sábado, 19 de marzo de 2011

LOS IDOLOS ROTOS DE ELIZABERTH FUENTES Y SU ABUELO


Por Federico Ruiz Tirado Especial para HORA DE CAMBIOS


El tenor escrito y fónico de Elizabeth Fuentes , por más  “politizado”, chancero e incisivo que le parezca a much@s, siempre lo delata una liebre que salta cándida, digna de un diván, si es que ya no pernocta semanalmente a lo largo de uno de ellos, en las policlínicas de aquellos especialistas que  trajinaban con la psique de los demás, durante los años dorados del “Si Podemos, somos MAS”, cuando se entregaron indistintamente a Freud, a  Lacan, a Bhartes,  pero vivieron la moda que impuso en el mundo  la obsesión por Wittgenstein.  Filosofía y terapia.  Hablo de París, de Viena,  incluso del Buenos Aires de Videla y de la  España recién destapada por la muerte de Franco. No tengo dudas que Petkoff, azuzado por el prosélito Oswaldo Barreto, metió sus narices en semejante entresijo ideológico y sofisticadamente excepcional, porque fenómenos como ese son, digamos, inmanentes  a esa inteligencia suya que hace que todavía Roberto Malaver le siga sus pasos.
Elizabeth, digo yo, debió  pasar esa página hace tiempo, olvidar sus heroicas  ensoñaciones socialistas oyendo lela a  Regis Debray relatar su hazaña en Bolivia y con la cautela del caso al  Comandante Ilich Ramírez sobre la Guerra de Argelia, el Mayo Francés y las turbulencias del Golfo Pérsico. Claro que la pasó, pero la página con el dobladillo en la esquina del libro de Petkoff (cualquiera de ellos, claro, ya qué carajo importa), se le engatilló en los neurotransmisores y en las papilas gustativas; de modo que cuando escribe en el diario del Abuelo Desalmado sus “Vamos a Dale” (no podía llamarse de otro modo su columna en Tal Cual),  dispara y no hay neuroterapia que le haya valido; y así, yerta de líbido, se imagina que los chavistas no nos amuñuñanos con nuestras parejas cuando despunta el alba, ni echamos vainas con juguetes eróticos, ni comemos dulce de leche con raspadura de limón y no  hacemos el 69, la manigueta coriana o el Orillo e cama,  porque Alo Presidente sólo nos permite una acción hazañosa con la mano, como decía el Maestro Gregorio Marañón, esa mano que surge de entre las nubes. No nos mires desde tu lecho seco, s’il vous plait! Cuán lejos estás del goce revolucionario, Eliza; de la machaca bolivariana. Tú que te lo pierdes, por andar oliendo tufos de viejos y rancias ideologías!
El último cocimiento de rencor contra Lina Ron que descargó en el diario de su Abuelo Desalmado, no es tampoco un cosmo de originalidades inimitable, que supere o no el horror desfasado de Roberto Giusti, o  los comentarios de esa bailarina en decadencia llamada Marienella Salazar: por lo que a mi me huele, Elizabeth ahora bebe Anís Cartujo al natural para evocar el Pastís del Barrio Latino y así mascullar sus penas taciturnas e históricas.
Au revoir, Eliza!

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