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En la década de los 90 causó arrebato la tesis de Francis
Fukuyama, en sentido de que la historia, entendida como enfrentamiento de
ideologías, había llegado a su fin. De igual manera, llegó a ser obscena la
idea de nación: la vitalidad avasalladora de la economía liberal como por arte
mágico habría de borrar fronteras. Eran momentos en que el posmodernismo y el
culturalismo iniciaban su reinado en el mundo político y de la academia. Esas
ideas ahora se baten en retirada. La inclemente realidad ha demostrado que el
antagonismo ideológico no se reduce a los términos vigentes durante la Guerra
Fría; el multiculturalismo probó sus insolvencias en países del primer como del
tercer mundo y el conflicto nacionalista reemerge, principalmente en Europa. La
Unión Europea debió haber sido la prueba de que la integración económica
disolvía los ánimos nacionalistas. Sin embargo, es allí y en esas condiciones
que conflictos latentes como los de Escocia, y recientemente Cataluña, hacen
nuevamente erupción, sin mencionar al notable aparte del Brexit. Y dado que los
movimientos nacionalistas normalmente se alimentan entre sí, como lo destaca el
historiador catalán Joan B. Culla, es previsible el resurgimiento de más
demandas de "naciones sin Estado”, además del fortalecimiento del
sentimiento nacionalista en Estados, que pueden ver así afectados sus intereses
nacionales. En Bolivia, como otros países, no está resuelta esa dificultad.
Bolivia es una construcción aminorada por no haber resuelto en su construcción
el problema colonial hacia las poblaciones indígenas. Bolivia falló en la
construcción del Estado nación. Ese concepto -el Estado nación- fue
descreditado al asimilarlo a formas de hegemonía destructivas para las
"minorías” nacionales. En su lugar, y bajo el calor conceptual posmoderno
y culturalista, se implantó en nuestro medio la fórmula plurinacional.
Curiosamente, esa propuesta fue impulsada en nuestra Asamblea Constituyente por
asesores catalanes, quienes proyectaban así la aplicación de esa idea como
ensayo para solucionar su caso concreto, el fallido Estado nación que es
España. Se implantó en Bolivia un experimento plurinacional que hasta ahora no
tiene resonancia ni resultados. Es más, al constatarse el panorama
internacional es posible una resurgencia política de algunas de esas
"naciones” componentes del imaginario plurinacional boliviano. Sin
embargo, la cuestión identitaria de las unidades nacionales elementales no se
resuelve históricamente con la sobrevivencia de éstas, como si fuesen especies
animales en vías de extinción que hay que protegerlas, sino mediante su
superación hacia formas nuevas en las que se convierten en insumos para la
creación de nuevas identidades nacionales. Eso es, en realidad, el Estado
nación. La idea de Estado nación al equipararlo con un Estado nacional
(una sola etnia que se complejiza hasta convertirse en Estado, a costa de la
asimilación y aniquilación de otras menores) es sólo una caricatura. La
experiencia mundial nos muestra que los Estados nación logrados son más bien
crisoles en los que otras identidades persisten, incluso hasta ahora, pero
integrados a una voluntad y un sentimiento común. Ello es posible, sin embargo,
a condición de que exista un dinamizador entre los demás componentes
nacionales. El criollo ha fracasado en su intento de constituir Estado nación
en Bolivia. El intento plurinacional es un subterfugio para esconder ese
fracaso y mantener su hegemonía política. Es necesario renovar ese impulso nacional
y son los pueblos indígenas los que deben asumir ese reto, principalmente el
aymara, que reúne con mayor claridad y pertinencia las características de
nación. En una realidad en que la historia no tiene fin, sólo así la lucha de
los pueblos indígenas tendrá razón y sentido. La nación es la culminación de la
vida de un pueblo, pero en su culminación, su razón política, es la
constitución de una administración, de un Estado para todos. En palabras de
Antonio Negri "…si la nación se ha convertido en realidad, si la fuerza
soberana ha dado origen a la nación, sólo ha sido a partir del concepto de
Estado-nación”. Es necesario renovar ese impulso nacional y son los
pueblos indígenas los que deben asumir ese reto, principalmente el aymara.
*Pedro Portugal Mollinedo es director de Pukara y autor de ensayos, y estudios
sobre los pueblos indígenas de Bolivia.
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