lunes, 27 de junio de 2011

UN NO A LOS MERCENARIOS DE LA PALABRA o ser como Fabricio Ojeda.
Por POMPILIO SANTELIZSe hace necesario construir nuevos instrumentos de comunicación que se conviertan en voceros de las expectativas de las mayorías, y que además, contribuyan a la organización social y a la elevación de la conciencia colectiva. promover medios que faciliten el diálogo social, sobre todo porque se está atentando con nuestra propia familia. La división de nosotros mismos es una de sus metas.
Cuando comunicamos estamos tratando de hacer una comunidad con alguien, no lanzando “mensajes” lineales sino moldeando con el otro un modelo democrático alternativo al transnacional imperante. Se perseguiría plasmar las imágenes de un país real y posible, fuera de toda manipulación virtual.

La idea es promocionar lo resaltante; lo bueno y lo digno que fortalezca la libertad política y social, respetando hondamente nuestros sistemas de autoidentificación, nuestra cultura y el derecho de ser diferentes en un clima de cordialidad. Un periodismo que comprenda la necesidad de improvisar sin complejos y construir con los aportes de nuestra heterogeneidad cultural, tanto urbana como rural. Ese lenguaje se retroalimenta en la medida en que tiene éxito, que se sabe escuchado y construido en colectivo.
Confluyen en él valores universales e intemporales: la dignidad, que es la burla al poderoso; la ética, que es la verdad ante todos; el mito de lo real maravilloso, que es la comunidad misma; la justicia, que es la equidad en el reparto e igualdad en el don; la libertad, que en ley republicana es democracia. Un espejo donde uno se vea reflejado más allá de él, con puntos particulares para lo subjetivo o lo todavía no advertido
Una revolución sólo puede vencer cuando es original, heterodoxa y antidogmática. Por eso se debe manejar otra manera de decir; debemos sugerir sin términos panfletarios. Mostrar más que enseñar.
Los medios alternativos serán una manera de subvertir, pero a la vez afirmar nuestra humanidad, gritando un NO a la humillación del dinero y a la muerte que ha cada gesto nos muestran. Un No a soledad que nos aparta de los juntos, imitando el egoísmo de los poderosos. Un NO a la mentira que los medios irradian a escala mundial y a los racistas que invaden pueblos por ser diferentes a ellos. Un NO a la mediocridad que como “destino manifiesto” nos viene desde el norte y que por diversos mecanismos nos induce al miedo de decir y ser nosotros mismos. 
También será nuestro derecho el decir NO a la neutralidad, a los ni ni que se lavan las manos y quedan en medio de dos trenes que avisan una colisión mortal. Un NO que siga despertando la esperanza que nos permite construir, ante un mundo hambriento que nos observa y analiza las premisas que posiblemente marcarán las pautas de las revoluciones del siglo XXI. Revoluciones en proceso, que con sus fallas y rectificaciones, inevitablemente, ya se verán venir.

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