El carácter revolucionario. A propósito del 11/13 de abril (I y II)
Autor: Ruth Cueto
En ocasión de conmemorar una década de los sucesos que remarcaron el camino que concienzudamente la gran mayoría del pueblo decidimos mantener en abril del 2002, iniciado por vía del voto de cada uno de nosotros en diciembre del 98, compromiso que día a día estamos dispuestos a renovar, para continuar forjando el perfil socialista a este proceso revolucionario que es nuestro y es bonito; por ello, considero altamente provechoso para quienes nos identificamos como revolucionarios, releamos las ideas de Erich Fromm , destacado psicólogo social, psicoanalista y humanista alemán, un crítico a la sociedad de consumo capitalista y uno de los principales renovadores de la teoría y práctica psicoanalítica a mediados del siglo XX y para mí un gran socialista.
Fromm, en su libro la Condición Humana Actual (primera edición versión alemana en 1955, versión castellana en 1970; la obra consultada es la 6ta. Edición, 1991) hace referencia al concepto de carácter revolucionario, comenzando a enumerar lo que cree que no es el carácter revolucionario, como primer aspecto explica que el carácter revolucionario no es una persona que participa en revoluciones…Hay un número de razones que pueden hacer que uno participe en una revolución independientemente de lo que siente, siempre que obre para la revolución. Pero el hecho de que actúe como revolucionario poco nos dice sobre su carácter. Como segundo aspecto de lo que un carácter revolucionario no es resulta, según Fromm, algo más difícil de exponer. El carácter revolucionario no es un rebelde. Define al rebelde como una persona que está hondamente sentida contra la autoridad por no ser apreciada, por no ser querida, por no ser aceptada. Un rebelde es alguien que desea echar abajo la autoridad a causa de su resentimiento y, como resultado, asumir él mismo la autoridad en lugar de la que ha derribado… Hay algo más que el carácter revolucionario no es, no es un fanático, sin referirse con ello al hombre que tiene una convicción…el fanático esta cerca de lo que el profeta llama un “adorador de ídolos”…
Fromm para la actualidad (momento de edición de producción de la obra, pero que se mantiene muy vigente) califica de muy importante el concepto caracterológico del revolucionario, así mismo, subraya lo atractiva que continua siendo en muchos lugares del mundo la palabra “revolucionario”.
Se pregunta ¿Cómo podríamos definir una revolución? y nos dice: de acuerdo con el diccionario podríamos decir sencillamente que es el derrocamiento, pacífico o violento, de un gobierno existente y su reemplazo por un nuevo gobierno…En un sentido algo más marxista, continúa diciéndonos, podríamos definir una revolución como el reemplazo de un orden existente por otro históricamente más progresista. Naturalmente, aquí surge siempre la pregunta, quién decide lo que es “históricamente más progresista”…
Finalmente, nos expone, que podríamos definir la revolución en un sentido psicológico diciendo que es un movimiento político guiado por personas con caracteres revolucionarios, y que atrae a otras, también con caracteres revolucionarios. Considera que esta definición no es académicamente aceptable, sin embargo, aclara la utilidad de esta formulación desde el punto de vista de su investigación.
¿Qué es un carácter revolucionario? Es el ser independiente, es decir, ser libre…
La plena libertad e independencia existen sólo cuando el individuo piensa, siente y decide por sí mismo. Lo podrá hacer de modo autentico únicamente cuando haya alcanzado una relación productiva con el mundo que lo rodea que le permita responder de manera auténtica… La independencia y la libertad son la realización de la individualidad, no sólo la emancipación de la coerción o la libertad en cuestiones comerciales…
El carácter revolucionario es el que está identificado con la humanidad y por lo tanto trasciende los estrechos límites de su propia sociedad, en virtud de ello, es capaz de criticar su sociedad o cualquiera otra desde el punto de vista de la razón y de la humanidad…Es capaz de observar su medio con los ojos abiertos de un hombre que está despierto y que encuentra su criterio para juzgar lo accidental en aquello que no es accidental (la razón), en las normas que existen dentro de la raza humana para que ésta se rija.
El carácter revolucionario está identificado con la humanidad. Tiene también una profunda “reverencia ante la vida”, en palabras de Albert Schweitzer, una profunda afinidad con la vida y un gran amor por ella.
El carácter revolucionario piensa y siente en lo que podría llamarse un “espíritu crítico”, sin que este espíritu crítico se asemeje en nada al cinismo, y es en cambio una percepción cabal de la realidad, en contraste con las ficciones que ocupan el lugar de la realidad.
