REFLEXIONES INGENUAS:
“ALIENATIO ENIM A TITULUS
ACADEMICUS”
Por Carlos M. Rodríguez C
El capitalismo convierte en mercancía
la totalidad de la realidad humana. Tiene que ser así porque el ser humano,
para el capitalismo, es un ser de consumo, consumista. En consecuencia, la realidad, que es producto
del quehacer humano tiene que consumirse para poder realizarse, es decir,
alcanzar su esencia a través del consumo. Para el capitalismo, si el hombre no
consume no es hombre (por supuesto, estamos hablando del ser humano).
Esto vale por supuesto, para lo que el
hombre no construye, pero forma parte de su entorno. Por ejemplo, la naturaleza
es objeto de consumo. De hecho no hay nada en el planeta tierra que no sea
propiedad, es decir, pertenezca a alguien, alguno o algunos. El simple hecho
que tomemos una foto a un paisaje, a un animal en su ambiente natural
constituye la concreción del acto de consumir. Estamos comprando, o compramos
objetos para captar algo que no me pertenece, que es ajeno, que me es extraño,
y el cual sólo poseo a través su imagen que, o fue comprada, o compré objetos
que me permitan capturar su imagen.
La educación, en todos sus niveles y
modalidades es, entonces, como toda acción humana, una actividad alienada. El
quehacer educativo está soportado por el deseo de crear y poseer (conocimiento,
reconocimiento, status, poder). Se crea lo que va a ser consumido, y se consume
lo creado. Ambos generan el acto de poseer y mientras más se posee más status
se tiene.
El profesional académico
universitario, carcomido por la visión mercantilista del capitalismo neoliberal,
vive en una permanente carrera para, primero, estudiar un “diplomado” que le
otorgue la licencia para ascender a profesional con título de tercer
nivel, después el de “especialista” que
es lo mismo que un diplomado pero con mayor estatus, de ahí la maestría para
autodenominarse y que le llamen “magister”, y supuesto el doctorado, pináculo
de su carrera académica, para que se le dirijan como “doctor(a)”.
Ya coronado el profesional académico
universitario se convierte en la concreción viva del “magister dixit”, especie
de gran gurú cuyo saber está por encima de todos los otros saberes y constituye
una verdad indiscutible, irrefutable, es decir, un dogma. Comprados los títulos,
se consideran la caja de machetes, y para que se lo reconozcan vienen las
poses, los amaneramientos, el lenguaje rebuscado, la jactancia, la prepotencia,
es decir, todo lo que supone la mercancía de de moda y que lo convierte
precisamente, en mercancía, es decir, sujeto a las leyes del mercado.
Pero como las leyes del mercado
también tienen sus bemoles, no importa la calidad y la veracidad del título, lo
que importa es tenerlo, de ahí la proliferación de instituciones de dudosa
reputación, o la compra de títulos o falsificación de los mismos, para lo cual hay toda una industria, empresas
trasnacionales encargadas de producir la mediatización de la academia, es
decir, la “masificación de lo académico”.
Y de allí la profundización del
carácter capitalista de las universidades las cuales se han convertido en
fábrica de robots repetidores de conocimientos, muchos obsoletos u falaces, sin
criterio científico. Casas vacías, sin producción
de conocimientos sino simples “compradoras-vendedoras”, productoras de “profesionales
individualistas, mercantilistas, bachaqueros de tesis desfasadas, de refritos,
corta-pega de artículos o publicaciones buscadas por internet sin verificar la
veracidad o pertinencia de los mismos.
Y lo peor, negadores y castradores del
debate ya que cualquier puesta en duda de sus afirmaciones es considerada un
agravio, una ofensa. O la descalificación grosera de cualquier tesis que se
oponga a la suya, argumentando su falta de calidad académica, o desacreditando
a los autores que produzcan o publiquen artículos, ensayos de los cuales
difieran.
Es el caso de muchos que se consideran
revolucionarios y su práctica personal no difiere de la práctica academicista,
comercial, mercantilista y hasta delictiva de los que actúan de de la misma
manera arriba descrita, sino que también se dedican a cobrar por tutorías de
tesis y trabajos de ascenso, las cuales son parte de sus funciones docentes, y
muchas de dichas investigaciones carecen de fundamento científico, pero que son
aprobadas por la política de la complicidad que existe en el medio
universitario.
De igual manera asumen el
comportamiento “de mercancía”, prepotencia, jactancia, esnobismo, falta de
humildad, irrespeto a la opinión de los otros, emasculados intelectuales y pare
Ud. de contar.
Y por ahí los conseguimos, escribiendo
artículos donde presumen de revolucionarios, jactándose de sus títulos, intentando
hacer desmerecedores de los que opinan de otro modo, con lo cual evidencian el
más craso desconocimiento de la dialéctica revolucionaria, en la cual son
necesarias las contradicciones en el debate a fin de confrontar la tesis con la
antítesis para que emerja la síntesis revolucionaria.
En fin, la disociación interna de su yo, requiere una
revolución psíquica que le permita desmontar el andamiaje burgués de su
personalidad y asumir la actitud socialista, en la cual el hombre se hace a
través de la praxis, lo cual requiere aceptar que hay la necesidad de
confrontar el conocimiento con la realidad, la teoría con la praxis, el ser con
el hacer. Y entonces nazca el verdadero sentir-ser revolucionario, pero para
ello se necesita una buena dosis de humildad y una mayor dosis de querer
transformar su conciencia. De lo contrario seguirán siendo “cosas”, “objetos”,
simples “mimos” incapaces de convencer a otros o convencerse a sí mismo de sus afirmaciones.
Humildemente.
Hasta la victoria siempre. Venceremos
carrodcas@gmail.com
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