domingo, 29 de octubre de 2017

La “sosobra” que tenía Pedro Carreño 

el 12 de Abril de 2002

En las filas, o mejor dicho en la cúpula del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), existen varios personajes siniestros. Uno de ellos es Pedro Carreño, quien junto con Francisco Ameliach son los máximos panegíricos del ala ultranazista del madurismo, es decir, los “seres” más arrastrados que tiene Diosdado Cabello en materia de abusos, tropelías y cualquier vagabundería política.

Lo primero que tenemos que hablar de Pedro Carreño es que representa un ser con la más completa ignorancia lingüística y semántica, al punto que llega a escribir “sosobra”¹ por zozobra, es decir, dos errores ortográficos en una sola palabra, y uno se pregunta ¿Cómo es que semejante individuo llega a ser “ministro”, diputado o “constituyente”? La respuesta es clara. En este país sólo hay que guindarse de los testículos del poder para acceder a cualquier función con los máximos méritos posibles, sin que ello implique una mínima condición del conocimiento y menos revolucionaria.

Ignoro cuál será el atajaperros que tendrá Isaías Rodríguez con Pedro Carreño, pero queda en evidencia que la salida del primero de la segunda vicepresidencia de la “constituyente” es una obra, por no decir una orden de Diosdado Cabello, quien tras bastidores controla todas las decisiones que desde allí se emanan. Lamentablemente, para Isaías Rodríguez, su sinceridad por tratar de emplazar a ese adefesio político del cual forma parte, porque se ocupe de la materia económica, terminó por pasarle factura desde la cúpula del madurismo, y esa cúpula esta infestada de individuos a quienes no les importa seguir hundiendo al país en la peor crisis de su historia, con tal de someternos como pueblo a una brutal dependencia del gobierno, pensando que con ello, podrán eternizarse en el poder, probablemente ignorando, que cuando explote la bomba de tiempo social, aquí ni ellos como cúpula se salvarán de los destrozos y el exterminio que los convertirá en cenizas políticas, porque cuando corra la sangre de un pueblo, esa no podrá detenerse ni sobre quien se encuentre protegido con la más fuerte de las corazas antibalísticas y antinucleares.

En tal sentido, cuando Isaías Rodríguez, quien nadie puede negar su rol protagónico aquel 12 de abril de 2002 en el retorno de Hugo Chávez al poder, le pregunta a Pedro Carreño ¿Dónde estaba ese día? Vía Twitter, porque al parecer las comunicaciones in situ están sujetas a un proceso similar de coitus interruptus, pues no queda más remedio que aceptar que al susodicho militar le dijeron de manera directa, o indirecta, que estaba en la retaguardia, o sea, al igual que Diosdado Cabello (quien apareció el 13 de abril), y no nombremos a Ameliach, con semejante interrogante ha desnudado que la valentía que tiene Carreño sólo le queda envuelta por sus trajes, corbatas y colonias europeas, que es al fin y al cabo, lo que siempre lleva en la vanguardia de sus apariciones. Verbigracia, en estas casi dos décadas de “revolución”, Carreño no tiene ni un artículo de opinión que mostrar, menos un discurso y para qué vamos a pedirle algún aporte esencial en el plano político o económico, aunque sus intervenciones con palabras grotescas deben encabezar junto con las mediocridades que se destilan desde una “hojilla que ya no corta” y unos malandros del lenguaje”, uno de ellos por cierto ahora “constituyente”, quien con su lenguaje, también “prostituye” a las periodistas con la magia de su inexorable lengua.


La “sosobra” que tenía Pedro Carreño el 12 de abril de 2002, es la misma zozobra que tiene la población ante el hambre que nos atosiga y nos aniquila como sociedad, porque esa “constituyente”, sólo vino a cumplir un fin político violando la Constitución, delitos sobre los cuales, ningún “constituyente”, aunque mañana alegue que eran órdenes de la cúpula madurista del neoestalinismo, el neonazismo o el neofascismo, los salvarán de la realidad que marcará nuestra historia hacia el cauce en el reencuentro de la auténtica democracia bolivariana. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.

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