Él, y ellos, todos son Khaled Said, el joven de 28 años asesinado en una brutal y gratuita paliza policial el pasado 6 de junio en Alejandría en una agresión que despertó entre los egipcios la necesidad de luchar, desde las protestas cívicas, contra la impunidad y la injusticia
Protestas, el jueves 27, en Suez, donde varios manifestantes murieron/ "Todos Somos Khaled Said", Cortesía: Archivo
Rehuye las cámaras como la peste. Todo protagonismo le molesta y ni siquiera es posible saber su nombre de pila. El hombre que está poniendo en jaque a Hosni Mubarak no tiene rostro ni desea tenerlo. Por un lado, sin que se conozca su identidad recibe amenazas de muerte desde el día en que se le ocurrió crear un grupo en Facebook para denunciar la tortura policial, la corrupción, el estado de excepción permanente, la falta de oportunidades y la ausencia de libertades cortesía del régimen egipcio. Por otro, y por encima de todo, él no sólo es él: representa a decenas de miles, si no a centenares de miles de ciudadanos ansiosos por liberarse de las cadenas.
Él, y ellos, todos son Khaled Said, el joven de 28 años asesinado en una brutal y gratuita paliza policial el pasado 6 de junio en Alejandría en una agresión que despertó entre los egipcios la necesidad de luchar, desde las protestas cívicas, contra la impunidad y la injusticia. Y gracias a las convocatorias de su grupo de la red social, Kullum Khaled Said, Todos somos Khaled Said, ya ha conseguido mucho más: poner en entredicho la autocracia egipcia promoviendo las multitudinarias e históricas protestas que están convulsionando al país del Nilo.
Hoy viernes, el país vive una jornada histórica: centenares de miles de personas han tomado las calles tras el rezo desafiando el masivo despliegue policial al grito de “Abajo Mubarak”. De poco está sirviendo que los uniformados respondan con cañones de agua, gas lacrimógeno y bolas de caucho contra unos manifestantes que no se dejan amedrentar, más bien al contrario: miles de ellos se dirigen en estos momentos al palacio presidencial de El Cairo residencia de Hosni Mubarak. La participación de los Hermanos Musulmanes, principal grupo opositor, ha multiplicado la visibilidad de las protestas. En un gesto de desesperación por parte de las autoridades, el líder opositor Mohamad ElBaradei, premio Nobel de la Paz, que regresó ayer para participar en la insurrección civil, ha sido brevemente retenido por las fuerzas de Seguridad. El régimen, además, ha apagado Internet y la telefonía móvil ha sido suspendida. Parece que, tras 30 años de dictadura, el final de Mubarak está próximo.
“Esta vez tenemos muchas posibilidades de cambiar las cosas”, preveía ayer nuestro protagonista en declaraciones a Periodismo Humano, en nuestra última entrevista cibernética, horas antes de que los egipcios volvieran a echarse a las calles. “Hemos trabajado duro, pero nunca esperamos tener semejantes resultados. Es increíble que estemos haciendo historia. Ocurra lo que ocurra, el pasado 25 de enero nunca será olvidado. Después de esa fecha, Egipto nunca volverá a ser el de antes”.
Los resultados de su particular cruzada sobrepasan todas las expectativas. El pasado miércoles nuestro hombre, junto a otros grupos de oposición, logró convocar mediante las redes sociales una jornada de ira aprovechando el clima social y el empuje de la revolución tunecina, que ha demostrado a sus vecinos que el cambio es posible. En los blogs egipcios, motor de la revuelta junto a Facebook y Twitter, se contaba que 50.000 personas habían prometido asistencia el pasado 25 de enero, fiesta nacional en Egipto, cuando se conmemora el Día de la Policía en memoria de los agentes que, en los años 50, se rebelaron contra los invasores británicos en una jornada patriótica considerada histórica.
Agentes muy diferentes a los que hoy, de civil o de uniforme, cazan como animales a los manifestantes que se concentran para defender los derechos más básicos -los de todos los egipcios, incluidos los uniformados- y exigir el final del régimen.
ElShadeed, el mártir, como se identifica el creador de Todos Somos Khaled Said, no era tan optimista el pasado julio, cuando le contacté por primera vez. Su grupo ya tenía 210.000 seguidores y estaba rompiendo moldes: desafiaba un estado de excepción en vigor desde hace tres décadas con protestas sociales que terminaron siendo reprimidas por las fuerzas de Seguridad. En lugar de disuadir a los manifestantes, su número se incrementaba. El motivo: el asesinato de Khaled Said, desencadenante de la actual revolución.
