Clodovaldo Hernández: El universo paralelo opositor
El comportamiento de cierta parte de la oposición podría tener una explicación cuántica. La hipótesis es que muchos de los dirigentes, analistas y militantes han estado viviendo en un universo paralelo, en el que ese sector político siempre gana y los adversarios son unos tremendos idiotas, que no pegan una.
La teoría de las realidades múltiples explicaría la increíble capacidad de ese sector de la oposición venezolana para racionalizar sus fracasos y creérselos como fulgurantes victorias, conducta que -especulando- podría ser una de las razones por las que llevan un total de 16 años (menos 47 horas) fuera del poder nacional.
“Todo lo que les ocurre, lo voltean para verle el lado bueno, pero no porque sean una gente particularmente optimista. Es más bien una actitud irresponsable y hasta suicida”, dice mi politóloga favorita Prodigio Pérez, quien a pesar de su formación humanística (y de que siempre le raspaban física), se ha metido varios puñales acerca de los postulados de Hugh Everett. A su juicio, vivir en un universo paralelo les hace evitar la autocrítica y les impide hacer los cambios que la realidad estructural (la conocida, habría que decir) y las circunstancias les están reclamando.
Uno de los más recientes ejemplos de esta tendencia lo encontramos en el ya largo episodio de la orden ejecutiva del emperador Barack “Tuercebrazos” Obama y su corolario de la Cumbre de las Américas. Recapitulando, el demócrata afroamericano y pacífico presidente de Estados Unidos asumió la actitud más dura que haya tenido ese país ante Venezuela, incluidos los tiempos del neocon, catire y belicoso George W. Bush. El ala pirómana de la oposición lo apoyó y hasta pidió más, mientras el ala moderada-taimada respondió ambiguamente, asumió su típica postura de “vamos a hacernos los locos a ver qué pasa”. Por su lado, el gobierno se la jugó con una gigantesca recolección de firmas y movilizó todos sus contactos internacionales. El gobierno del emperador “Tuercebrazos” tuvo que negar la parte sustantiva de su propio decreto, aquella que afirmaba que Venezuela era una amenaza inusual y extraordinaria para Estados Unidos.
En la cumbre de Panamá, al emperador le dieron palo parejo, hasta el punto de que tuvo que optar por una clásica salida imperial: “les hablo a estos vasallos y luego me marcho”. Aquí viene la pregunta: ¿cómo alguien puede considerar que esta cadena de hechos ha sido una derrota para el gobierno de Venezuela y un gran éxito para Obama? Respuesta: ese tipo de cosas son posibles y habituales en el universo paralelo y onanístico de la oposición venezolana.
Los argumentos para demostrar que Obama (y ellos, por extensión) ganaron la partida, mientras Nicolás Maduro “regresó como el gran derrotado” son joyas de la autocomplacencia. El primero de ellos indica que Obama no derogó la orden ejecutiva, es decir, que no hizo lo que Venezuela le pedía. “Eso es, desde cualquier punto de vista, una bobería -dice Prodigio-. Y me perdonan si no uso una palabra un poco más técnica como despropósito o irracionalidad, pero es que simplemente se trata de algo bobo. El hecho de que la orden ejecutiva haya perdido eficacia, que haya sido contradicha por el mismo Obama, es, de por sí, una derogación”.
El otro argumento del universo paralelo opositor se refiere a la cumbre y se basa en que Obama resultó triunfador porque no escuchó a Maduro. Bajo este enfoque, una actitud arrogante, supremacista, descortés y antidemocrática pasa a ser valorada como una jugada de alta política digna de elogios. De haberla ejecutado Maduro o cualquiera de los otros presidentes latinoamericanos habría sido una cobardía, un acto propio de gente bruta, sin sentido de la urbanidad y las buenas costumbres.
Más allá de este capítulo de la telenovela, está claro que en el universo paralelo opositor se ha gestado desde hace ya más de tres lustros uno de los fenómenos característicos de este proceso: la subestimación del rival político. Durante casi 14 años, se centró en el comandante Hugo Chávez, quien en la realidad real no paró de crecer como líder nacional de su tiempo, alcanzando luego perfiles internacionales y una dimensión histórica. Pero en el mundo alterno opositor siempre fue un payaso, un autócrata, un pobre tipo.
Desde hace dos años, han hecho lo mismo con el sucesor, incluso con más fruición en el desprecio. Se le denigra por su origen popular, por su condición de antiguo obrero, se hace burla de mucho de lo que dice. No se le reconoce nada: ni su gran capacidad de trabajo, ni su esfuerzo por asumir retos descomunales (ser canciller de Hugo Chávez, primero, y sustituirlo en la presidencia, luego). Se creyó que menospreciando a Chávez se le derrotaba y ya sabemos lo que ocurrió. Ahora se cree lo mismo de Maduro y ya vemos lo que está ocurriendo… Bueno, en esta realidad, pues en el universo paralelo opositor es otro cantar.
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