Vergonzosa retirada
Por: Yoel Pérez Marcano
Después de gastarse mas de un billón de dólares, utilizado medio millón de soldados y cien mil mercenarios contratados y ser apoyados por fuerzas militares de veintisiete países de la OTAN y miles de soldados del ejército títere de Hamid Karzay, acumulando hasta ahora casi cuatro mil muertos y treinta y cinco mil heridos; el presidente de los Estados Unidos, Barak Hussein Obama, ha tenido que reconocer la imposibilidad de alcanzar una victoria militar en su guerra de agresión contra los pueblos de la República de Afganistán; iniciando su deshonrosa retirada, luego de dejar miles de civiles afganos muertos, incrementada la producción y el tráfico de heroína, manteniendo las mismas condiciones feudales de la vida de las mujeres afganas y el poder de fuego de esquivos y tercos enemigos que “le plantaron cara” a la potencia militar más poderosa de la historia de la Humanidad, controlando amplios territorios en el sur y la frontera nororiental con Pakistán y una fuerza militar, política y poblacional que constituye un factor insoslayable de todo proceso de solución política de ese conflicto
A pesar que las agencias de la desinformación se han apresurado a difundir la versión de que la decisión de Obama es una decisión meramente “política”, relacionada con las elecciones del 2012 y que no se corresponde con la “realidad en el terreno”; los hechos duros y rudos de la guerra más larga de la historia imperialista de los Estados Unidos de América, demuestran que su inmensa maquinaria militar no fue capaz de derrotar militar y, mucho menos, políticamente, a un conjunto de grupos y movimientos de resistencia de pastusos, tayicos, katjasos y de otras étnías que pueblan este agreste país asiático, los cuales solo contaron con el apoyo político, militar y financiero de Al Qaeda, cuya relevancia política y militar fue limitada, por estar integrado, fundamentalmente, por “internacionalistas” muyahaydines que hicieron de la lucha afgana, el campo de batalla contra los “cruzados” occidentales.
Es poco menos que vergonzoso para los Estados Unidos de América y sus aliados de la OTAN, que toda al superioridad de su aviación, artillería misilística, bombas inteligentes, comando y control satelital y fusilería de última generación, dirigida por comandantes de elevada preparación y gran experiencia militar en las diversas aventuras imperialistas en el planeta, haya permitido que unos cuantos miles de mal entrenados combatientes guerrilleros afganos, montados en camionetas japonesas, portando solo sus kalasnikok y viejos RP-7 y el auxilio de minas de fabricación artesanal, le hayan infringido tantas bajas, obligado a encerrarse en sus fortificadas bases de Kandahar, Hellmand y Kabul e impedido el control sobre la totalidad del territorio, después de 10 años de confrontación armada generalizada, en donde tuvieron las mayores ventajas políticas, tecnológicas, de inteligencia y mediáticas sobre sus aparente débiles enemigos.
Los hechos de la guerra imperialista afgana siguen confirmando, hoy más que antes, que la guerra, esencialmente, es un hecho político y como tal, no se origina, ni se desarrolla y muchos menos se decide por el potencial de los instrumentos bélicos de sus actores, sino en la relación de fuerza política acumulada, la cual se relaciona con la capacidad de control político sobre la población, la unidad de objetivos de las partes combatientes y, especialmente, la capacidad de resistir en el tiempo, a a la capacidad militar del contrario.
Al igual de su aventura criminal contra los pueblos de la República de Irak, los imperialistas y sus aliados de la OTAN, se quedarán un tiempo más mancillando las tierras de los pueblos de Afganistán, con el fin de apuntalar al corrupto gobierno de Hamid Karzay pero, más temprano que tarde, será inevitable el definitivo regreso de sus avergonzados soldados y generales a sus lejanas bases, de donde salieron con ofrecimientos de prestaciones en dinero, oportunidades de estudio y reconocimiento de servicios “distinguidos”, pero que hoy solo les espera la vergonzosa retirada y el silencio de un país por cuya supuestas Democracia y Libertad llenaron de muerte y destrucción a los pueblos de Afganistán
yoelpmarcano@yahoo.com
A pesar que las agencias de la desinformación se han apresurado a difundir la versión de que la decisión de Obama es una decisión meramente “política”, relacionada con las elecciones del 2012 y que no se corresponde con la “realidad en el terreno”; los hechos duros y rudos de la guerra más larga de la historia imperialista de los Estados Unidos de América, demuestran que su inmensa maquinaria militar no fue capaz de derrotar militar y, mucho menos, políticamente, a un conjunto de grupos y movimientos de resistencia de pastusos, tayicos, katjasos y de otras étnías que pueblan este agreste país asiático, los cuales solo contaron con el apoyo político, militar y financiero de Al Qaeda, cuya relevancia política y militar fue limitada, por estar integrado, fundamentalmente, por “internacionalistas” muyahaydines que hicieron de la lucha afgana, el campo de batalla contra los “cruzados” occidentales.
Es poco menos que vergonzoso para los Estados Unidos de América y sus aliados de la OTAN, que toda al superioridad de su aviación, artillería misilística, bombas inteligentes, comando y control satelital y fusilería de última generación, dirigida por comandantes de elevada preparación y gran experiencia militar en las diversas aventuras imperialistas en el planeta, haya permitido que unos cuantos miles de mal entrenados combatientes guerrilleros afganos, montados en camionetas japonesas, portando solo sus kalasnikok y viejos RP-7 y el auxilio de minas de fabricación artesanal, le hayan infringido tantas bajas, obligado a encerrarse en sus fortificadas bases de Kandahar, Hellmand y Kabul e impedido el control sobre la totalidad del territorio, después de 10 años de confrontación armada generalizada, en donde tuvieron las mayores ventajas políticas, tecnológicas, de inteligencia y mediáticas sobre sus aparente débiles enemigos.
Los hechos de la guerra imperialista afgana siguen confirmando, hoy más que antes, que la guerra, esencialmente, es un hecho político y como tal, no se origina, ni se desarrolla y muchos menos se decide por el potencial de los instrumentos bélicos de sus actores, sino en la relación de fuerza política acumulada, la cual se relaciona con la capacidad de control político sobre la población, la unidad de objetivos de las partes combatientes y, especialmente, la capacidad de resistir en el tiempo, a a la capacidad militar del contrario.
Al igual de su aventura criminal contra los pueblos de la República de Irak, los imperialistas y sus aliados de la OTAN, se quedarán un tiempo más mancillando las tierras de los pueblos de Afganistán, con el fin de apuntalar al corrupto gobierno de Hamid Karzay pero, más temprano que tarde, será inevitable el definitivo regreso de sus avergonzados soldados y generales a sus lejanas bases, de donde salieron con ofrecimientos de prestaciones en dinero, oportunidades de estudio y reconocimiento de servicios “distinguidos”, pero que hoy solo les espera la vergonzosa retirada y el silencio de un país por cuya supuestas Democracia y Libertad llenaron de muerte y destrucción a los pueblos de Afganistán
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