“Llevaba usando Facebook bastante tiempo. Tras ver la foto de Khaled Said publicada en el perfil de uno de los activistas políticos egipcios, Ayman Nur, la imagen me horrorizó, me conmocionó como joven y sentí que podía haberme pasado a mí. Al día siguiente, tras verificar lo que había pasado, decidí crear un grupo en Facebook para unir a la juventud egipcia contra las prácticas brutales de la policía. Soy el único administrador de esta página, y así ha sido desde que comencé”, explicaba en aquella primera entrevista.
La historia que verificó ElShaheed es, efectivamente, horripilante. A Khaled Saeed le sacaron a la fuerza del cibercafé que frecuentaba en su ciudad, Alejandría, dos agentes de paisano. Testigos presenciales relataron cómo le golpearon la cabeza contra una mesa de mármol. Cuando Haizam Hassan Hanafi, el dueño del café, les instó a salir “se llevaron a Saeed a la entrada de un edificio vecino y le golpearon la cabeza contra la puerta de hierro, dándole puñetazos en la cara y en el vientre. Recibió un golpe en la pierna, antes de caerse y golpearse de nuevo contra un escalón. Uno de los policías le levantó tratando de estrangularle. Saeed gritaba ‘Me estoy muriendo’, pero su atacante contestó ‘No te dejaré hasta que estés muerto’ El otro le siguió pateando. Le golpearon hasta que comenzó a sangrar por la cabeza y la boca. Cuando Saeed dejó de moverse, llamaron a la policía […] Un doctor que estaba en el cibercafé le examinó y dictaminó que estaba muerto”.
La autopsia camufló la mortal paliza, negada por los agentes: afirmaron que el joven había muerto axfisiado tras ingerir algún tipo de droga. El informe médico, que sólo dio fe de “contusiones en un ojo”, fue enviado por el Centro El Nadim para la Rehabilitación de Víctimas de la Tortura y la Violencia junto con un amplio dossier fotográfico a dos médicos forenses internacionales, quienes concluyeron que la primera autopsia “no cumplía los estándares internacionales“.
Conscientes de las limitaciones egipcias a la hora de actuar, ElShaheed centró en Facebook todos sus esfuerzos, aplicando métodos revolucionarios para el Egipto de la dictadura de Mubarak, como él mismo explicaba con ironía en aquella entrevista. “Intenté que el grupo creciese mediante técnicas no tradicionales: preguntar [a los seguidores] antes de dar cada paso y consultarles de forma democrática”. ElShadeed se felicitaba entonces por haber logrado 210.000 miembros en apenas dos meses: hoy en día son 425.000 en su edición árabe, casi 25.000 en su edición en inglés, desde la que se puede seguir la evolución de las protestas egipcias.
Así logró convocar las primeras marchas, al principio en Alejandría y más tarde el El Cairo. “Para contornear la draconiana ley de emergencia que rige Egipto desde hace 30 años y que prohíbe las asambleas públicas, encontramos una solución: [convocar protestas en las que] miles de egipcios se quedasen de pie en largas filas frente a los paseos marítimos y fluviales de diferentes ciudades separados cinco metros unos de otros. Todos permanecen en silencio o leen el Corán o la Biblia. De esta forma no rompemos las leyes que prohíben acumulaciones de más de cinco personas, los eslóganes, etc. Solo nos quedamos de pie, tristes, vestidos de negro como símbolo de nuestro pesar por lo que le está ocurriendo a nuestro país”.
Se mantuvieron activos durante meses. Los seguidores colaboraban diseñando carteles, grabando vídeos, ultimando las páginas web de un movimiento destinado al cambio. Algunas protestas llegaron a ser más numerosas, e incluso el líder opositor y premio Nóbel de la Paz, Mohamad ElBaradei, se sumó a ellos, pero seguían sin ser lo suficientemente extensas para poner en peligro la mera supervivencia del régimen. “Aún no hemos perdido el miedo. La mayoría está asustada, porque Egipto está controlado por dictadores que usan su poder para controlar a la gente. Además, la gente ha perdido la esperanza. “No sacamos nada de lo que hacéis”, es el comentario más usual que tengo que leer en la página de Facebook, donde muchos egipcios sólo participan para criticar nuestras actividades”, lamentaba en julio.
