Noticias esperanzadoras recorren América Latina, ambas tienen que ver con la materialización de ese sueño expresado al momento de constituir el más grande bastión de unidad del continente como lo es la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac): que nuestra región se consolide como territorio de Paz.
Magna aspiración, sobre todo cuando la vorágine de la guerra aparece con recurrencia y extensión inusitada en otras partes del mundo. Las buenas noticias son:
1.- La firma del acuerdo de “Cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, y de dejación de armas” entre el Gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (Farc-EP),este 23 de junio, en La Habana, Cuba. Con este acuerdo se da un paso de suprema importancia en el camino de construcción de la Paz en la nación que ha vivido el más prolongado conflicto social y armado de nuestro continente.
2.-La propuesta de Unasur para la salida de las bases militares norteamericanas ubicadas en la región.
3.-La brillante defensa de nuestra canciller Delcy Rodríguez Gómez ante la Organización de Estados Americanos
En cuanto al primer punto, habrá de consolidarse en los próximos 180 días, cumpliendo las partes en conflicto con una hoja de ruta a la que arribaron, luego de un largo y sinuoso camino de negociaciones. Compromisos asumidos, tanto por la insurgencia como por el Estado colombiano, sujetos a verificación por factores internos e internacionales, y que deben sobreponerse a los obstáculos legales, o de otra índole, que aún puedan subsistir.
La voluntad política demostrada por las partes, hasta hoy, ha conducido al presidente de Cuba, Raúl Castro, a proclamar que: “la Paz es irreversible”. La noticia, catalogada como la más importante para el pueblo colombiano en lo que va de este siglo XXI, nos embarga el alma y el pensamiento de grandes emociones. El pueblo hermano, con quien bregamos hombro a hombro la gesta independentista, no ha conocido una historia sin guerra, no existe una generación viva en Colombia que pueda rememorar un tiempo de Paz, es decir, una época en que las contradicciones políticas y los conflictos sociales tuvieran resolución sin que la muerte apareciera en el escenario y se hiciera ley.
Las consecuencias de esa guerra fratricida que lleva más de medio siglo se cuentan, más que en números, en tragedias humanas: familias destruidas por la muerte, la desaparición, la tortura, la cárcel, el desplazamiento desde el terruño de las raíces hacia tierras desconocidas, el olvido obligado de lo que alguna vez se pensó o se quiso, porque ante la guerra sólo sobrevivir se impone. Hemos conocido a miles de mujeres, hombres, niñas y niños que cruzaron la frontera tan sólo con lo que traían puesto. La mayoría de ellos nunca pudieron volver, y echaron nuevas raíces en nuestro suelo, y se hicieron parte de esta nación. Hoy, existe una generación de pueblo binacional que nos vincula, cada vez más, al futuro de Colombia.
Por eso, Nuestro Comandante Eterno Hugo Chávez, tan grande de alma, tan fiel a las ideas de Patria Grande de Bolívar, se empeñó en lo que parecía una utopía: la Paz en Colombia. Y, ese día en La Habana, cuando se firmó el Acuerdo, y el líder de las Farc-EP, Timoleón Jiménez, dijo “debemos rememorar a un gran ausente, al comandante Hugo Chávez Frías”, nos estremecimos, pues, a pesar de los pronósticos negativos que los enemigos históricos de la Paz y de la Patria Grande se han encargado de difundir contra todo lo que identifica a la Revolución Bolivariana y a las luchas que el Comandante Chávez abanderó, estamos avanzando, en los sueños: con pasos firmes y seguros. Y, la Paz de Colombia es un sueño de pueblo bolivariano, de pueblo chavista, al que seguiremos apostando, con todo el ahínco que sea necesario, porque como dijo nuestro presidente Nicolás Maduro: “… día de Victoria para todos, así lo soñó el Comandante (Hugo) Chávez, el día de la paz llegó”.
Con respecto al segundo punto, la propuesta de Unasur de liberar a nuestra región de bases militares, no puede ser más oportuna. Nuestro continente no necesita bases militares, ejércitos foráneos cargados de armas hasta los dientes pisoteando nuestro suelo, recordándonos la colonia española, el sometimiento del que nos liberamos hace más de doscientos años y, justamente el proceso de paz en Colombia, cierra la historia de conflictos violentos en Nuestra América, por lo tanto la presencia de bases militares extrajeras se convierte en obstáculo para la consolidación de la paz.
Nuestra región necesita escuelas, universidades, teatros, canchas deportivas, campos sembrados, barrios llenos de infancia bonita, salud preventiva y curativa al alcance de todas y todos, adultos y adultas mayores respetados y dignificados. Y, por sobre todas las cosas, nuestra región necesita ser ella misma, definir su destino por vías pacíficas, no por la amenaza del gendarme yanqui. Por eso nuestra Revolución Bolivariana, esos son los ejemplos que enviamos al mundo.
Los Estados Unidos debe ocuparse de atender a su pueblo, a los casi 41 millones de pobres sin garantías que ha generado, mientras invade a otras naciones, e intenta derrocar gobiernos como el nuestro que, en vez de invertir en guerras, invertimos en seguridad social.
Y el tercero ha sido la brillante intervención de nuestra Canciller Delcy Rodríguez Gómez en cada actividad vinculada a la defensa de nuestra soberanía en el seno de la Organización de los Estados Americanos donde dejo en evidencia el interés injerencista de EEUU y sus aliados nacionales e internacionales, lo cual permitió que emergiera el espíritu anfictiónico como nunca había ocurrido en esa organización, siempre al servicio de los interés norteamericanos.
La propuesta de UNASUR nos recuerda, nuevamente, a Simón Bolívar y al Congreso Anfictiónico de Panamá, que acaba de cumplir, este 22 de junio, 190 años. Y, también nos rememora al Comandante Hugo Chávez, ¿cómo no? Si, Unasur tiene su rostro, tanto como la CELAC, y ambos tienen los genes históricos del Congreso de Panamá.
Vamos por buen camino, en medio de grandes dificultades y malas voluntades, porque estamos del lado de los pueblos, de quienes sueñan como humanidad, no como individuos y clases egoístas. Los vientos que soplan son de Paz, y la Paz vendrá acompañada de Justicia Social, Hermandad, Felicidad e Igualdad. Estamos escribiendo la nueva historia de Nuestra América.
¡La Patria es América!
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