El elefante bocarriba
GEOPOLITICA, DIPLOMACIA BOLIVARIANA
Y MOVIMIENTOS SOCIALES (I)
Federico Ruiz
Tirado
( A la memoria
de Wladimir Ruiz Tirado,
Mi hermano y camarada, exponente en El
Salvador de la diplomacia bolivariana)
Es una realidad tan vertiginosa como irrebatible en el
mundo, desde los ámbitos del activismo de la izquierda e incluso en los
círculos neoconservadores, que la política no se juega solamente entre los
estados o entre grandes organizaciones formales como partidos, sindicatos,
gremios u otras instancias organizadas. La viabilidad de los procesos políticos
pasa por estrategias políticas culturales y discursivas que construyen la base
o la sustancia social de los mismos. Me atrevo a pensar que lo ocurrido en
Argentina y Brasil, para citar dos ejemplos frescos y bastante aleccionadores,
tienen, en mucha medida, el viso de este juego de laboratorio, aunque sea un
entramado nada fácil de despejar, sobre todo porque se alzan en la cresta de la
ola dejada por las maquinarias de la guerra fría.
Las superpotencias entendieron muy bien la dinámica
que se vino con ella, que se vertía en una guerra editorial, ideológica,
académica y social para hegemonizar el grueso de las fuerzas sociales del
planeta. Sabemos el resultado de la guerra fría y su desenlace tuvo que ver con
la avasalladora ventaja mediática, financiera e ideológica de la
contrarevolución neoliberal, que, en algunos casos, maquilló la forma del capitalismo pero dejó intacta para la
dominación la lógica del capital, como alguna vez lo planteó el comandante
Chávez invocando las lecturas de Mezzaro y otros pensadores que lo cautivaron
poco antes de su partida.
Alternativamente, las estrategias anti
insurreccionales en Centroamérica o el cono Sur, eran sucedidas por la
instalación de ONGs, la reestructuración de las universidades, el apoyo de
fuerzas sociales emergentes de las clases medias y una intensa actividad
cultural.
El resultado de este esfuerzo conjunto de las élites
latinoamericanas y de los EEUU fue ese período de florecimiento de la Sociedad
Civil –realmente clases medias y élites empresariales, corporaciones mediáticas
disfrazadas de agencias de festejos o de “solidaridad”, de corte humanitario-
signado por la certidumbre de la economía de mercado y de las democracias representativas,
esos modelos “chéveres” que aceptan la OEA u las Naciones Unidas. Sólo grandes
esfuerzos del movimiento popular latinoamericano han logrado revertir ese
estado de cosas, que sin embargo, alarga sus afectos en el terreno ideológico y
político debido a la falta de alternativas ante el neoliberalismo. Aprovecho
para una acotación simple: ni en España, con los Indignados, n i en Grecia, ni
en ninguna parte de Europa Central o del Este, hay señales de humo. Más de lo
mismo: pérdida de las conquistas sociales, del llamado estado de bienestar e
imposición de sociedades del mutuo elogio (partidos, partiditos, siglas y más
siglas enraizadas con las viejas y clásicas formas monárquicas).
Diplomacia y
sociedad
Todo esto nos recuerda no solamente la situación que
presenta el futuro inmediato, sino las condiciones actuales de la diplomacia y
la geoestrategia (este artículo está escrito en base a un papel de trabajo presentado en
mi condición de Primer Secretario de nuestra embajada en argentina en el 2006
ante el exembajador Roger Capella, quien a su vez lo expuso en Caracas ante el
Canciller Alí Rodríguez y el Vicecanciller Pavel Rondón en una sesión
extraordinaria de embajadores venezolanos en América Latina). Decíamos:
las políticas exteriores no se reducen a un intercambio ordenado entre estados
a través de sus cancillerías y los límites y fronteras no se reducen, tampoco,
a las geográficas. Cada país está constituido por ámbitos culturales y
sociales, surcados por distintas fuerzas de diferente orientación y alcance; en
ese sentido la política exterior de un país en sentido literal, es la
coordinación general de las interacciones e intercambios políticos, ideológicos
y culturales con las naciones que se relaciona. Si bien esto excede los
alcances de la Cancillería y toca no sólo a otros ministerios e instituciones
sino a las fuerzas políticas activas en el país; por su naturaleza el
Ministerio (la Cancillería) debe ser el núcleo coordinador y la principal vía
de intercambio. Para ello se debe adoptar una definición a la vez más vasta y
flexible de la actividad diplomática.
En este sentido, la diplomacia venezolana debe
coordinarse con la organización de una contra hegemonía a nivel hemisférico
frente al neoliberalismo o, como hoy (2016), ante los virajes ya señalados,
como Argentina, Brasil y organismos como la OEA y otros mecanismos que expresan
las políticas del imperio. De un modo inmediato, esto implica, entre otras
tareas urgentes, elaborar un registro de aliados, de actores estratégicos
identificados con los idearios bolivarianos y chavistas, antiimperialistas y
nacionalistas, patrióticos, decididos a la independencia.
Pero más allá, y ante la abrumadora guerra psicológica
y no convencional, es necesario avanzar en una política mediática o
comunicacional de esencia latinoamericanista y anti neoliberal en la que puedan
reconocerse la mayoría de las fuerzas y movimientos sociales de la región y el
mundo para conseguir un principio táctico de unidad que frene el avance de las
corrientes más retrógradas de las sociedades muchas de ellas edificadas y
sostenidas por las cúpulas de las iglesia católica y empresariales conectadas
con los intereses de expansión de los imperios norteamericanos y europeos.
Ciertamente Venezuela está siendo vulnerada desde esos
ámbitos foráneos, y sus oficinas tarifadas locales (PJ, AD, VP), aunque
mediatizadas tanto por sus penurias organizativas e ideológicas como por su
pobreza discursiva y peligrosos pragmatismos, como es el caso de los factores
de la MUD en el país, que reúne “liderazgos” ultra conservadores, neofascistas,
hijos de la anti política, zombis sin fibra nacionalista o de bajísima estatura
moral (ladrones, delincuentes, empresarios articulados con prácticas
paramilitares y “bachaqueras”, o sicariatos), continúan generando la zozobra
emocional; no es necesario argumentarlo. Eso es cierto.
Habría que considerar como un paso positivo, frente a
esa torcedura de la realidad en Venezuela, el escobillazo propinado a Almagro,
su desmantelamiento como carta de Obama. El rol de nuestra canciller se ciñe al
ideario de Hugo Chávez, sin duda, pero es indispensable consolidar un discurso
que contribuya al desbloqueo ideológico de las fuerzas populares en muchos
países.
En artículo sucesivo abordaremos los componentes
básicos de este planteamiento.
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