancias particulares de cada país, estuvo matizada por diversos elementos estéticos e ideológicos. Hoy se hacen esfuerzos por nuclear en torno a los nuevos procesos a los cantores y a otras disciplinas artísticas por un movimiento cultural autónomo y autogestionario. Se crean redes por lo posible, para que el canto no se pierda, ni sea cooptado por la burocracia cultural.
  1. ¿Nueva canción para quién?
Somos pueblos hermanados por una matriz  de enemigos comunes con nuestros diferentes matices regionales diferenciadores. Nuestra canción se asume en unidad con el pueblo. Ello implica: afirmar nuestro origen; ser y vivir como el pueblo. Asumir sus compromisos, metas y riesgos enmarcados en la emancipación.
El énfasis se orienta hacia los jóvenes y los niños, pero la canción debe ser para todos, no puede haber exclusión. No importa el extracto, es para todos, para el diferente, para el indiferente, para el rico y a sus descendientes. Hay que entender que hay grandes vacíos que llenar y la juventud es arcilla y en consecuencia, se pueden fortalecer sus aciertos y opacar sus carencias, lagunas, ausencias y penetraciones del mercado.
Buena parte de las reflexiones de nuestros cantores apuntan hacia la necesidad de que la música revolucionaria debe ser hecha por hombres verdaderamente revolucionarios. Se hace necesario el compromiso político de los músicos con la izquierda latinoamericana, en esencia antiimperialista y revolucionaria. En lo fundamental, hay la idea compartida que la música revolucionaria sólo debe provenir de hombres revolucionarios, identificados con el pueblo y vinculados con la realidad social que lo envuelve. El cantor y compositor debería devolverle al pueblo su legítima autenticidad cultural, definida por lo autóctono latinoamericano y enmarcada en la sensibilidad poética propia de cada país. Se tiene una gran deuda con nuestro pueblo amoroso, y amor con canción se paga.
  1. Las cualidades del cantor
Cada artista es hijo de su época y de las circunstancias que le tocó vivir. Es un ser en transición en contacto directo con el pueblo. El cantor es un hombre que ha tomado partido e invita a sumarse a su bando que es la revolución y la belleza. Su verbo, asociado a una praxis consonante y al optimismo colectivo, es su perspectiva.
Los cantores deben dar el ejemplo en su proceder. Saber que es observado. Exigirse en la palabra y en la acción. En lo fundamental no debería dar concesiones de principios. Su búsqueda primordial es la estética, con afinaciones particulares para los matices del decir. Nada es peor que sonar como una flauta desafinada. Debe cantar bien sus opiniones, siendo a la vez un cronista acucioso de este tiempo complejo y cambiante.
El trovador debe tener el valor de la humildad, apreciar y creer en lo humano. Vive con lo que necesita decir, con palabra melodiosa, con mensajes que sirvan al pueblo. Por eso el cantor debe ser revolucionario y moverse por sentimientos profundos hacia la humanidad. Tomó la decisión de vivir y componer como su segunda naturaleza.
Nuestros juglares deben saber esquivar las trampas de la manipulación mercantil: no es componer para que pegue, buscando complacer artificios. En su  emerger debe tener respeto por los demás y por sí mismo. Eso le da legitimidad a un artista y le sirve para sortear las mil y una cabezas de la prostitución que lo asecharán cuando se haga referencia. La canción es un campo más de batalla; allí se libran dos luchas: la de dar sus contenidos revolucionarios, por un lado, y por otro, su lucha interna de autonegación, la que busca a la vez, descolonizarse, liberarse del mercantilismo, de lo reaccionario y lo ortodoxo.
Debe ser diferente y antítesis al sistema alienante. Entender su papel anti enajenante. El sistema del mercado busca sacarnos de lo que somos, mientras el canto comprometido busca empujarnos a salir de los estereotipos controlados por la industria cultural. Por eso el cantor debe entender que está en la cúspide de una gran pirámide, pero esa cima está hecha de sangre, lodo, historia, solidaridad y esperanza. Si logra sensibilizarse ante esto sabrá decidir qué empleo le va a dar a sus éxitos, entendiendo que tiene muchos deudores.
