Tornados – vientos huracanados de más de cinco kilómetros de ancho.
Azotando – flagelando – rasgando – destrozando – vidas, bosques, ladrillos, acero, corazones... Quebrando familias en pedazos.
Edificios tan grandes como supermercados, hechos tiras como juguetes de niños.
Carros, árboles, niños – Dios mío – ¡niños! – tirados como hojas por el aire.
Y aún cuando el hombre no creó estas originales fuerzas naturales, la vida industrial moderna con sus miles de contaminantes las ha empeorado -- en verdad las ha exacerbado.
Por éso, tormentas más grandes, más furiosas, están en nuestro futuro; como diosa molesta la naturaleza se ha desencadenado -- destrozando, golpeando, despedazando y quebrándolo todo.
Vorágines de viento frente a las cuales pocos se atreven a pararse.
Viendo que ésto ocurre, los políticos discuten si los cambios climáticos son reales o no; y mientras ellos hablan, los padres entierran a sus hijos.
Esta vez, Moore, Oklahoma, Estados Unidos.
Pronto vendrán más.
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