El Chávez gigante que vive en el alma de los pueblos
Por: Alberto Aranguibel B.
Parte
de la reconfiguración del concepto de relaciones internacionales que surge con
la nueva visión que Hugo Chávez le imprime a la forma de hacer diplomacia en el
continente, es sin lugar a dudas el carácter popular de los eventos que agrupan
a la comunidad latinoamericana bajo el propósito de la hermandad y la
solidaridad, que deja en el pasado el rictus acartonado y cursi que desde
siempre signó a tales encuentros.
El
término mismo de “diplomacia” remite a decadentes formas burguesas en el trato
entre los países, derivadas de siglos de sujeción a esquemas trazados por las
monarquías de la antigüedad, que otorgaban a sus emisarios frente a otras
naciones cartas de representación que se convertían en licencias (diplomas) que
aseguraban importantes niveles de privilegio a sus portadores.
Con la
incursión de Chávez en el ámbito de las relaciones internacionales como vocero
de una nación que se orientaba hacia la transformación de la sociedad teniendo
como eje y centro de su accionar al ser humano y sus verdaderas necesidades,
todo aquel lenguaje del frac y el paltó levita fue quedando en el más completo
desuso para dar paso al estilo franco, abierto, sencillo, desacomplejado y sin
rebuscamientos o modismos protocolares que Chávez le dio al intercambio entre las
naciones.
Precisamente
por esa razón de talante estrictamente revolucionario, es que los llamados
encuentros de los movimientos sociales que han surgido al calor de esa visión
innovadora en el campo de la diplomacia, ya no solo continental sino mundial, se
han venido convirtiendo en los eventos verdaderamente centrales de esas
convocatorias multilaterales, en las cuales se reúnen ya no solo los
presidentes, cancilleres o representantes de las naciones, sino el poder
popular en calidad de vocero de las grandes mayorías que desde siempre fueron
excluidas de tales reuniones.
El
carácter plural, abierto y sin ambages del evento que suele reunir a los más
diversos movimientos a favor de la justicia y la igualdad social y en pro de un
nuevo mundo en el que todos los
sectores puedan expresar su voz de manera libre y sin condicionamientos de
ningún tipo, es definitivamente el factor determinante de la importancia de
estos encuentros que en un principio aparecían como marginales e
insignificantes frente a las llamadas “cumbres” presidenciales y que hoy se
convierten en la reunión necesaria e indispensable de los pueblos.
La
asombrosa madurez y profundidad de la reflexión que los movimientos sociales
exponen hoy en cada uno de sus encuentros, supera con creces las limitadas
posibilidades del formalismo al que deben sujetarse las reuniones
presidenciales.
Tal
como acabamos de constatarlo en el Encuentro de los Movimientos Sociales y las
Fuerzas Políticas progresistas, realizado en Santo Domingo la semana pasada con
motivo de la V Cumbre de la CELAC, al cual asistimos junto a importantes
dirigentes y diputados del PSUV y del Polo Patriótico, y un grupo de destacados
intelectuales y artistas venezolanos, para llevar la verdad de Venezuela y
denunciar ahí el inclemente asedio y la brutal guerra económica, política y
mediática desatada contra nuestro pueblo por la derecha fascista nacional e
internacional que hoy se propone derrocar al gobierno legítimo del presidente
Nicolás Maduro y a la revolución bolivariana.
En
todas y cada una de nuestras comparecencias en las distintas actividades
pautadas para ese encuentro, tanto en la plenaria del foro, así como en los
medios de comunicación y en los encuentros culturales y políticos, la constante
era siempre la preocupación por la situación venezolana, conocida por los
periodistas, la gente del común y los representantes de las delegaciones de
todos los países de nuestra América y el Caribe a través de la campaña de
distorsiones y descalificaciones sin fundamento que las grandes corporaciones
mediáticas difunden por el continente sobre la realidad venezolana.