Sentirse libre y sin autochantajes. Cantar lo que quiera cantar. La honestidad debe ser su brújula. Genuino en sus aportes, decir lo que siente, beber de su realidad. Pensarse como pueblo, con sus alegrías y tristezas, anhelos y necesidades. Mientras el cantante tiene con qué cantar y deja la comunicación a sus discos, el cantor mira de frente y sabe por qué cantar. Como Víctor Jara, conoce el peso histórico que le tocó vivir, está consciente de sus complejidades, riesgos y consecuencias.
  1. El pueblo y el cantor, una unidad inseparable
El pueblo debe conocer e identificar a sus cantores. Entre ellos hay una común-unión y la guitarra es esa convergencia. La unidad se dará sola si se es consecuente y el canto se hará verdad si tiene la voz de nuestra gente. El trovador no será más que un hombre del pueblo con ciertos atributos. En lo directo del trovador y su guitarra no se verán artificios, nuestra gente lo verá como el ser humano que es, el que se equivoca, improvisa, desafina. En fin, su canto le servirá para acercarse a los demás y acercar a los demás a sí mismo.
Los virtuosos buscarán instrumentar la democratización del saber musical, enseñar la elaboración de instrumentos, dar talleres musicales, dar muestras de la variedad con intercambios entre paisajes sonoros. Conocer además, las cofradías regionales para nutrirse de sus saberes. El pueblo enriquece el canto del cantor. Ambos se brindan sentimientos.
Existen muchas formas a través de las cuales el cantor participa en la lucha revolucionaria, en ellas están implícitos los mecanismos que deben propiciarse para aminorar la penetración cultural imperialista y la vanidad del artista farandulero. El sentirse observado y evaluado por un colectivo es una manera de evadir el divismo. Mientras menos colectivo se sea, se es más permeable en caer en las trampas del poder, y entre ellas están tácitamente, el consumismo sonoro y las canciones mimadas por la oferta y la demanda.
Algunos cultores consideran que se parte de una idea inmaterial y estática de lo que es o debe ser el pueblo, obviando las características heterogéneas presentes en los grupos sociales, que se traducen en formas distintas de entender el mundo y que se expresa en la variabilidad significativa de las necesidades sociales. Consideran que pretender que el pueblo sea una unidad monolítica y homogénea es una ingenuidad. Habría que abrir el concepto de pueblo y precisar si es al pueblo pobre y explotado a quien se refiere la definición. Según el enfoque de otros expositores, el pueblo al que le cantan los músicos, es un pueblo socialista por definición, cuyas necesidades sólo son comprendidas por los grupos revolucionarios que luchan por la liberación. Así, el pueblo sería sólo aquella fracción de la población que se identifica ideológicamente con la revolución, lo que explica la imposibilidad de la disidencia, siempre entendida como un resabio pequeñoburgués al servicio del imperialismo mundial. Ideas de esta naturaleza fosilizaron internamente el movimiento revolucionario. Pareciera no estar plenamente consciente de las contradicciones internas que se articulan en el mosaico de la vida social, de lo que se deriva la precisión de la canción para todos, porque de alguna manera la diversidad también es víctima.
Cabría preguntarse si el artista se siente un instrumento utilizado por el poder de los profesionales de la política, del estalinismo etiquetante y reduccionista o es capaz de hacer abstracción de algunas de estas circunstancias incómodas y crear por sus propios medios nuevas propuestas autónomas y autogestionarias del eje estético y subjetivo que lo conlleven a su papel de reencantar con su magia la utopía extraviada, superando el pragmatismo de los operadores políticos para afirmar la canción necesaria, la que engloba la vida misma, con sus distinciones no antagónicas.
  1. La aparente contradicción entre lo culto y lo popular.
Esta supuesta separación no debe ampliarse, ni crear abismos infranqueables, pues contribuiría a ahondar la clásica división entre el trabajo físico y el intelectual. Más bien entender que lo culto busca ser popular, aún cuando lo popular tienda a ser más conservador.
