La agresión yanki a PDVSA/Venezuela, un grito desesperado
Ya lo hemos dicho en otras ocasiones, el imperialismo vive una etapa de desespero por su inacabable crisis estructural, crisis económica en primer lugar, crisis política, crisis cultural y crisis ética. Nunca como antes ha quedado develado el carácter rapaz y expoliador del imperialismo que no oculta sus pretensiones expansivas y su ansiedad por controlar las fuentes energéticas que generosamente poseen algunos de los países ubicados en el Sur del hemisferio o los llamados países del Tercer Mundo.
La estrategia guerrerista tiene algunos años desarrollándose, en la medida que las fuentes energéticas propios se reducen drásticamente gastadas de manera irresponsable para sostener un absurdo modelo de vida capitalista basado en el más descomunal y desenfrenado consumismo. El llamado modo de vida norteamericano le está costando un ojo de la cara a todo el orbe, pues con su capitalismo salvaje países como Irak, Afganistán, Libia sufren terribles guerras de agresión y ocupación bajo pretextos absurdos que la misma vida se ha encargado de demostrar su invalidez.
Presuntas armas de destrucción masiva existentes en Irak produjeron una guerra devastadora que le está costando a esa nación más de un millón de sus hijos muertos por la soldadesca yanqui. Libia lleva ya tres meses de asedio y bombardeos implacables por parte de esa agencia militar yanqui que es la OTAN y una decena de países europeos, ávidos por meterle –junto a los EEUU, el gran enterrador de la comarca– los dientes a las enormes fuentes de energía y agua potable que subyacen en el subsuelo de la sufrida nación árabe.
Ahora le tocó a Venezuela en ese ajedrez diabólico y las baterías del Pentágono, el Departamento de Estado, la CIA enfilaron contra PDVSA a la cual amenazaron con sancionar porque le vende gasolina a Irán, país que está en la lista negra yanqui y que es un objetivo político y militar desde hace mucho tiempo; es decir, el gobierno gringo quiere imponernos la extraterritoriedad de sus leyes, como lo han hecho con Cuba y otras naciones estigmatizadas por ellos.
Ya lo dijo el presidente Hugo Chávez, la Asamblea Nacional y el pueblo trabajador en las calles de todas las ciudades de Venezuela: somos un país soberano, independiente, autónomo que tiene relaciones comerciales y diplomáticas con quien lo estime y sirva política y económicamente a los intereses nacionales. Ese es un derecho inalienable y ninguna potencia, por poderosa que sea, le va a decir al país del Libertador Simón Bolívar, con quien comercia o se relaciona, precisamente por eso es que somos soberanos, pues aquí no gobierna una oligarburguesía ni grupo cipayos o pitiyanquis, aquí manda es el pueblo.
La torpe decisión de sancionar a PDVSA –pero no dejan de recibir y comprar más de un millón de barriles diarios de petróleo venezolano, y su derivados, es decir, los EEUU dependen en buena medida de la energía venezolana, 15% del petróleo que consumen los norteamericanos se los provee Venezuela para las industrias de toda la Costa del Pacífico norteamericano, que sólo pueden consumir el petróleo venezolano– tiene varias intenciones, políticas todas, además de la potencial amenaza militar que semejante actitud conlleva.
La primera es tratar de sabotear la instalación, el próximo 5 de julio, día de los 200 años de nuestra independencia del imperialismo español, de la Comunidad de Naciones de América Latina y el Caribe CALC. Asustar a los gobiernos, ponerlos a vacilar ante la posibilidad de crear un organismo tan disímil y heterogéneo. Por supuesto, en el alto gobierno yanqui, rumian de rabia ante el surgimiento de un organismo sin la presencia norteamericana y de Canadá, y por todos los medios han tratado de quitarle fuerza a esa propuesta nacida en, Cancún, México a principios de año. Por allí iban los tiros cuando, un día antes de reunirse los cancilleres de la CALC en Caracas, se montó el affaire Joaquín Pérez por parte del imperio y sectores del gobierno de Santos.
Pero no llegan allí las maniobras del gobierno norteamericano, es que de manera evidente se quiere profundizar la destrucción de la OPEP. Cuatro países miembros: Irak, Irán, Libia y ahora Venezuela, son hostilizados, atacados, agredidos por el imperio que busca desesperadamente tomar para sí el petróleo porque se están quedando sin energía, como es sabido. Para ello inventaron la guerra de Irak, la agresión a Libia, el cerco a Irán, los amagos y golpes bajos contra Venezuela. Es decir, los países más avanzados políticamente dentro de la OPEP a cuyos gobiernos hay que doblegar… y derrocar.
Por supuesto, si se analiza la agresiva pero torpe medida contra PDVSA por parte del gobierno guerrerista de Obama, hay que ver las consecuencias políticas que ha generado tanto en Venezuela como en América Latina. En Venezuela lo que hizo fue avivar el sentimiento patriótico y antiimperialista en las masas trabajadoras y en el pueblo en general que ha tomado las calles y el fervor revolucionario en torno a PDVSA y al gobierno bolivariano. Pero no se queda allí la acción contra la agresión imperial, los movimientos sociales de América Latina y el Caribe levantan con fuerza las banderas de la solidaridad con Venezuela y la Revolución Bolivariana y se cierra el cuadro antiimperialista, a ello se agregan las movilizaciones populares contra la agresión a Venezuela y su empresa energética, porque los grupos sociales y revolucionarios del continente –y de otros continentes– valoran la importancia del proceso revolucionario venezolano, su trascendencia para los movimientos sociales del continente en su lucha emancipadora.
De México a la Argentina, los países de Centro América, el Caribe, Sur América se cierra el cuadro de condena al gobierno intervencionista norteamericano y sus pretensiones de querer destruir a la revolución bolivariana y asesinar al presidente Hugo Chávez.
La decisión de la señora Clinton –que no dio la cara sino que mandó a un cínico funcionario de quinta categoría a leer la infame decisión– revela, además la debilidad no sólo del gobierno sino del imperio, su desesperación y la agudización de la soberbia imperial que se traduce en las decisiones políticas del Grupo de los Ocho, recientemente reunido, que en vez de buscar una salida justa y pacífica a la problemática Libia y del Oriente Medio, se plantea la guerra, destruir Libia y sacar por la fuerza a Gadaffi y derrocar al gobierno progresista y antiimperialista de Siria. La respuesta a las crisis económica y energética es la guerra, buscar una salida guerrerista por parte del complejo militar/industrial y de la OTAN, ¿cómo se puede contener esa bárbara política?
Como lo está haciendo el gobierno revolucionario y el pueblo de Venezuela, movilizándose y preparándose para una agresión militar. No es fácil, tienen que pensarlo muy bien, pero si la gloriosa Cuba y su revolución ha podido resistir durante 50 años al imperio, a tan solo 90 millas de distancia de los EEUU, más rápido podremos resistir los venezolanos, hijos de Bolívar, que haremos morder el polvo de la derrota si se atreven a hollar el sagrado suelo de la Patria, y no estará solo nuestro pueblo, lo acompañarán los pueblos insurgentes de América Latina y el Caribe. Sólo nos resta repetir la frase en boga: ¡Venezuela se respeta!
(27-05-11) (humbertocaracola@gmail.com)
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