En
todos los casos, la respuesta esclarecedora de nuestros voceros fue más que
suficiente para despejar una infamia en la que la gran mayoría de los
interlocutores jamás llegó a creer ni medianamente, acerca de las verdaderas
causas de los problemas que hoy enfrenta el pueblo venezolano en virtud del
terco empeño de una derecha retardataria y miserable que solo piensa en hacerse
del poder por el poder en sí mismo, a costa del hambre y del dolor de todo un
país.
No hizo
falta en ningún momento extenderse en desgloses exhaustivos de ninguna
naturaleza, porque una figura prominente resguardaba siempre de la duda sobre
el quehacer abnegado de la revolución bolivariana en función de los pobres, de
los excluidos de todos los tiempos, que solo esa figura pudo redimir como nunca
antes a través de siglos de historia pudo nadie hacerlo.
Ese
gigante es Hugo Chávez. Un líder popular que ha trascendido las fronteras más
allá del ámbito geográfico para convertirse en referencia política obligada no
solo para el continente suramericano, sino para el mundo (como lo expresara
vehemente Piedad Córdoba en su brillante y estremecedora exposición ante la
plenaria del encuentro), y que desborda los límites del nacionalismo o el
regionalismo alcanzando ya el carácter de “universal”, como se le reconoció a
lo largo de toda esa jornada.
No hubo
exposición alguna durante el encuentro en Santo Domingo, ni espacio en el que
los decorados no lo hicieran ver, en el cual no estuviera presente de una u
otra forma, en el marco de las reflexiones sobre los distintos problemas y
peligros que hoy por hoy ocupan a la comunidad de Movimientos Sociales
organizados de nuestra América y el Caribe, el más sentido y vehemente reconocimiento
al Comandante Chávez y a su lucha por la justicia y la igualdad social.
Al
frente de las tribunas y de los escenarios, delante de las banderas flameantes
de nuestras naciones, en cada video o presentación, estuvo siempre en lo más
alto la imagen amorosa de un hombre que supo calar hasta lo más hondo del
corazón del pueblo, que en cada caso le rindió el tributo del cariño y la
lealtad más irrestricta, en demostración del vigor que la presencia del
Comandante Eterno tiene cada vez más entre la gente.
Atrás
quedaron los cuatro imbéciles de la oposición que en Santo Domingo pretendieron
infiltrarse en el encuentro para intentar sabotearlo. Sus videítos de
lastimosidad, tomados subrepticiamente por ellos creyendo que nadie los veía,
quedarán cuando mucho para el sanitario.
Mientras
los miserables que destruyen la felicidad de los pueblos para hacer cada vez
más ricos a los oligarcas son desechados progresivamente por la historia, de
donde siempre salen con el rabo entre las piernas y por la puerta del basurero,
el gigante Hugo Chávez se eleva ya no solo en el recuerdo de quienes le
profesan el amor imperecedero que por millones le han jurado hasta la
eternidad, sino que crece día a día como referencia cuyo legado de honestidad,
rectitud y nobleza, cimientan una visión humanista en la forma de concebir el
Estado y la sociedad que progresivamente va adquiriendo una vigencia
insoslayable en el quehacer político del mundo entero.
Chávez
no es solo el recuerdo de un gran hombre que vino a redimir al pobre y se fue
con su paso físico por la tierra de Bolívar.
Chávez
es la presencia viva en expansión de un pensamiento emancipador que hoy los
pueblos reconocen como “chavismo”, pero que en esencia no es sino la que fue su
propuesta medular a lo largo de su vida política, como lo es el “socialismo
bolivariano del siglo XXI”.
El
mismo socialismo que los necios no comprendieron o se negaron a comprender, y
que hoy los pueblos enarbolan como enarbolan con vigor y vehemencia la espada
de Bolívar que Chávez les enseñó a enarbolar por todo el continente en contra
de la tiranía y la perversión del neoliberalismo.
@SoyAranguibel
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