Si bien, el privilegiado sistema de orquestas se afianza en lo culto, ambos extremos se buscan, se nutren y no deben separarse. En cualquier todo creador debe existir disciplina, estudio, corazón y libertad. Hay una gran diferencia entre el trabajo solitario, trovadolesco, a punta de guitarra y el trabajo en grupo que interdisciplinariamente tiene exigencias.
Lo fácil es tentador, lo simple es cómodo para componer y para escuchar. Hay intrínsecos atrayentes: el culto a los gustos y a las retóricas del pasado. Sin embargo, debe existir una intransigencia contra el facilismo y la ramplonería. Incorporar disciplinas y saberes en el hacer musical. El reduccionismo y las barreras los ha incorporado el capitalismo.
En el debate entre lo culto y lo popular dentro de la música, se ha convenido que hay que entender lo culto y lo popular como dos lenguajes distintos, pero ambos podrían servir indistintamente a la causa revolucionaria.
  1. La música para el cambio social. Propuestas.
Las letras de la Nueva Canción contienen a menudo imágenes sugerentes, un lenguaje complejo y lírico, de temas universales que buscan hacer pensar a un público que ineludiblemente dará interpretaciones múltiples. En ella se intenta una revalorización de las identidades, entendiéndonos diversos y respetables en nuestra multiplicidad.
Es, sin lugar a dudas, un instrumento político estético para ideologizar en los nuevos tiempos. Estimula el espíritu crítico y revolucionario, entendiendo que el silencio acrítico es la muerte lenta de las utopías realizables y que además venimos de rupturas de guiones ideológicos, epistemológicos y musicales que se están recomponiendo. Hay que permitir que el poeta vuele, aunque parezca una especie de extraterrestre insatisfecho. Ya el colectivo lo sentará en tierra, pero es un muerde y huye necesario para salir de lo cotidiano y buscar la obligada universalidad.
Hay momentos históricos de conflictos y de necesidades políticas y sociales particulares.   Por ello, las composiciones buscan una verdadera renovación cualitativa de la música y sus contenidos. Expresan símbolos de consciencia latinoamericana, proferida en la continuidad y consonancia de ideas compartidas sobre el destino que deben tener los pueblos de América Latina.
No obstante, la dinámica de este proceso pareciera no haber roto del todo con los dogmas y resurge la necesidad de uniformar las ideas desde arriba, desde la élite gobernante que cree poseer la fórmula ideológica y cultural para tener una sola identidad. Estándar que consideran imprescindible para la unidad emancipadora del pueblo. Se olvidan de la necesidad de la disidencia y de la alteridad como formas naturales de coexistencia social; se cae en el conservadurismo que, a la postre, mina el impacto de la Nueva Canción en la sociedad, haciéndola panfletaria y una fotografía para la frustración y la nostalgia.
Algunas vaguedades e indeterminaciones en este proceso favorecen las bases tambaleantes y polivalentes, y podrían servir para adornar propagandas políticas de tinte populista. Se cae en una laguna al no haber una comprensión teórica acabada en la construcción de proyectos nacionales socialistas y de ella se valdría el funcionariato enquistado para jugar al mercado y a la revolución a la vez.
Las lógicas del poder siempre tiende a uniformar. Pensamos que a la diversidad, o las muchas identidades, no hay que temerle. El sepultamiento de esencias culturales ha dado como resultado grandes estallidos de pueblos represados por estar culturalmente negados. La falta de autenticidad, como producto de la dependencia y dominación, eclipsa la posibilidad de que el pueblo se conozca a sí mismo y valore sus propias raíces. Habría que pescar con pinzas lo rescatable de una tradición que fundamentalmente ha estado marcada por la hegemonía de las élites oligarcas, exceptuando, por supuesto, la cultura de nuestros pueblos originarios, los que en verdad han resistido o han sido menos permeados por las lógicas de las clases dominantes. Ahí estaría parte del papel primordial del músico. El cultor cantorilero a través de sus investigaciones y canciones, podría devolverle al pueblo la parte de la identidad robada por el colonialismo cultural y hacerlo más consciente de su realidad.
