sábado, 2 de abril de 2011

TRADICIONES VENEZOLANAS DE SEMANA SANTA

El Cristo Negro: una devoción enraizada en las montañas merideñasImprimirE-Mail
escrito por Enrique Inciarte/DLA Mérida   
sábado, 02 de abril de 2011
El vía crucis recorre cada Semana Santa 10 kilómetros desde la población de La Azulita, hasta la pequeña aldea de El Paramito. Es una celebración singular que llama la atención por las manifestaciones de fe que genera y el colorido que la acompaña en cada curva del camino

Para llegar a la Capilla del Cristo Negro hay que transitar por una estrecha vía que nos conduce desde La Azulita hasta la aldea El Paramito. Es una capilla sin muros, enclavada en un lugar con una imponente belleza dominada por el espectáculo que nos ofrecen los picos más altos de la serranía norte merideña: El Campanario y El Tambor. Sin duda alguna, un lugar fuera de serie que invita a la oración y a la contemplación.
Esta hermosa construcción fue levantada en 1997 por David González y su esposa Nelly Mazzei, y en apenas 15 años se ha constituido en un punto de referencia para los lugareños y visitantes. "Para mí no es una sorpresa lo que ha acontecido con la imagen del Cristo Negro aquí en El Paramito", afirma Don David, apoyado en su bastón con la mirada puesta en la santa efigie.
"Yo nací y crecí en Esquipulas, una ciudad rural del Departamento de Chiquimula en Guatemala, y desde muy joven fui testigo de cómo la veneración crecía año tras año a esa imagen de Cristo clavado en la cruz. Hoy en día se cuentan por centenares de miles los peregrinos a la Basílica de Esquipulas. Por eso es que tuve la creencia que al traer a mi hogar al Señor de Esquipulas, en los andes venezolanos ocurriría algo muy similar".
Y efectivamente ocurrió. Durante estos años ha crecido el fervor, hasta el punto de que se le otorgan cualidades milagrosas. Diariamente vienen feligreses y curiosos al sitio y durante la Semana Santa es todo un acontecimiento el flujo de gente que sube hasta la pequeña aldea a ver el rostro azabache y afable del Cristo.

Recuerdos de su origen
Pero estos 15 años transcurridos son la última etapa de una historia mucho más larga que se remonta a la época colonial, en una ciudad recién fundada por los colonizadores españoles y ubicada en un fértil valle cercano a lo que hoy es la frontera con los países de El Salvador y Honduras. Corría, entonces, el año de 1595, cuando un joven indígena se sentó a descansar en un tronco en medio de sus labores del campo. De pronto una nube en el cielo formó una hostia radiante y en el centro apareció la imagen del Cristo Negro como se la puede observar ahora. El joven corrió a contar su visión y el prodigio trascendió de su hogar a toda la comarca hasta que intervino el cura de la localidad cuando los parroquianos comenzaron a visitar el sitio de la aparición.
El Arzobispo de la remota ciudad de Guatemala tomó cartas en el asunto y dada la pasión y la intensidad de los creyentes de Esquipulas en la aparición de Cristo en su tierra, ordenó una talla basada en la descripción que hiciera el muchacho. Un escultor portugués llamado Quirio Cataño estuvo a cargo de la obra que ocupa el sitial de honor de la Basílica de Esquipulas construida para venerarlo.
¿Ficción o realidad?. No se sabe porque el relato se pierde en las brumas del tiempo y se confunde con la leyenda. Lo que sí se conoce con certeza es que la veneración a esta imagen ha subsistido durante más de 400 años.
Don David González ha vivido buena parte de sus más de 80 años en Venezuela. Fue en este país en donde, según sus palabras, nacieron y crecieron sus hijos y nietos, y donde quiso sembrar esta manifestación de fe que lo ha acompañado a lo largo de su vida. Él cuenta que el Padre Deogracias Corredor, por aquellos años el párroco de La Azulita, le captó su inquietud y cuando supo que traería desde Guatemala a su parroquia una réplica de aquella imagen tan milagrosa se le ocurrió la idea de llevar a cabo un vía crucis cada Domingo de Ramos que culminara en la capilla de El Paramito.
"Recuerdo una anécdota de esa primera peregrinación", señala Don David. "El Padre Corredor era muy optimista con su iniciativa, pero yo no lo era tanto. Un recorrido tan largo no era algo corriente y a mi me pareció que sería conveniente recibir en la capilla a los peregrinos con un refrigerio. ¿Cuántas personas cree usted que suban a la peregrinación?, le pregunté al Padre Corredor. Él hizo silencio y no me contestó a la primera. Y yo insistí diciéndole que a lo mejor vendrían unos 30. Por fin me dijo que quizá subirían unas 60 personas. Fueron más y nos quedamos cortos con el refrigerio. El primer año participaron más de 300 personas. A partir del segundo año comenzamos a ver visitantes de otras localidades como El Vigía, Santa Elena de Arenales y Maracaibo.

Abrazado en la fe
Este flujo de creyentes lejos de detenerse se amplía y crece. Traje la imagen del Cristo Negro a El Paramito como una expresión de gratitud y esto ha tenido una gran trascendencia en la zona; sobre todo cuando nos referimos a la peregrinación. Da gusto ver cómo llegan autobuses llenos con gentes de lugares cada vez más remotos", concluye González con emoción en su voz.

 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente su exposición acerca de nuestra religión católica y por supuesto de el realce que ha tenido nuestra cultura venezolana. Pero, el fondo alusivo a su blog, DIFICULTA la lectura y se dispersa en los colores y gráficos, haciendo perder el interés.

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