martes, 24 de julio de 2018


Hugo Chávez, el comunicador indispensable

Kloriamel Yépez Oliveros

“Yo tuve un hermano
que iba por los montes
mientras yo dormía.
Lo quise a mi modo,
le tomé su voz
libre como el agua...

…mi hermano despierto
mientras yo dormía,
mi hermano mostrándome
detrás de la noche
su estrella elegida.”
Julio Cortázar


Al celebrar tu natalicio las elegías emergen de entre el lugar común, de la retórica panfletaria,  de  la repetición consignista,  de la politiquería; de todas esas formas con las cuales pretenden solapar el discurso mercadeado por la publicidad y el ambiguo palangrismo de izquierdas que te niega, te falsea, te pretende mitificar hasta desarraigarte del corazón de la gente, para que quienes no te conocieron no te puedan conocer jamás, asociándote cada 28 de julio a tortas de extravagante pastillaje, y a mariachis interpretando Las Mañanitas, esa globalizada por Wikipedia “traditional  birthday song”. Cosas del rebullicio farandulero de cuando la siniestra morriña adeca.  

Menos mal que tu gente querida, la que se mantiene de pie en medio de cualquier coyuntura contrarrevolucionaria no prevista, no atendida, no resuelta; a veces propiciada, por Ministros y  Ministras que una vez empoderados por el pueblo, desoyen, no consultan, se desentienden del terrorismo contrarrevolucionario que no puede ni podrá contra esa gente guiada por tu estrella elegida, cuando la luna sabanera alumbró tus largas noches reflexivas, aclaró tu voz libre como el agua, para regar con ella tus amplios cañamelares militantes, tu ejército revolucionario continental, tu Revolución Bolivariana pacífica pero armada.

La historia le ha demostrado, a la humanidad entera, que ninguna revolución anticapitalista es fácil, que ninguna revolución antimperialista es corta, que ninguna transformación cultural es light, artística, superficial, porque la poesía nace cuando la vida está en riesgo y la belleza se esconde para no sucumbir, la poesía es la fuerza necesaria para acorralar tristezas, -Palestina-, la mirada profunda a los ojos del otro, -Saramago-, el gusto por la palabra de páramos nutrida -Palomares-, la constancia de ser y de estar –Cortázar, Valera Mora-, la presencia  -Miguel Hernández: “Crepúsculo de los bueyes, está despuntando el alba”

Por eso a la Revolución hay que aprender a leerla sin entrelíneas intelectuales, sin balbuceos, ceceos, tartamudeos, la poesía se abre soltando la espoleta, comunicando: así detonó Chávez la poesía, así la sembró  por el mundo, así nos legó su hacer y su decir.

Hermano querido, Hugo Chávez, Tribilín, Veguero… ¿qué puedo yo cantarte Comandante, si el que ha tumbado estrellas en mil noches de lluvias coloridas eres tú?    


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