Miembro de la Familia Real libia y hermano de Idris, uno de los dos aspirantes a la Corona, Hashem el Senussi vive actualmente en Roma
En Libia se ha vuelto a ver la bandera de la Monarquía y la foto del Rey Idris en las manifestaciones y entre los jóvenes que luchan contra Gadafi. Son nostálgicos del Rey Idris, expulsado del país por Gadafi en 1969. Pero ahora algunos analistas se plantean que una solución para el caos y desorganización que dejará Gadafi podría ser un Rey constitucional, una figura por encima de las partes. En Roma vive un nieto del rey Idris, Hashem Abdallah el Senussi (60 años), que está dispuesto a volver a su país y jugar un papel político de primer plano, como ocurrió en Bulgaria con el Rey Simeón. Estudió Ciencias Políticas y Sociología en Chicago, está casado con una italiana desde hace 35 años y tiene tres hijos. Se siente ligado a España, porque su hermano Idris está casado Ana María Quiñones de León, descendiente de los marqueses de Montevirgen.
—¿Prepara ya el viaje de retorno?
—Pienso volver pronto, porque el 80 por 100 del país está ya liberado y Gadafi tiene los días contados. Pero lo que me preocupa ahora es la matanza que está haciendo el dictador Gadafi, y ante eso no puedo permanecer inmóvil.
—¿Esperaba esta rebelión?
—La verdad es que no. Pensaba en todo caso que Gadafi podría ser derrocado con un golpe de Estado. La novedad de la revuelta libia es que no hay un jefe o líder detrás. Es una explosión de sentimientos. Ha surgido como un volcán, que ha explotado porque la gente estaba harta.
—Gadafi se ha presentado en sus últimos discursos como un combatiente beduino, sin riquezas, casi pobre. ¿Abandonará el país?
—Veo mal su final. No creo que Gadafi deje el país, porque tendría que presentarse ante un tribunal internacional por crímenes de guerra. Tiene una fortuna enorme fuera del país. En eso ha sido hábil, como lo ha sido también en dividir a todo el país, poniendo unas tribus frente a otras.
—Ante esa división, ¿corre el riesgo Libia de acabar en un país fragmentado , ingobernable como Somalia o con influencia del fundamentalismo islámico?
—No, el pasado es pasado dicen hoy todos los jefes de tribus. Todos quieren estar unidos. Es verdad que Gadafi ha lavado los cerebros de los libios, para introducirles su «Libro verde». Pero la buena señal es que esos libros han sido quemados y se ha echado mano de la bandera de la monarquía e incluso fotos de mi abuelo Idris, cosa que me emociona profundamente. En cuanto al fundamentalismo islámico, tampoco lo veo. Con mi abuelo, que era descendiente del profeta, había una democracia laica. El extremismo no va con los libios.
—Después de Gadafi, ¿quién puede tomar el poder? Entre los nombres se da el de Mustafa Abdel Jalil, ex ministro de Justicia…
—Sí, Mustafá es una persona valiente, que desde el inicio ha estado del lado de los rebeldes. Pero, para el nuevo gobierno, tiene que ser el pueblo el que decida mediante elecciones libres, controladas por observadores internacionales.
—Y usted, Príncipe el Senussi ¿qué papel piensa jugar, piensa en un retorno de la monarquía?
—No tengo la bola de cristal. Solo digo que el hecho de que se vea la bandera monárquica y las fotos de mi abuelo Idris es una demostración de que la gente nos quiere bien. Pero debemos dejar que sea el pueblo el que elija, porque son ellos, los jóvenes, los que están derramando su sangre hasta la victoria final.
—Su primo Mohamed, que vive en Londres, es también aspirante a convertirse en rey de Libia.
—Sí es menor que yo. Su padre era el Príncipe heredero, y tras su muerte le correspondería a mi primo convertirse en monarca, si así lo quiere el pueblo. Mi padre Abdallah Abed al Senussi era, en la época de la monarquía, la persona más influyente y al que más temía Gadafi, hasta el punto de que cuando murió en 1988 en Egipto, donde vivía en exilio, el dictador hizo fiesta y puso en libertad a 1.500 presos, buena parte de ellos presos políticos.
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