El carácter no revolucionario mostrará una particular tendencia a creer en aquello que anuncia la mayoría. La persona con espíritu crítico reaccionará del modo precisamente opuesto. Será especialmente crítica al escuchar el juicio de la mayoría, que es el juicio de la plaza del mercado, de los dueños del poder. (Desde el año 1989, los venezolanos, como pueblo, comenzamos a reaccionar ante lo que para aquél momento representaban los anuncios del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, en quienes la mayoría de los pueblos del mundo ingenuamente, aún depositan su confianza. Empezamos a ser críticos. Sus ofrecimientos, el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) por ejemplo, es ficción).
Además de tener espíritu crítico, el carácter revolucionario mantiene una relación particular con la fuerza, con el poder. No es un soñador que ignore que el poder nos puede matar, obligar y hasta pervertirnos. Pero tiene una relación particular con el poder en otro sentido. Para él, el poder nunca llega a ser santificado, nunca asume el papel de la verdad o de la moral y el bien. Este es probablemente, uno de los problemas más agudos de la actualidad, tal vez el más importante: se refiere a la relación entre personas y poder …El asunto es enmarcado por Fromm en si el poder es santificado o no, y si una persona es impresionada moralmente por el poder. Deduce que quien sea impresionado moralmente por el poder nunca tendrá espíritu crítico y no será jamás un carácter revolucionario.
El carácter revolucionario es capaz de decir “no”. Para expresarlo de otro modo aclara, el carácter revolucionario es una persona capaz de desobedecer. Es alguien para quien la desobediencia puede ser una virtud. Para explicar este punto Fromm comienza con una afirmación, la cual según su apreciación suena como arrolladora(es realmente premonitoria): La historia humana comenzó con un acto de desobediencia y puede concluir con un acto de obediencia. ¿Qué desea significar con ello? Al decir que la historia humana comenzó con un acto de desobediencia, se refiere a las mitologías hebrea y griega (haré sólo mención de la Hebrea. En la historia de Adán y Eva hay una orden de Dios de no comer del árbol, y el hombre -o más bien la mujer, para ser exactos-es capaz de decir “no”.
Con este acto de desobediencia el Hombre es expulsado del Paraíso y puesto, forzadamente en el camino que lo lleva a la historia. En el lenguaje del mito no tiene permiso para volver. En realidad, es incapaz de volver. Pues una vez que ha sido despertado el conocimiento de sí mismo, una vez que tiene conciencia de sí mismo y se sabe un ser separado de otros, de la naturaleza, el hombre ya no puede volver a la armonía primordial que existía antes de haber comenzado a tener conciencia de sí. Con este primer acto de desobediencia comienza la historia del hombre, y este primer acto de desobediencia es el primer acto de libertad.
Fromm, se hace otra pregunta ¿Y por qué digo que la historia humana puede concluir con un acto de obediencia?
El carácter revolucionario. A propósito del 11/13 de abril (Parte II)
Fromm, se hace otra pregunta ¿Y por qué digo que la historia humana puede concluir con un acto de obediencia? Y expresa: desgraciadamente, no hablo aquí en términos mitológicos, sino en forma muy realista. Si en el lapso de dos o tres años una guerra atómica destruyera la mitad de la población humana y llevara a un período de completa barbarie, o si esto ocurriera dentro de diez años y destruyera probablemente toda vida en la tierra, ello se debería a un acto de obediencia. Es decir, la obediencia de los hombres que aprietan un botón en respuesta a los hombres que imparten las órdenes, y la obediencia a ideas que hacen posible pensar en términos de tal locura.
La desobediencia es un concepto dialéctico, pues todo acto de desobediencia es en realidad un acto de obediencia. Y se hace otra pregunta ¿Qué deseo significar con ello? Todo acto de desobediencia, salvo que sea vana rebelión, es obediencia a otro principio.
Desobedezco al ídolo, pues soy obediente a Dios. Desobedezco a César, pues soy obediente a Dios, o, si se habla en lenguaje no teológico, pues obedezco a principios y valores, a mi conciencia. Puedo desobedecer al Estado porque soy obediente a las leyes de la humanidad. Y si soy obediente, por cierto que siempre estaré desobedeciendo a otra cosa. No se trata en verdad de un asunto de desobediencia u obediencia, sino a qué o a quién se desobedece u obedece.
