martes, 29 de noviembre de 2011


“Le decimos al presidente Santos que la guerra no abre la puerta de la paz”


Ainara Lertxundi
Entrevista a Piedad Córdoba, ex Senadora y miembro de Colombianos por la Paz
“Mientras ellos estaban asesinando a los mismos soldados y policías, nosotros teníamos en la mano la posibilidad de sacarlos y recibirlos con vida. Ésa es una derrota de la política del Gobierno, que nos da toda la autoridad moral y ética para exigirle un paso diferente en relación al canje humanitario y que se acabe la guerra. El presidente es responsable de lo que ha pasado porque había otras formas y maneras de hacer. Yo, personalmente, le envié una carta para reunirme con él y decirle que se iba a entregar a soldados y policías”.El nombre de Piedad Córdoba va ligado al movimiento por la búsqueda de la paz en una convulsa y militarizada Colombia. La Procuraduría Generla del Estado la inhabilitó como senadora acusándola de tener vínculos con las FARC. Pero sigue trabajando y estos días está en Euskal Herria, donde GARA ha podido recabar su opinión sobre el conflicto de su país y también el de éste.
Piedad Córdoba ha venido a Donostia de la mano de Mundubat para buscar apoyos y exponer la situación de Colombia. La entrevista concedida a GARA se realiza un día después de conocerse la muerte cuatro soldados y policías secuestrados por las FARC, al parecer durante una fallida operación de rescate.
El viernes, el presidente Juan Manuel Santos anunciaba el golpe final a las FARC. El sábado trascendía la muerte de estos cuatro uniformados. Justamente el viernes también, Colombianas y Colombianos por la Paz, organismo al que pertenece, recibía una misiva de las FARC en la que expresaban su disposición a entregar de forma unilateral a seis cautivos. ¿Qué se puede esperar ahora?
Se puede esperar mucho por parte de quienes, como Colombianas y Colombianos por la Paz, hacemos un esfuerzo muy grande, que va más allá de las liberaciones y que significa abogar claramente por la salida política y negociada al conflicto. Estamos muy descontentos y doloridos por lo ocurrido, porque veníamos trabajando la liberación a partir de una carta enviada a las FARC por un grupo de mujeres comprometidas con la paz. Antes de viajar al País Vasco ya habíamos nombrado unos delegados porque estábamos seguros de que la carta iba a llegar en cualquier momento, pero tampoco queríamos perder la oportunidad de aprender de la experiencia de ustedes. Una vez aquí, nos enteramos de la carta y del operativo militar. Mientras ellos estaban asesinando a los mismos soldados y policías, nosotros teníamos en la mano la posibilidad de sacarlos y recibirlos con vida. Ésa es una derrota de la política del Gobierno, que nos da toda la autoridad moral y ética para exigirle un paso diferente en relación al canje humanitario y que se acabe la guerra.
El presidente es responsable de lo que ha pasado porque había otras formas y maneras de hacer. Yo, personalmente, le envié una carta para reunirme con él y decirle que se iba a entregar a soldados y policías. Si les hubiera ido «muy bien» en el rescate, lo hubieran utilizado para ridiculizar nuestra labor y decirle al país que lo que nosotros hacemos es una apología al terrorismo cuando logramos entregas unilaterales.
Han sido golpes muy fuertes, como el asesinato del comandante Alfonso Cano, con quien teníamos un muy fluido diálogo y de quien habíamos obtenido decisiones muy claras y contundentes de avanzar hacia la negociación política. Se mantuvieron pese a su muerte, por lo que nosotros también debemos mantener la esperanza, aprendiendo de la experiencia del País Vasco. Estando aquí no podemos decir que tiramos la toalla, sino que mantenemos en alto la bandera, los principios y dignidad de un país que, finalmente, sea para los colombianos y colombianas.
El 4 de noviembre, el Ejército mató a Alfonso Cano. Días después, el nuevo líder de la guerrilla, Rodrigo Londoño, denunció la actitud «amenazante y brutal» de Santos. ¿Cabe ahora espacio para el diálogo?
En febrero recibimos el primer video por parte del comandante Alfonso Cano de las FARC y del también comandante Nicolás Rodríguez, del ELN. Las dos fuerzas insurgentes plantearon las circunstancias por las cuales están en la lucha armada y caracterizaron el momento de pobreza y miseria que vive el país. En un lenguaje muy coloquial, plantearon un escenario de diálogo. Durante el transcurso del año, recibimos unas cuatro o cinco apuestas de las guerrillas en ese sentido, pero el Gobierno no ha mostrado ningún interés.
Ni los que están alzados en armas ni los que no lo estamos somos el peligro, el terrorismo o quienes amenazan la estabilidad y gobernabilidad; son las circunstancias que vive Colombia. Las cifras son incontestables cuando un país tiene 20 millones de personas viviendo en la más absoluta pobreza, 7 u 8 millones de indigentes, 5,3 millones de desplazados internos desde hace 18 años, 6 millones de hectáreas arrebatadas a campesinos y también a personas de clase media, y cuando tenemos el mayor ejército de toda la región, superando incluso al de Brasil o cuando informes de la ONU sitúan a Colombia como el segundo país más desigual dentro de la región.
¿Cuál sería el punto de partida para desbloquear la situación y poder avanzar hacia un proceso de resolución?
El País Vasco está dando muchas lecciones, y una de las principales es cómo la sociedad civil se impone a pesar de todo lo que significa un régimen militarista y «facha» que invade la vida de las personas, sus conciencias, sus gustos, y al final logra consolidar una propuesta. Ésa debe ser nuestra apuesta. Otro de los elementos fundamentales es la unidad entre los sectores que defendemos la democracia radical, que estamos en la izquierda y que no podemos seguir pensando que cada uno de nosotros va a producir la claridad del día.

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