martes, 3 de mayo de 2011

La muerte de Bin Laden es una farsa para ocultar el genocidio en Libia
Por: Roberto López Sánchez

La muerte de Osama Bin Laden anunciada por Obama este domingo es simplemente una farsa propagandística que busca justificar la política de agresión militar que los Estados Unidos y la OTAN desarrollan en Libia y otros países como Irak y Afganistán.
Bin Laden pudiera estar muerto desde el 2001, o pudiera seguir vivo; eso no importa mucho. Bin Laden es una creación de la inteligencia estadounidense, y como tal ha jugado un papel relevante en las últimas dos décadas. Bin Laden desapareció del público luego de la invasión imperialista contra Afganistán en 2001; apareció en un extraño video unos días antes de las elecciones que permitieron reelegir a Bush en 2004, como si el objetivo del video hubiera sido precisamente obtener votos a favor de Bush. Ni antes ni después de ese video del 2004 ha sido visto Bin Laden por nadie que pueda atestiguarlo.
 A Bin Laden lo habían mantenido “vivo” durante todo este tiempo, como una carta debajo de la manga por parte de la CIA. Podía servirles para justificar determinadas políticas de agresión militar en cualquier parte del mundo, o como distractor de la opinión pública ante situaciones difíciles en la política interna norteamericana. Lo han usado en este momento probablemente para distraer a la comunidad mundial ante el salvaje asesinato de varios miembros, incluyendo niños, de la familia de Kadafi en Libia, ocurrido el pasado viernes.
 La farsa que ahora anuncia Obama con bombos y platillos es realmente indignante. Resulta que unos agentes especiales gringos, acostumbrados a limpiarse el trasero con hojas arrancadas del Corán en Guantánamo y Abu Graib, ahora se convirtieron al islamismo y procedieron a desaparecer el cadáver de Bin Laden según “las tradiciones musulmanas”, y de acuerdo con eso lo tiraron al mar ¡¡¡¡¡¡ Pudieron organizar mejor la mentira, para que por lo menos fuera medianamente creíble.
 Aunque presenten imágenes del cadáver de Bin Laden, aunque vayan al supuesto mar donde lo lanzaron y regresen a tierra el cadáver del susodicho “terrorista”, aunque presenten videos sobre el supuesto enfrentamiento en donde cayó Bin Laden, aunque lleven periodistas al sitio del “enfrentamiento”, seguiremos diciendo que eso es una farsa, como farsa ha sido todo lo relacionado con dicho personaje en la última década.
 Apenas ocurrieron los atentados del 11S en 2001, pusimos en duda que un extraño personaje que vivía con varios siglos de atraso cultural y se escondía en cuevas y parajes desérticos de un país tan poco relevante como Afganistán, pudiera haber sido capaz de organizar un atentado de tanta envergadura como los secuestros simultáneos de cuatro aviones en suelo norteamericano y el posterior derribo de las torres gemelas. Nunca nos cuadró esa explicación tan simple para un acto histórico de tanta trascendencia, el cual por cierto le vino como anillo al dedo al gobierno de Bush para justificar la llamada “guerra contra el terror”.
La teoría de que los atentados del 11S fueron una conspiración montada por el propio gobierno norteamericano es algo que apoyan miles de profesionales, activistas e intelectuales dentro de los Estados Unidos, y hasta el ya fallecido ex-presidente italiano Francesco Cossiga dijo en 2007 que los servicios de inteligencia gringos e israelíes habían planificado los atentados para justificar las intervenciones militares en Irak y Afganistán (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=62903).
Bin Laden y Al Qaeda le han servido a los Estados Unidos en esta última década para mantener a nivel mundial su pretendida “guerra contra el terror”. Ante la desaparición del enemigo comunista, los servicios de inteligencia gringos crearon al nuevo enemigo, un terrorismo fantasmagórico que puede actuar en cualquier lugar del mundo y que asombrosamente le sirve más a los intereses de los Estados Unidos que a sus posibles enemigos o competidores.
El mismo Kadafi ha acusado a Al Qaeda de ser promotora de la rebelión originada en Bengasi, que ha dado paso a la actual guerra civil en Libia y ha servido para justificar la brutal agresión militar de la OTAN.
Esta estrategia de asesinar a personajes por medio de montajes no es nueva para la CIA. En 1972 en Caracas, la Disip dirigida por Posada Carriles detuvo a dos revolucionarios miembros de la organización revolucionaria Punto Cero, entre ellos Federico Bottini Marín, los llevó hasta el frente de la casa del industrial Carlos Domínguez, que se encontraba en ese momento secuestrado por otra organización revolucionaria –Bandera Roja-, y los masacró dentro de un vehículo en la Plaza Washington del Paraíso. En ese entonces la opinión pública venezolana no se percató del montaje; nadie dijo que los revolucionarios asesinados no pertenecían a la organización que tenía en su poder al empresario Domínguez; no aparecieron en los medios las denuncias de familiares y activistas que informaban que los revolucionarios asesinados habían sido detenidos previamente, y que no habían llegado hasta ese sitio por medios propios. Fue una macabra jugada maestra del asesino Posada Carriles y demás agentes de la CIA que dirigían a la Disip en los gobiernos adeco-copeyanos.
Bin Laden pudiera haber estado detenido por la CIA todos estos años, y ahora procedieron a asesinarlo. Pudiera pensarse que han usado esa “carta bajo la manga” por dos razones posibles: una, que la CIA haya considerado necesario despistar a la opinión pública mundial ante los asesinatos de civiles y de niños mediante los bombardeos contra Libia. La otra posible razón es mucho más terrorífica: que la CIA y demás agencias de inteligencia gringo-sionistas se aprestan para un nuevo auto-atentado similar al del 11 de septiembre de 2001, que se justificaría como una pretendida reacción de Al Qaeda ante la muerte de su líder.
Con ese nuevo auto-atentado el imperialismo se justificaría más ampliamente para terminar de aplastar militarmente al régimen de Kadafi, para poder agredir a otros gobiernos anti-occidentales como los de Siria e Irán, y para presionar de múltiples formas a cualquier gobierno que en el mundo pretenda sostener posiciones de soberanía y autodeterminación. Incluyendo por supuesto al gobierno bolivariano de Venezuela.
Hemos dicho que ante la crisis mundial el imperio se apresta a desatar la única opción que para sus oscuros intereses les resulta válida: la guerra en sus múltiples dimensiones. La intervención de la OTAN en Libia es sólo el primer acto de lo que está por venir. Los pueblos y gobiernos que en el mundo se proponen avanzar por caminos alternativos a la salvajada que impone el capitalismo globalizado neoliberal, deben prepararse para enfrentar agresiones como las que hoy sufre el pueblo de Libia. Mañana puede ser Siria, Irán, y por qué no, Venezuela.

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