De ahí que nadie les pueda acusar de ser islamistas ni radicales, sólo jóvenes como el propio Khaled Said. En nuestra primera comunicación, le pedí que se describiera así mismo. “Desde que nací, no he conocido a otro presidente que no sea Hosni Mubarak. Soy un joven egipcio que jamás ha participado en actividades políticas o ha militado en un partido. Pero me pone enfermo lo que le ocurre a mi país y ya no puedo seguir en silencio. Amo a mi país, pero estoy casado y quiero que mi hijo tenga una vida mejor de lo que sus papás han visto. Quiero resolver este problema y despertar a los egipcios. Soy muy persistente. ¡No pararé hasta conseguirlo!”.
El momento llegó el pasado 25 de enero, aprovechando el tirón tunecino: la convocatoria corrió como la espuma (en Twitter se identificó como #JAN25) y la respuesta social fue masiva: decenas de miles de personas en la Plaza Tahrir (Liberación) de El Cairo, como no podía ser de otro modo, pero también en Alejandría, Suez, Ismailia... La represión y los centenares de detenciones sólo ha alentado la repitición en los días siguientes: para hoy viernes, día sagrado y festivo, sin obligaciones laborales o estudiantiles y con ElBaradei recién llegado para ponerle rostro a la revuelta, se ha convocado una jornada de ira y libertad. La participación se espera masiva.
Protesta del día 25 en El Cairo.“¿Es éste el final de Mubarak?”, le preguntaba ayer a ElShaheed. “Nadie lo sabe, pero estamos trabajando muy duro ahora mismo para lograr que la protesta crezca y crezca. En algún momento, el Ejército interferirá y veremos qué ocurre”.
En su grupo de Facebook, las informaciones hablan de permisos militares cancelados y de movilización total de los uniformados, pero también de desesperación en la cúpula del régimen: llegan a informar del despegue previsto para hoy de un avión de la Egypt Air, concretamente el vuelo MS299 a Luxor, cargado con 15 cajas de oro con rumbo a Bruselas. “Por favor, Bélgica, no les dejéis huir con las pobres reservas egipcias”, se lee en el muro.
Sobre la ausencia de noticias en los grandes medios occidentales y la falta de apoyo por parte de ningún Gobierno democrático, ElShaheed es muy claro: “Nos importa una mierda. Sólo nos importa lo que pensamos. Este es nuestro problema y lo vamos a resolver solos. No necesitamos su ayuda”. Y por si esa misma comunidad internacional es llevada a error por los dictadores a los que apoya, nuestro anónimo héroe egipcio dejaba ayer claro en su grupo de Facebook el por qué de las movilizaciones. “No se trata de problemas económicos y pobreza. Se trata de corrupción y de Justicia. Se trata, por encima de todo, de LIBERTAD”.
Protestas, el jueves 27, en Suez, donde varios manifestantes murieron/ "Todos Somos Khaled Said", Cortesía: Archivo
Rehuye las cámaras como la peste. Todo protagonismo le molesta y ni siquiera es posible saber su nombre de pila. El hombre que está poniendo en jaque a Hosni Mubarak no tiene rostro ni desea tenerlo. Por un lado, sin que se conozca su identidad recibe amenazas de muerte desde el día en que se le ocurrió crear un grupo en Facebook para denunciar la tortura policial, la corrupción, el estado de excepción permanente, la falta de oportunidades y la ausencia de libertades cortesía del régimen egipcio. Por otro, y por encima de todo, él no sólo es él: representa a decenas de miles, si no a centenares de miles de ciudadanos ansiosos por liberarse de las cadenas.
Él, y ellos, todos son Khaled Said, el joven de 28 años asesinado en una brutal y gratuita paliza policial el pasado 6 de junio en Alejandría en una agresión que despertó entre los egipcios la necesidad de luchar, desde las protestas cívicas, contra la impunidad y la injusticia. Y gracias a las convocatorias de su grupo de la red social, Kullum Khaled Said, Todos somos Khaled Said, ya ha conseguido mucho más: poner en entredicho la autocracia egipcia promoviendo las multitudinarias e históricas protestas que están convulsionando al país del Nilo.
Hoy viernes, el país vive una jornada histórica: centenares de miles de personas han tomado las calles tras el rezo desafiando el masivo despliegue policial al grito de “Abajo Mubarak”. De poco está sirviendo que los uniformados respondan con cañones de agua, gas lacrimógeno y bolas de caucho contra unos manifestantes que no se dejan amedrentar, más bien al contrario: miles de ellos se dirigen en estos momentos al palacio presidencial de El Cairo residencia de Hosni Mubarak. La participación de los Hermanos Musulmanes, principal grupo opositor, ha multiplicado la visibilidad de las protestas. En un gesto de desesperación por parte de las autoridades, el líder opositor Mohamad ElBaradei, premio Nobel de la Paz, que regresó ayer para participar en la insurrección civil, ha sido brevemente retenido por las fuerzas de Seguridad. El régimen, además, ha apagado Internet y la telefonía móvil ha sido suspendida. Parece que, tras 30 años de dictadura, el final de Mubarak está próximo.
