martes, 28 de mayo de 2013

Nadie, lo digo con todas mis fuerzas, me puede acusar de contrarrevolucionario. Ese no es un hecho retórico. Es una verdad gigante como los tepuy de mi Guayana natal. El 8 de diciembre de 2012, el Comandante Supremo dio una orden: ¡Es Maduro! Y, carajo, respondimos ¡Es Maduro! También nos dijo ¡Tenemos Patria! Y, carajo, ¡Claro que tenemos Patria! De igual manera nos habló de ¡Independencia! Y, carajo, ¡Claro que tenemos Independencia! Casi tres meses después lo vimos consumirse por nosotros. Se apagó antes de tiempo su vida puesta al servicio de todo el pueblo venezolano. Llegó ese dolor que lacera, que nos atraviesa el alma, ese dolor que nunca quisimos que llegara. Pero, su muerte física se convirtió en energía, se convirtió en juramento, se convirtió en sangre de nuestra sangre, vida de nuestra vida y pensamos en todos los hijos de la Patria, los hijos que él adoró y por los que estuvo luchando desde que era el Arañero de Sabaneta y redoblamos haciendo nuestra, carajo, su rebeldía permanente. Nos enseñó a no ser pendejos y a estar alertas. Le enseñó a nuestro Pueblo, a todos nosotros, carajo, a ser custodios de su legado, ¡Vigilantes de su legado! ¿Quién carajo puede acusar a todo un pueblo de ser custodio del legado del Comandante Supremo Hugo Chávez?

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