domingo, 26 de mayo de 2013

Lo que está en juego en Venezuela 

Luz Marina López Espinosa Rebelión / Alianza de Medios por la Paz


Es mucho lo que está en juego en Venezuela, lo cual es más que el tópico de decir que no es poca cosa. Tanto, como hacer o no realidad el sueño que reclaman los pueblos en las calles y plazas del primer y del tercer mundo al grito de Otro Mundo es Posible. Clamor indignado y esperanzador ante la postración a la que los somete el poder dominante bajo las insignias –muchas de ellas vergonzantes- de capitalismo neoliberal, globalización capitalista, mundo unipolar, fin de las ideologías y libertad de mercados.
En Colombia, no en balde país gobernado por una extrema derecha férrea, militarista y sumisa a las órdenes del Departamento de Estado, padecimos la experiencia fatigosa al extremo de haber sido martillados durante muchos años por toda clase de programas y columnas de opinión, de variedades y de humor en radio, televisión y prensa escrita en poder de grupos empresariales internacionalizados, caracterizando al presidente venezolano como un demente delirante. Todos los días durante muchos años, intercalando uno que otro día. Y eso hace su efecto: muchas gentes no instruidas ni seguidoras de causa alguna, informadas políticamente por esos medios, manifestaban en las conversaciones sociales su angustia y desazón de que nuestro vecino estuviera gobernado por un orate. Es el daño de los medios de comunicación al servicio del poder dominante, cumpliendo la trascendental faena de zapa que les asignó la nueva división del trabajo en el mundo concebido como escenario de dominación del fuerte sobre el débil: colonizar la mente de las gentes.
Fallecido el presidente Chávez, natural era, cesó la campaña. Pero el problema no era el hombre, que también lo era y mucho, sino su concepción del poder a nivel interno y en la escena mundial, la ideología subyacente a ello, implementada en su país con la complacencia de las mayorías desposeídas y la indignación de los propietarios. Concepción irradiada al mundo no sólo latinoamericano sino aún asiático y africano. Era la ideología socialista, humanista, con sentido profundo de patria e internacionalista como debe ser, así esto simulen no comprenderlo aquellos cuya patria es el capital.
Así que la campaña no cesó, apenas prosiguió y redoblada cuando el nuevo presidente elegido resultó dando prontas muestras de tener el talante y las convicciones de su inspirador que había osado retar las almenas artilladas del Nuevo Orden Mundial, el Consenso de Washington, el Fondo Monetario Internacional y sobre todo, había denunciado con energía la estrategia imperial del invadir y destruir países, etnias y culturas y asesinar a cientos de miles de sus nacionales, por no someterse a las órdenes de girar en torno a la política de la casa Blanca y los intereses de sus transnacionales. Había sí, que diseñar otra estrategia con este nuevo portavoz de un orden cuya legitimidad no se examinaba siquiera, en tanto por definición, era un orden enemigo. Con el presidente Nicolás Maduro entonces menos fructífera sería la caracterización de insania mental, que pondría en evidencia corresponder a un vulgar “cliché” de propaganda negra.
Feliz circunstancia para los opositores que la justa que eligió presidente a Nicolás Maduro, fuera ciertamente reñida. El candidato de la derecha -no tanto venezolana como internacional- y del Departamento de Estado, obtuvo una inesperada alta votación. Y tal como lo habían dejado ver desde antes los enemigos del proceso revolucionario que era lo que estaba en liza en las elecciones de este Abril de 2013, con una razón u otra o con ninguna, había que desconocer los resultados. Y claro, con un estrecho –que no despreciable- margen entre ganador y perdedor, propicia era la ocasión. Entonces, diseñada en los laboratorios de operaciones sicológicas y manejo de opinión de la CIA y el Departamento de Estado, en sincronía descarada con los emporios de la comunicación que no dejan lugar a la duda, comenzó la cruzada internacional contra el nuevo jefe de Estado. Ya no es un loco sino de pronto algo peor, un dictador que en disimulado golpe de cuartel se hizo al poder. Elecciones no hubo, si las hubo fueron un fraude; y democracia en Venezuela, ni la sombra.
