El arado y el mar
El gobierno se engaña mientras el barco
se hunde
Atrás quedaron las advertencias, las alertas, ya no es tiempo de avisos, la realidad irrumpió y de nada valieron evasivas, imágenes de televisión, adulaciones. Ahora se trata de afrontar la realidad de una crisis que luce terminal, son momentos de urgencia. Veamos.
La crisis avanza como una bestia, cáustica, dejando un vacío que afecta todo, lo trastoca, nada obedece a las reglas, las explicaciones no funcionan, las medidas son inútiles, los liderazgos se ponen a prueba, en el ambiente se presiente el agravamiento. Parece que a la sociedad la privaron de su alma cohesionadora, la sustituyeron por el espíritu de caza, se junta sólo para la depredación; luego, el retiro solitario a los refugios para evaluar la cacería. Igual lo hace un "bachaquero" que asedia horas la mercancía barata en una cola, que un capitalista que consigue una buena pesca en el mar de la administración, o un corrupto que perfora el saco del Estado a todos los niveles. Ahora aparecieron pisando fuerte los saqueadores, son el escalón más evolucionado de los cazadores de facilismos, actúan como una manada de lobos famélicos conducidos a la estepa primitiva por los errores de la dirección.
Los gobernantes inexpertos, buscando objetivos inmediatos, fracturaron la ética, la sociedad rompió sus límites de convivencia, se implantó el "sálvese el que pueda", el individualismo, agarrar lo que sea a costa de cualquier cosa; el "dakazo" fue la referencia, las tarjetas, los cupos, una casa, un carro las metas, todo sin más esfuerzo que la viveza, agarrar sin aportar nada a la sociedad, ni barrer una calle, ni atender a un enfermo o pintar una escuela; hasta algún dirigente prometió convertirnos en una sociedad de empresarios, la cantidad de carros en un barrio se convirtió en índice del progreso, la conquista de lo material aplastó a lo espiritual, al sentido de pertenencia a la sociedad.
En una sociedad como la que así se formó puede prosperar la más perversa crisis imaginable, no hay razones espirituales para que no sea así, el límite se encuentra en los más profundos abismos del inconsciente. Son tiempos de inhumanidad.
El gobierno insiste en multiplicar los errores que nos trajeron hasta aquí, perdió la capacidad de razonamiento, de reflexión, se sumerge en una burbuja que le impide ver la realidad, se aísla y, acorazado por la soberbia, regurgita como un autómata explicaciones que más son engaños. Con esa actitud no puede dar respuesta a la realidad: los saqueos se los atribuye a la derecha, a infiltrados paramilitares, cuando debía imputarlos a sus propios errores. Algún alto vocero descubrió que no había hambre porque saquearon una tienda de ropa, explicación en el mejor talante de aquella vieja burguesa que se quejaba de que “la gente pasa hambre porque es muy floja” y remataba argumentando: “tan fácil que es freír unos huevos con jamón”; y un destacado dirigente descubrió la categoría de “bachaqueros de derecha”, olvidándose que son los mismos del 27 de febrero o los que rescataron a Chávez el 12 y 13 de abril, no se pregunta cuáles razones, cuál ética los movilizaba antes y cuál los impulsa ahora, quién es responsable de esas conductas.
El gobierno pierde la guerra de la cultura, de la conciencia, de la ética, y de la gobernabilidad, se engaña buscando razones que lo exculpen. Suena a desperdicio llamar al gobierno a rectificar, pero es nuestro deber de revolucionarios, nosotros buscamos la solución a los problemas del Chavismo dentro del Chavismo, a los del Socialismo dentro del Socialismo, nunca en el campo de la oligarquía y del capitalismo que hemos combatido durante toda la vida. Por eso repetimos que hasta el último momento es tiempo de rectificar, de no hacerlo todos correremos la misma suerte.
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