El eje orientador de la búsqueda de las raíces podría partir del estudio del folclore de las culturas ancestrales y de las nuevas formas de expresión que se desarrollan en el pueblo. El músico debe sumergirse en su propio contexto sociohistórico, dialogar con ese pueblo que es fuente, inspiración y aprendizaje. Así, la Nueva Canción sería el espacio multiforme para el amor, la protesta, la nostalgia bucólica y la crítica política.
La tendencia es a crear una definición abierta que abarque la complejidad del fenómeno creativo y sociológico de la Nueva Canción. Muchos cantautores apuestan a una definición amplia que no se limite sólo a la protesta, porque habría que abrir otras brechas; espacios para la innovación, para la poesía, para lo sublime y para el amor, sin dejar a un lado el compromiso político implícito en este género. La canción se sabrá lograda cuando haya una interpretación múltiple en un público diverso. Es un ejercicio para hacer pensar, y lo diferente es enriquecedor, siempre que no atente contra la esencia humana del buen vivir.
  Somos constructores de sonidos. Debemos beber de todo, sin dogmas; andar en una búsqueda permanente. Vivimos una época de resúmenes, donde hay validez hasta de lo que no se ha oído. Buscamos hacer síntesis de los intentos emancipadores de la humanidad. Actuando bajo la necesidad de no repetir lo trillado, pero temblando de indignación ante la injusticia. Hay una posible clave: Cuando hay algo que te conmueve surge lo original. Aún cuando alguien dijo que la originalidad es el mejor de los plagios. En todo caso, es razón y corazón, al unísono, lo que logra la correspondencia armónica.
Caracterizar a la Nueva Canción es hablar del espíritu innovador y emprendedor de una época, de una generación que se pensaba en colectivo y que, como fenómeno continental, implicó variadas formas de expresión musical relacionadas entre sí por la utilización de los ritmos populares y locales, junto con una manifiesta protesta revolucionaria. Inspirándose en el fenómeno de la Nueva Trova, han seguido surgiendo poemas musicalizados, música urbana y experimental. Nuevos sonidos, nuevos instrumentos, nuevos ritmos de acuerdo a los objetivos estratégicos jerarquizados y por alcanzar.
Es continuar en la existencia de un discurso cultural polimorfo, producto de una larga reflexión sobre la herencia, la llamada identidad y la historia latinoamericana. América Latina es un crisol cultural que posee una permanencia enriquecida por la dinámica de transformación y búsqueda de las raíces, producto de la caleidoscópica herencia histórica.
Hay una formación ideológica inquebrantable en nuestros cultores, por esta circunstancia el vocabulario utilizado para referirse a las realidades sociales y políticas del mundo ha seguido enmarcado en categorías propias del materialismo histórico y de otras lecturas que le siguieron dando vigencia para esquivar el idealismo metafísico que con sus cursilerías sobre el destino, lo divino y lo irreal pretenden evadir causales de la desgracia social.
En el mercado abundan temáticas como el despecho, donde la gran industria mercantil ha hecho estragos, explotando nuestro sentimentalismo masoquista, con letras que ahondan en el dolor sin ver causales estructurales, y donde el suicidio es lo más inmediato que se ve para calmar la pena. El cancionero nuestro debe sugerir salidas hacia la amplitud de causales, la mayoría muy propias de la sociedad injusta que nos tocó vivir. En nuestro hacer creador debemos seguir recordando que fuimos comunidad y cómo otros han decidido sobre nuestras vidas cambiando a los juntos por la soledad empobrecedora del individuo aislado.
Los ritmos que se imprimen en estos cantos expresan el colorido frescor musical de la liberación, expresando penas, desesperanzas, rabias y cantos de trabajo; faenas de canto hondo por revueltas que anuncian amaneceres, vivencias de héroes o el traspié de algún traidor. Debemos repetir, como trémolos que muestran al tiempo su luz de vida, historias de liberación anticolonial, luchas contra el esclavismo, tiranías y caudillajes registradas por siglos en la poesía y el canto popular.