De la "dictadura Venezolana” hablan espantados los que se enternecen al evocar a Jorge Rafael Videla y a Efraim Ríos Mont. Al tiempo que pensando con el corazón sugieren estar ad portas de la guerra civil y la ingobernabilidad, ello con base en la violencia -incendios y siete homicidios incluidos- ejecutada por la extrema derecha la misma noche del 14 de abril apenas conocidos los resultados electorales, para basados en esa coartada pedir intervención internacional incluido el esperpento de la “Carta Democrática” de la antidemocrática OEA. La que a propósito, no pidieron ni aplicó la OEA en los cuartelazos parlamentarios contra los presidentes progresistas Manuel Zelaya de Honduras y Fernando Lugo del Paraguay.
Lo que está en juego en Venezuela es ese clamor de los pueblos Otro mundo es posible. El peligro de que sea imposible revertir un estado de cosas donde el único dios venerado es el capital, y el espacio vital de la humanidad un mercado en fiera competencia, donde la brutalidad militar de la nación más poderosa zanje con devastación y muerte cualquier “desviación ideológica o de conducta” en el campo político, comercial o financiero de otra. Sea Yugoeslavia, Afganistán, Irak, Libia o Siria. Porque ese otro mundo que tiene como uno de sus principios fundamentales el de la paz entre las naciones, es el camino que marca Venezuela para redención de los desposeídos y los débiles, los en este sistema irredentos. No sólo como individuos y como comunidades, sino como Estados. Por eso en el modelo trazado por Hugo Chávez retomando la herencia perdida –despojada- de Bolívar y de Martí, naciones como Bolivia, Haití, Grenada y Surinam tienen voz y voto en el espacio regional. Y aún los pobres de los Estados Unidos se benefician del petróleo venezolano que en una doctrina inaceptable herejía para el materialismo capitalista, debe compartirse con los que no tienen acceso a él. Así se desajuste un poco el mercado de Wall Street y se enfurezcan los poderosos intermediarios financieros que pierden ese coto de especulación.
Porque lo que está en juego en Venezuela es una concepción del poder basada en la solidaridad y la fraternidad. Con los propios y desfavorecidos de la fortuna, y con los extraños a quienes no se ve como competidores a los que hay que avasallar según el credo del Consenso, sino miembros del mismo género de quienes lo más que nos separa es la geografía, mares, llanuras y cordilleras. Algo demasiado contingente para tornarlo esencial. Es decir, una política, en palabras de Hugo Chávez, de amor, así suene políticamente incorrecto y poco académico en términos de ciencia política y relaciones internacionales máxime en los tiempos que corren. Pero eso decía él. Y hay mucho amor en ello.
Lo dicho sobre el modelo venezolano no es un discurso; se traduce en realizaciones como la Celac, el Alba, Mercosur, el Banco del Sur, los acuerdos para suministrar petróleo y energía en términos ventajosos a países latinoamericanos y caribeños, la compra de la deuda de naciones hermanas en problemas con el F.M.I., la solidaridad en casos de catástrofes y asunto de la mayor trascendencia, el esfuerzo por un mundo multicéntrico, pluripolar y pacifista, votando en contra de la guerra y en favor de la solidaridad con los pueblos en los foros internacionales donde se decide la destrucción de países y culturas. Así sea voz minoritaria.
Y a nivel interno, no hace falta ser prolijo en la casuística. Todas las grandes e innegables realizaciones sociales son apenas muestra del designio último del nuevo sistema, el de la construcción de poder popular, la más auténtica expresión de la democracia. Esa institucionalidad incluye la promulgación de leyes orgánicas basadas a su vez en precisos mandatos constitucionales, que hacen efectiva la transferencia de poder al pueblo con facultades decisorias por medio de asambleas populares. ¿Qué otro país “democrático” puede exhibir tan espléndidas credenciales?
Tal el destino trazado para la República Bolivariana de Venezuela por su padre Hugo Chávez. El de la revolución hacia el estado socialista. Y para ello, la Historia por uno de esos gambitos misteriosos, produjo otro hombre providencial Nicolás Maduro, uno de cuyos primeros y más delicados retos entre los muchos que tiene para consolidar y profundizar el titánico proceso, es el de aplicar el último gran documento político de Hugo Chávez, Golpe de Timón, que supone autocrítica y rectificaciones en el proceso revolucionario.
¡Suerte y gloria al Bravo Pueblo!
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