“Esta vez tenemos muchas posibilidades de cambiar las cosas”, preveía ayer nuestro protagonista en declaraciones a Periodismo Humano, en nuestra última entrevista cibernética, horas antes de que los egipcios volvieran a echarse a las calles. “Hemos trabajado duro, pero nunca esperamos tener semejantes resultados. Es increíble que estemos haciendo historia. Ocurra lo que ocurra, el pasado 25 de enero nunca será olvidado. Después de esa fecha, Egipto nunca volverá a ser el de antes”.
Los resultados de su particular cruzada sobrepasan todas las expectativas. El pasado miércoles nuestro hombre, junto a otros grupos de oposición, logró convocar mediante las redes sociales una jornada de ira aprovechando el clima social y el empuje de la revolución tunecina, que ha demostrado a sus vecinos que el cambio es posible. En los blogs egipcios, motor de la revuelta junto a Facebook y Twitter, se contaba que 50.000 personas habían prometido asistencia el pasado 25 de enero, fiesta nacional en Egipto, cuando se conmemora el Día de la Policía en memoria de los agentes que, en los años 50, se rebelaron contra los invasores británicos en una jornada patriótica considerada histórica.
Agentes muy diferentes a los que hoy, de civil o de uniforme, cazan como animales a los manifestantes que se concentran para defender los derechos más básicos -los de todos los egipcios, incluidos los uniformados- y exigir el final del régimen.
ElShadeed, el mártir, como se identifica el creador de Todos Somos Khaled Said, no era tan optimista el pasado julio, cuando le contacté por primera vez. Su grupo ya tenía 210.000 seguidores y estaba rompiendo moldes: desafiaba un estado de excepción en vigor desde hace tres décadas con protestas sociales que terminaron siendo reprimidas por las fuerzas de Seguridad. En lugar de disuadir a los manifestantes, su número se incrementaba. El motivo: el asesinato de Khaled Said, desencadenante de la actual revolución.
“Llevaba usando Facebook bastante tiempo. Tras ver la foto de Khaled Said publicada en el perfil de uno de los activistas políticos egipcios, Ayman Nur, la imagen me horrorizó, me conmocionó como joven y sentí que podía haberme pasado a mí. Al día siguiente, tras verificar lo que había pasado, decidí crear un grupo en Facebook para unir a la juventud egipcia contra las prácticas brutales de la policía. Soy el único administrador de esta página, y así ha sido desde que comencé”, explicaba en aquella primera entrevista.
La historia que verificó ElShaheed es, efectivamente, horripilante. A Khaled Saeed le sacaron a la fuerza del cibercafé que frecuentaba en su ciudad, Alejandría, dos agentes de paisano. Testigos presenciales relataron cómo le golpearon la cabeza contra una mesa de mármol. Cuando Haizam Hassan Hanafi, el dueño del café, les instó a salir “se llevaron a Saeed a la entrada de un edificio vecino y le golpearon la cabeza contra la puerta de hierro, dándole puñetazos en la cara y en el vientre. Recibió un golpe en la pierna, antes de caerse y golpearse de nuevo contra un escalón. Uno de los policías le levantó tratando de estrangularle. Saeed gritaba ‘Me estoy muriendo’, pero su atacante contestó ‘No te dejaré hasta que estés muerto’ El otro le siguió pateando. Le golpearon hasta que comenzó a sangrar por la cabeza y la boca. Cuando Saeed dejó de moverse, llamaron a la policía […] Un doctor que estaba en el cibercafé le examinó y dictaminó que estaba muerto”.
La autopsia camufló la mortal paliza, negada por los agentes: afirmaron que el joven había muerto axfisiado tras ingerir algún tipo de droga. El informe médico, que sólo dio fe de “contusiones en un ojo”, fue enviado por el Centro El Nadim para la Rehabilitación de Víctimas de la Tortura y la Violencia junto con un amplio dossier fotográfico a dos médicos forenses internacionales, quienes concluyeron que la primera autopsia “no cumplía los estándares internacionales“.
Conscientes de las limitaciones egipcias a la hora de actuar, ElShaheed centró en Facebook todos sus esfuerzos, aplicando métodos revolucionarios para el Egipto de la dictadura de Mubarak, como él mismo explicaba con ironía en aquella entrevista. “Intenté que el grupo creciese mediante técnicas no tradicionales: preguntar [a los seguidores] antes de dar cada paso y consultarles de forma democrática”. ElShadeed se felicitaba entonces por haber logrado 210.000 miembros en apenas dos meses: hoy en día son 425.000 en su edición árabe, casi 25.000 en su edición en inglés, desde la que se puede seguir la evolución de las protestas egipcias.
