martes, 19 de julio de 2016

Contra Guerra No Convencional, políticas no convencionales 

Nuestro Análisis del pasado viernes lo terminamos así: “Vamos a dejar otra frase tomada de la entrevista concedida por Jorge Beinstein que referimos ayer: ‘Los neofascismos centrales y periféricos aparecen como respuestas reaccionarias a la crisis produciendo a veces contrarrevoluciones no porque hayan existido tentativas revolucionarias reales sino precisamente por la ausencia de revoluciones antisistema capaces de superar la degradación capitalista’ ¿Hay verdad en estas palabras, absoluta o relativamente?”. 
     Tal vez sí exista un “neofascismo”, en el sentido de que los métodos usados para el derrocamiento de regímenes progresistas hayan cambiado un poco, aunque en realidad el fascismo usa la misma fórmula que ha aplicado el capitalismo desde que existe. Ya en la “Semana Sangrienta”, que acabó con la Comuna de París en 1871, hubo elementos que aplicaría el fascismo en el siglo XX, como la ejecución de una acción represiva extrema para enfrentar el ascenso del movimiento popular, frenarlo, descabezarlo, liquidarlo. El fascismo, forma de gobierno surgida en la época de la intensa concentración de capitales que llevó a la conformación del gran capital monopolista, actúa precisamente por razones parecidas y con esos métodos. No necesita el triunfo de “revoluciones antisistema capaces de superar la degradación capitalista”, basta con que se apoderé de él el temor de que algo así ocurra o se avecine, ante el avance de las fuerzas populares. En Alemania e Italia, en los años 30 del siglo pasado, venían creciendo tanto los sindicatos obreros con sus programas de lucha como los partidos comunistas de esos países. En España tras el surgimiento de la República, esta fue derrocada por el fascismo franquista. En Chile luego de la victoria de Allende, se forjó el golpe de Estado pinochetista, en Venezuela la Revolución Bolivariana fue desplazada brevemente por el golpe de Estado de 2002. El fascismo es la tabla de salvación política del gran capital monopolista cuando se siente amenazado por los proletarios. 
     Desde la segunda mitad del siglo XX las fuerzas reaccionarias han venido cambiando sus modos, a fin de “baypasear” a las organizaciones internacionales y a las organizaciones de derechos humanos. Aunque su saña puede ser igual a la que usó el fascismo originario, ahora usan nuevas armas para enfrentar a los pueblos, en lo que se llama la Guerra No Convencional. Ya no se trata de una guerra en la que las fuerzas u objetivos se definan abiertamente, ni se fundamente en la sola fuerza militar. Las nuevas tácticas promueven la generación de crisis para subvertir políticamente la sociedad, incidiendo sobre los estándares de vida civiles, asociándolos con grandes demandas de seguridad, afectación económica, desesperanza, desconfianza, depresión, miedo y desintegración de la moral por medio de un ataque continuo con diversas modalidades. En ese contexto, juegan un papel especial, de primera línea, la agresión mediática y la manipulación sicológica. El gran objetivo es desmotivar al enemigo y anular su capacidad de resistir. Es exactamente el tipo de guerra que se viene desarrollando en América Latina contra las fuerzas populares en ascenso, con algún éxito hasta ahora, para instaurar regímenes neofascistas, que inclusive han cambiado sus métodos de represión, entre otras novedades, sustituyendo la represión masiva con la represión selectiva. 
      Así pues, no podemos despreciar las grandes dificultades que viven los pueblos para enfrentar a sus enemigos, que son poderosos, experimentados, con estrategias globales, colonización de organizaciones internacionales, ejercicio de una dictadura cultural omnímoda, todo tipo de recursos y herramientas. Pero por eso mismo es obligatorio introducir cambios importantes en los modos de resistencia de las fuerzas populares. La Guerra No Convencional no puede ser enfrentada con partidos convencionales, lenguajes convencionales y herramientas convencionales. Las fuerzas progresistas latinoamericanas han contribuido con sus errores a facilitar la acción erosiva de sus enemigos, cayendo en las trampas de la institucionalidad burguesa que no han logrado transformar y mostrando poca capacidad de adaptación a las nuevas realidades surgidas tras sus victorias de fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI.     En el ámbito cultural y comunicacional, tan importante, ha habido en algunos casos un asfixiante dogmatismo, un leguaje repetitivo y exento de creatividad que se ha venido desgastando hasta hacerse casi inocuo, una estética de dudosa calidad, una simbología anacrónica y otros desatinos. En otros casos, se ha sufrido de un excesivo formalismo que impide que los pueblos puedan diferenciar unas fuerzas de otras y volviéndose a la definición de los políticos como una especie de clase aparte constituida por aprovechadores, oportunistas y farsantes.
          En el caso venezolano, hay además síntomas de una concepción utilitaria y/o clientelar de las organizaciones  populares, una burocratización evidente de los partidos revolucionarios, señaladamente del partido fundado por Chávez, el PSUV, una separaciónfísica de los problemas del pueblo (en las colas del desabastecimiento están más presentes con sus mensajes las fuerzas de la derecha que las revolucionarias, más pendientes estas de mirarse al ombligo y mostrarse en televisión, o en tarimas que coronan actividades sectarias) Hay una situación de peligroso narcisismo político en el chavismo que le dificulta la función autocrítica, aunque por otro lado sigue siendo la única fuerza política cohesionada y con capacidad de movilización y combate, y con respaldo militar organizado, lo cual no es poca cosa y significa que existe una clara posibilidad de recuperación. También es verdad que constituye la más pequeña de tres minorías, más o menos 30% de la población, según estudios confiables (las otras dos son los “no alienados”, que no apoyan ni al Gobierno ni a la oposición, más o menos el 40%, y la oposición, que es la segunda minoría aunque muy cercana en los números a la minoría chavista). 
        En fin, para no pecar de generalizadores, en el próximo Análisis trataremos de desmenuzar este último párrafo, a fin de explicarnos mejor.

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