Existe una frase muy recurrente en ejercicios motivacionales referida a que “la esencia de la vida es ir hacia adelante”, lo cual evidencia la necesidad de todo ser vivo en no retroceder, en no ir hacia atrás, ya que según la frase descrita estaríamos atentando contra la vida misma.
Sin embargo, la oposición venezolana no aplica este principio. A diferencia del resto de los seres vivos, tiene la costumbre permanente y sistemática de ir hacia atrás, de retrotraerse en el tiempo, lo cual implica que cometa errores ya superados y que, en teoría, no deberían volver a reeditar.
Esta caracterización la hago en relación a la reactivación del fantasma del fraude, creado y aupado a partir del año 2004, posterior a la victoria del presidente Hugo Chávez en el intento de referendo revocatorio. Debemos recordar que posteriormente a este resultado adverso para la oposición, se inició una campaña de descrédito, nacional e internacional, contra el Consejo Nacional Electoral (CNE).
Las acusaciones al CNE, impulsadas por los medios de comunicación, algunos partidos políticos, y una organización llamada SÚMATE, se enfocaron en acusar al poder electoral de haber manipulado los votos, de haber hecho un fraude con ayuda de hackers, de que las máquinas de votación estaban manipuladas, que las auditorías debían ser del 100% de las máquinas, etc. Lo cual justificaba la permanente solicitud de volver al sistema manual, ante la “falta de garantías” del sistema electrónico.
Esta acusación de fraude, sin presentar elementos probatorios, generó una desmovilización importante de la oposición, razón por la cual decidieron no participar en las elecciones legislativas del año 2005, porque sabían que no obtendrían una votación significativa, lo que hubiese provocado la evaporación de los partidos tradicionales (AD y COPEI). Posteriormente se vio una de las derrotas electorales más estrepitosas de la oposición en las elecciones presidenciales del año 2006, en la cual el presidente Chávez casi duplicó la votación de su más cercano competidor.
De los hechos descritos, pudiéramos concluir que son responsabilidad directa del llamado a fraude del año 2004, es decir, que la jugada política de desvirtuar al poder electoral generó derrotas de la oposición y le permitió al chavismo seguir avanzando en el campo político. Un analista o asesor medianamente serio, analizando estos resultados, le recomendaría a la oposición no volver a cometer este error, ya que los resultados son muy desfavorables.
Ahora bien, la oposición duró tres años para contrarrestar el fantasma del fraude, que ellos mismos crearon, para devolverle a su militancia la confianza en el voto y en la institución electoral, logrando vencer la propuesta de reforma en el año 2007, y obteniendo victorias importantes en las elecciones de gobernadores del año 2008, en la cual obtuvieron las gobernaciones de mayor población electoral (Zulia, Miranda y Carabobo).
De este análisis histórico se puede apreciar que cuando la oposición decide asumir la ruta electoral ha obtenido victorias importantes y votaciones nada despreciables, razón por la cual el sentido común, el cual es el menos común de los sentidos, los llevaría a impulsar la vía electoral permanentemente para así lograr el tan ansiado cambio político.
No obstante a lo anteriormente expuesto, en el año 2017 la oposición reactivó nuevamente el fantasma del fraude. Recordemos que Gerardo Blyde como vocero de la extinta MUD en las elecciones regionales anunció que el CNE informaría resultados distintos a los que ellos manejaban, dejando entrever una manipulación de los resultados y reactivando oficialmente el fantasma del fraude electoral.
Posterior a ese hecho, y como pasó en el año 2004, la oposición manifestó que no iría a las elecciones municipales (a pesar de que algunos activistas sí lo hicieron), y fueron derrotados de manera colosal por las fuerzas chavistas. Y ahora en el año 2018 es común escuchar en la calle, en el trabajo y en cualquier otro espacio a personas que dicen que no van votar, porque el CNE está comprado, está parcializado, que los votos son alterados y no reflejan la voluntad popular, que el 20 de mayo ganará Maduro porque la trampa está montada, etc.
Con base a esto cabría preguntarse: si todas estas denuncias fueran reales, ¿cómo se explica la victoria de la oposición en el año 2015 en la cual vencieron aplastantemente al chavismo, o la victoria en importantes gobernaciones en el año 2017? Recordemos que en Táchira la oposición prácticamente duplicó al chavismo en votos, sin mencionar que en el año 2015 estuvieron a cientos de miles de votos de vencer al actual presidente Nicolás Maduro.
Estas acusaciones sin pruebas de un sector de la población contribuyen a la desmovilización electoral, y buscan provocar que la militancia opositora se abstenga en gran medida del próximo evento electoral fijado para mayo. Si nos guiamos en base al análisis histórico hecho al inicio, la oposición pudiera recuperar esa confianza para el año 2021 aproximadamente.
Como pudimos apreciar esta campaña de falta de condiciones o falta de parcialidad del CNE, ha sido un recurso político de la oposición en distintas coyunturas políticas, lo cual es válido mas no inteligente. Es decir, hay algunos que hacen campaña prometiendo mejorar las cosas, arreglar las calles, etc. En cambio la oposición hace campaña atacando al árbitro.
Esta estrategia de la oposición ha demostrado históricamente que no rinde frutos, la oposición se estanca, no avanza electoralmente, pierde más espacios políticos, y garantiza que el Gobierno se extienda más tiempo en el poder, razón por la cual cabría preguntarse: ¿por qué volver al pasado? ¿Por qué reactivar el fantasma del fraude? ¿Qué ganan con eso?
Estas preguntas que parecen obvias tienen respuestas igual de obvias: la oposición tiene un problema de inmediatez, desea tomar el poder hoy mismo, rechaza trabajar con un plan por varios años para materializar su labor. Es probable que por su concepción de clase le dé escozor el trabajo duro. El otro factor es la presión internacional que le obliga a hacer cosas, que tal vez no quiera, y no se da cuenta de que esas imposiciones la tiran por un barranco.
Sin embargo, la mayor pregunta que debemos hacernos es si se fomenta la ausencia de vía electoral, y si se presenta que el voto no es el mecanismo para generar cambios políticos, que otra vía se está fomentando. Pareciera que los grupos extremistas nacionales e internacionales buscan alimentar vías que nos lleven a confrontaciones armadas, que generen millones de muertes y destrucción para satisfacer intereses foráneos y oscuros. La historia ha demostrado que incentivar estas acciones de violencia y muerte benefician a grandes intereses económicos, y lo más triste es que, superadas, vuelven a la vía electoral, lo cual deja ver que el voto es adonde siempre culmina cualquier diferencia política. Lo que debemos preguntarnos es si queremos dirimir controversias políticas por medio del voto, antes o después de un conflicto armado.
Para sintetizar, los verdaderos demócratas deben asumir la vía electoral. No se puede ser demócrata para unas cosas sí y para otras no. El voto es una institución que en Venezuela ha demostrado que presenta un gran consenso para dirimir controversias. Y siempre hay que participar cuando haya posibilidad de ganar o no, ya que, como diría ese gran economista español José Luis Sampedro: “Las batallas hay que darlas, se ganen o se pierdan, por el hecho mismo de darlas, porque eso nos ratifica”.
Por: Julio Romero
Misión Verdad
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