Así logró convocar las primeras marchas, al principio en Alejandría y más tarde el El Cairo. “Para contornear la draconiana ley de emergencia que rige Egipto desde hace 30 años y que prohíbe las asambleas públicas, encontramos una solución: [convocar protestas en las que] miles de egipcios se quedasen de pie en largas filas frente a los paseos marítimos y fluviales de diferentes ciudades separados cinco metros unos de otros. Todos permanecen en silencio o leen el Corán o la Biblia. De esta forma no rompemos las leyes que prohíben acumulaciones de más de cinco personas, los eslóganes, etc. Solo nos quedamos de pie, tristes, vestidos de negro como símbolo de nuestro pesar por lo que le está ocurriendo a nuestro país”.
Se mantuvieron activos durante meses. Los seguidores colaboraban diseñando carteles, grabando vídeos, ultimando las páginas web de un movimiento destinado al cambio. Algunas protestas llegaron a ser más numerosas, e incluso el líder opositor y premio Nóbel de la Paz, Mohamad ElBaradei, se sumó a ellos, pero seguían sin ser lo suficientemente extensas para poner en peligro la mera supervivencia del régimen. “Aún no hemos perdido el miedo. La mayoría está asustada, porque Egipto está controlado por dictadores que usan su poder para controlar a la gente. Además, la gente ha perdido la esperanza. “No sacamos nada de lo que hacéis”, es el comentario más usual que tengo que leer en la página de Facebook, donde muchos egipcios sólo participan para criticar nuestras actividades”, lamentaba en julio.
De ahí que nadie les pueda acusar de ser islamistas ni radicales, sólo jóvenes como el propio Khaled Said. En nuestra primera comunicación, le pedí que se describiera así mismo. “Desde que nací, no he conocido a otro presidente que no sea Hosni Mubarak. Soy un joven egipcio que jamás ha participado en actividades políticas o ha militado en un partido. Pero me pone enfermo lo que le ocurre a mi país y ya no puedo seguir en silencio. Amo a mi país, pero estoy casado y quiero que mi hijo tenga una vida mejor de lo que sus papás han visto. Quiero resolver este problema y despertar a los egipcios. Soy muy persistente. ¡No pararé hasta conseguirlo!”.
El momento llegó el pasado 25 de enero, aprovechando el tirón tunecino: la convocatoria corrió como la espuma (en Twitter se identificó como #JAN25) y la respuesta social fue masiva: decenas de miles de personas en la Plaza Tahrir (Liberación) de El Cairo, como no podía ser de otro modo, pero también en Alejandría, Suez, Ismailia... La represión y los centenares de detenciones sólo ha alentado la repitición en los días siguientes: para hoy viernes, día sagrado y festivo, sin obligaciones laborales o estudiantiles y con ElBaradei recién llegado para ponerle rostro a la revuelta, se ha convocado una jornada de ira y libertad. La participación se espera masiva.
Protesta del día 25 en El Cairo.“¿Es éste el final de Mubarak?”, le preguntaba ayer a ElShaheed. “Nadie lo sabe, pero estamos trabajando muy duro ahora mismo para lograr que la protesta crezca y crezca. En algún momento, el Ejército interferirá y veremos qué ocurre”.
En su grupo de Facebook, las informaciones hablan de permisos militares cancelados y de movilización total de los uniformados, pero también de desesperación en la cúpula del régimen: llegan a informar del despegue previsto para hoy de un avión de la Egypt Air, concretamente el vuelo MS299 a Luxor, cargado con 15 cajas de oro con rumbo a Bruselas. “Por favor, Bélgica, no les dejéis huir con las pobres reservas egipcias”, se lee en el muro.
Sobre la ausencia de noticias en los grandes medios occidentales y la falta de apoyo por parte de ningún Gobierno democrático, ElShaheed es muy claro: “Nos importa una mierda. Sólo nos importa lo que pensamos. Este es nuestro problema y lo vamos a resolver solos. No necesitamos su ayuda”. Y por si esa misma comunidad internacional es llevada a error por los dictadores a los que apoya, nuestro anónimo héroe egipcio dejaba ayer claro en su grupo de Facebook el por qué de las movilizaciones. “No se trata de problemas económicos y pobreza. Se trata de corrupción y de Justicia. Se trata, por encima de todo, de LIBERTAD”.
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