Precisa Fromm, que se deduce de sus palabras que el carácter revolucionario, en el sentido en que emplea la expresión, no es necesariamente un tipo de carácter que sólo tiene cabida en el campo político. El carácter revolucionario existe por cierto en política, pero también en religión, arte, filosofía. Buda, los profetas, Jesús, Giordano Bruno, Eckhart, Galileo, Marx y Engels, Einstein, Schweitzer, Russell, son todos caracteres revolucionarios. El carácter revolucionario puede encontrarse por cierto en un hombre que no figura en ninguno de estos dos campos; en un hombre cuyo “sí” es “sí” y cuyo “no” es “no”. Es aquel capaz de ver la realidad, tal como el niñito en el cuento de Andersen “El nuevo traje del emperador”. Vio que el emperador estaba desnudo, y lo que dijo respondía exactamente a lo que había visto.
…Resalta Fromm que resulta muy difícil ser desobediente si ni siquiera se tiene conciencia de ser obediente. Lo expresa de otro modo: ¿Quién es capaz de desobedecer a una computadora electrónica? ¿Cómo le podemos decir “no” al tipo de filosofía cuyo ideal es actuar como una computadora electrónica, sin voluntad, sin sentimiento, sin pasión?
La obediencia no se reconoce en la actualidad como tal, pues se la racionaliza como “sentido común”, como cuestión de aceptar necesidades objetivas…Nuestra situación actual tiene otro aspecto que viene al caso…el individuo siente mortal terror ante el poder de las grandes burocracias, ante la magnitud del todo, el Estado, la burocracia industrial y la burocracia sindical. Además de aterrorizado también se siente tremendamente pequeño. ¿Quién es el David que pueda decir “no” a Goliat? ¿Quién es el hombrecillo que pueda decir “no” a aquello cuya fuerza y tamaño han sido mil veces aumentados en comparación con lo que solía ser autoridad apenas cincuenta o cien años atrás? El individuo esta intimidado, y gustoso acepta la autoridad. Acata las órdenes que le imparten, en nombre del sentido común y la razón, para no sentir que se ha sometido.
A manera de resumen, sostiene que cuando dice “carácter revolucionario” no se refiere a un concepto conductual sino a un concepto dinámico. Uno no es un “revolucionario” en este sentido caracterológico porque profiera frases revolucionarias o porque participe en una revolución. En este sentido es revolucionario el hombre que se haya emancipado de los lazos de sangre y suelo, de su madre y su padre, de fidelidades especiales al Estado, clase, raza, partido o religión. El carácter revolucionario es un humanista en el sentido en que siente en sí mismo a toda la humanidad, y en que nada humano le es ajeno. Ama y respeta la vida. Es un escéptico y un hombre de fe.
Es un escéptico, pues sospecha que las ideologías encubren realidades indeseables. Es un hombre de fe, pues cree en aquello que existe potencialmente aunque todavía no haya nacido. Puede decir “no” y ser desobediente porque puede decir “si” y obedecer a aquellos principios que le son genuinamente propios. No está semidormido sino plenamente despierto ante las realidades personales y sociales que le rodean. Es independiente; lo que es lo debe a su propio esfuerzo; es libre y no es sirviente de nadie…
Por cierto que la mayoría de las gentes no han sido nunca caracteres revolucionarios. Pero la razón por la cual ya no vivimos en cavernas es precisamente porque en la historia humana ha habido siempre suficientes caracteres revolucionarios como para sacarnos de las cavernas y sus equivalentes. Hay empero muchos otros que pretenden ser revolucionarios cuando en realidad son rebeldes, autoritarios u oportunistas políticos.
Para finalizar, un comentario al tema sobre el carácter revolucionario que tan admirablemente nos ha legado Fromm, hago conexión con nuestra historia reciente y puedo permitirme avalar la idea de que a partir de los acontecimientos del 27 de febrero de 1989 comenzamos a despertar como colectivo, pero fue el 04 de febrero de 1992 cuando realmente fuimos capaces de ver la realidad, al aceptar la invitación de aquél teniente coronel, quien con su desobediencia nos condujo a transitar por los caminos que nos conducirían a tiempos mejores. Él con su desobediencia a los grandes intereses de los “invasores del mundo”, a su vez fue y sigue siendo un gran obediente a los requerimientos de quienes poco a poco somos ganadores y productores de conciencia crítica, y definitivamente no nos dormiremos, continuaremos despiertos , con la conciencia de haber vivido en la inercia de la ignorancia y no desear que nuevamente inunde las mentes de quienes somos protagonistas de una experiencia única, que nos hace ser mas humanos y más revolucionarios. ¡PA’ lante Comandante! Somos desobedientes, somos carácter revolucionario. Que así sea hoy y siempre.
ruthcueto7@gmail.com
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