viernes, 27 de octubre de 2017


por Pedro Portugal *
En la década de los 90 causó arrebato la tesis de Francis Fukuyama, en sentido de que la historia, entendida como enfrentamiento de ideologías, había llegado a su fin. De igual manera, llegó a ser obscena la idea de nación: la vitalidad avasalladora de la economía liberal como por arte mágico habría de borrar fronteras. Eran momentos en que el posmodernismo y el culturalismo iniciaban su reinado en el mundo político y de la academia. Esas ideas ahora se baten en retirada. La inclemente realidad ha demostrado que el antagonismo ideológico no se reduce a los términos vigentes durante la Guerra Fría; el multiculturalismo probó sus insolvencias en países del primer como del tercer mundo y el conflicto nacionalista reemerge, principalmente en Europa. La Unión Europea debió haber sido la prueba de que la integración económica disolvía los ánimos nacionalistas. Sin embargo, es allí y en esas condiciones que conflictos latentes como los de Escocia, y recientemente Cataluña, hacen nuevamente erupción, sin mencionar al notable aparte del Brexit. Y dado que los movimientos nacionalistas normalmente se alimentan entre sí, como lo destaca el historiador catalán Joan B. Culla, es previsible el resurgimiento de más demandas de "naciones sin Estado”, además del fortalecimiento del sentimiento nacionalista en Estados, que pueden ver así afectados sus intereses nacionales. En Bolivia, como otros países, no está resuelta esa dificultad. Bolivia es una construcción aminorada por no haber resuelto en su construcción el problema colonial hacia las poblaciones indígenas. Bolivia falló en la construcción del Estado nación. Ese concepto -el Estado nación- fue descreditado al asimilarlo a formas de hegemonía destructivas para las "minorías” nacionales. En su lugar, y bajo el calor conceptual posmoderno y culturalista, se implantó en nuestro medio la fórmula plurinacional. Curiosamente, esa propuesta fue impulsada en nuestra Asamblea Constituyente por asesores catalanes, quienes proyectaban así la aplicación de esa idea como ensayo para solucionar su caso concreto, el fallido Estado nación que es España. Se implantó en Bolivia un experimento plurinacional que hasta ahora no tiene resonancia ni resultados. Es más, al constatarse el panorama internacional es posible una resurgencia política de algunas de esas "naciones” componentes del imaginario plurinacional boliviano. Sin embargo, la cuestión identitaria de las unidades nacionales elementales no se resuelve históricamente con la sobrevivencia de éstas, como si fuesen especies animales en vías de extinción que hay que protegerlas, sino mediante su superación hacia formas nuevas en las que se convierten en insumos para la creación de nuevas identidades nacionales. Eso es, en realidad, el Estado nación. La idea de Estado nación al  equipararlo con un Estado nacional (una sola etnia que se complejiza hasta convertirse en Estado, a costa de la asimilación y aniquilación de otras menores) es sólo una caricatura. La experiencia mundial nos muestra que los Estados nación logrados son más bien crisoles en los que otras identidades persisten, incluso hasta ahora, pero integrados a una voluntad y un sentimiento común. Ello es posible, sin embargo, a condición de que exista un dinamizador entre los demás componentes nacionales. El criollo ha fracasado en su intento de constituir Estado nación en Bolivia. El intento plurinacional es un subterfugio para esconder ese fracaso y mantener su hegemonía política. Es necesario renovar ese impulso nacional y son los pueblos indígenas los que deben asumir ese reto, principalmente el aymara, que reúne con mayor claridad y pertinencia las características de nación. En una realidad en que la historia no tiene fin, sólo así la lucha de los pueblos indígenas tendrá razón y sentido. La nación es la culminación de la vida de un pueblo, pero en su culminación, su razón política, es la constitución de una administración, de un Estado para todos. En palabras de Antonio Negri "…si la nación se ha convertido en realidad, si la fuerza soberana ha dado origen a la nación, sólo ha sido a partir del concepto de Estado-nación”. Es necesario  renovar ese impulso nacional y son los pueblos indígenas los que deben asumir ese reto, principalmente el aymara. *Pedro Portugal Mollinedo es director de Pukara y autor de ensayos, y estudios sobre los pueblos indígenas de Bolivia.

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