viernes, 8 de abril de 2011

Pedro Carmona Estanga: “el hijo de Dios”

PEDRO "EL BREVE" CARMONA
POR: PATRIA GRANDE
Al huir de la justicia venezolana, pareció encontrar abrigo y paz para su alma en una Universidad de Colombia (de milagro no fue para Perú, donde se ha concentrado lo que más vale y brilla del clan de los golpistas en Venezuela). Uno le escucha hablar en la actualidad, y puede hasta tener la sensación de que aquel decreto firmado el 11 de abril de 2002 no lleva su nombre, o que no fue él quien desde Miraflores juramentó un nuevo gobierno para echar por la borda la Revolución y restaurar, a costa de decenas de muertos, el viejo orden burgués.
Carmona Estanga es, en realidad, un perfecto simulador. Tal vez por eso Henry Ramos Allup, quien parecería ser por lo menos más simpático que el Presidente de 48 horas que tuvo Venezuela, le ha respondido recientemente, a propósito de una entrevista publicada en Ciudad Caracas por el periodista Clodovaldo Hernández: “Que no me jurungue mucho, que si me busca me va a encontrar”.
Sabe mucho Carmona, sin dudas. Pero, como buen empresario de Fedecámaras, prefiere mantener sus secretos en silencio para clavar las puñaladas por la espalda. Así lo hizo en la Asamblea Nacional, durante el proceso de interpelaciones del año 2002, cuando los golpistas acudieron al Legislativo, en sesión especial, a explicar las razones del golpe. “Mi trayectoria de servicio al país desde el sector público ha sido honesta, abierta y democrática, nunca he mostrado a lo largo de mi vida talante autoritario” -dijo entonces, como burlándose del sentido común venezolano.
Y más adelante agregó: “No violé la Constitución al asumir la Presidencia de un gobierno transitorio, no conspiré, no hubo golpe, no hubo rebelión”.
El proceso de interpelaciones de 2002 contiene más de una lección para Venezuela. Es un teatro que vale la pena publicar, divulgar, amplificar a toda voz, para que la sociedad venezolana conozca cómo funcionan los golpistas. Aquellos hechos, preparados desde Washington, ideados con la complicidad de los grandes medios de comunicación, financiados sin duda alguna por el gobierno de los Estados Unidos en alianza con los conspiradores domésticos, se presentaron por los interpelados como un simple “vacío de poder” o como una inexplicable “cadena de hechos casuales”.
“Declaro que nadie me impuso ningún nombramiento y que no lo habría permitido, que no fui objeto de presiones externas, ni de ningún sector, que no hubo injerencias de personas, grupos o empresarios, que no guardo vínculos ni compromisos con nadie” -continúa diciendo Carmona, según reza en las memorias de la Asamblea Nacional. Una verdadera burla a la inteligencia del pueblo de Venezuela.
Por último, manifiesta su “absoluto rechazo a cualquier tipo de represalia, a cualquier tipo de acción que significara menoscabar la dignidad de ninguna persona”. En otras palabras, parecería nula su responsabilidad en la masacre de Puente Llaguno, en el asedio a la embajada de Cuba, en el asesinato de Jorge Tortoza, o en cualquiera de los crímenes que se generaron durante las 48 horas de golpe de Estado, cuyo “gobierno de transición” él encabezó.
Leyendo aquella interpelación uno puede llegar hasta pensar que Pedro Carmona Estanga se parece a Dios. Si no fuera porque todavía están demasiado frescos en la memoria aquellos días duros, hace 9 años. Si no fuera porque la estrategia de los conspiradores permanece intacta: hundir a la Revolución bolivariana y depararle al país nuevos baños de sangre, disfrazando su discurso de presunto ecumenismo y de supuesta democracia.
“Venezuela dice no a la impunidad” -suelen repetir las cuñas trasmitidas una y otra vez por los medios públicos. Haría falta que, además de decirlo, Venezuela lograra cortar de raíz la impunidad de su historia más reciente. A no ser que nos resignemos a que el fantasma del 11 de abril esté sobrevolando permanentemente entre nosotros.


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