Hay quienes opinan que debemos trascender la balada triste e iniciar búsquedas hacia canciones más alegres.  Subirle dos tonos para buscar ritmos asociados al Caribe. Aunque también se dice que la canción por muy alegre que sea, nuestra pasión la hace agónica. La idea consensuada es insistir en descubrir en la tradición lo que pudiera servir para la emancipación. Lo universal de la tradición para preservarlo. No todo ha sido dominación.
La Nueva trova implicó una fusión que englobó innovación con tradición. Una fusión de temas que abarca la antigüedad-modernidad, música y poesía. Sincretismos estos que ayudan a parir la mestiza canción. Abordando encarecidamente vivencias colectivas, lo cotidiano y lo que nos afecta y nos impide ser. Hurgando en nuestras raíces, rescatando cantos laborales, trinares de aves, resonancias de la misma naturaleza que entrompen hacia sonidos genéricos ancestrales; sinfonías que nos lleven al inconsciente de esencias perdidas. Todo bajo un imaginar que la música nos puede llevar a colores y olores de nuestra gens memorial. Un gesto pasional de un músico o un director de orquesta transmite infinitud de sentires. Saber comunicar, instrumentando canciones que hagan percibir que alguna vez fuimos felices y podemos volver a serlo. En síntesis, transmitir con energía la belleza del concebir.
No temerle a transformar, ni prejuiciarse por antiguos juicios de valor. Las proposiciones ya existen en diferentes formatos. Ligar encontrados estilos de épocas variadas en una propuesta única. Enhebrar historias, reconstruyendo la canción perdida de los juntos. Abordar temáticas donde el amor sea el centro. El amor colectivo en todas sus facetas. Canciones para la vida. Irradiar valores: amistad, solidaridad, coraje, dignidad, honestidad, la Patria, la relación con la pareja. Problemas que existirán mientras seamos humanos: hastío, desamor, soledad, separación. Si así se hiciere, sería un gran ejercicio en busca del vivir intenso.
En nuestra propuesta está el ver al opuesto como una víctima más, cultivando la tolerancia con el diferente. Intentamos ser una contra respuesta a lo absurdo, a lo que no tiene mensaje. Estamos mostrando la posibilidad que otro mundo es posible, que poseemos conciencias sociales diferentes a la clase dominante, y eso está dado en formas de ver, de percibir, de valorar, de vivir diferente, por tener otro modo de vida.
En este acontecer, todas las proposiciones de cambio y renovación son válidas. Construimos nuevas estéticas para una nueva sociedad antidogmática, libertaria y antiautoritaria. Es por eso que la canción que busca contribuir con ese cambio social debe ser crítica. No porque enfrente sino porque asume, profundizando la temática, para superar una deficiencia en la sociedad que se construye y donde los constructores no son ángeles. Decía Silvio Rodríguez: He procurado ser un gran mortificado, para, si mortifico, no vayan a acusarme. Asumirse subversivos es saber romper. La canción debe ser rebelde, con reflexiones, alertas y desvelamientos que incluyan denuncias de los contenidos inmersos en la devastación cultural de la guerra de IV Generación.
Somos contra colonizadores, buscamos, en consecuencia, hacer aportes ante el guión neocolonizador. Todo lo que ayude a desmecanizar tu proceder ya es revolucionario. Que sirva para darse de baja con el pasado opresor y proponga mejores cosas que las que sustenta un mundo decadente. Deconstructores del formato del horror y la muerte, eso somos. Ciudadanos del mundo, que sueñan que la Tierra sonaría mejor con un canto colectivo.

Rafael Pompilio Santeliz

Doctor en Historia. Profesor de la UBV. Trovador, compositor y conferencista. Militante de la izquierda insurreccional desde el año 1963. Presidente de Proyecto Sueños Venezuela en el estado Miranda y Vicepresidente de la Fundación Gulima, Radio comunitaria en San Antonio de los Altos.

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