miércoles, 5 de diciembre de 2018


¿ES VERDAD QUE LOS POBRES NO 

TENEMOS CEREBRO?

El Cayapo
Que el miedo no sea más cadena en esta comunicación por parir, que la consigna sea el cuerpo en trabajo y el dogma, la realidad cotidiana.

EL LENGUAJE ETERNO DE LA MUERTE

Quienes ambicionen morir ahora, muéstrense en todas las tarimas, zámpense todos los micrófonos, aparezcan en todas las pantallas, gánense todos los premios, acumulen todos los aplausos, ocupen todos los cargos, controlen todas las riquezas, cómanse al planeta.

Los planes del capital nos mueven como briznas de paja. Somos millones de pobres muriendo en los campos de batalla, en las grandes migraciones, en las hambrunas, en las endemias, en las drogas, en las fábricas, en las minas.

Durante la existencia del humanismo y aun antes, a los pobres nos ha movido el poder de un sitio a otro de acuerdo a su interés, unas como soldado desconocido y otras como mano de obra; pero nunca se había hecho cine de ello, sino para su denuncia.

El despliegue publicitario que promociona la migración en el planeta es descomunal, todas las agencias de noticias, entiéndase todas, están en la jugada, sabiéndolo o sin saberlo. Las auto proclamadas progresistas, en la creencia de que debemos ser salvados, también se han plegado, sin entender que es un plan a gran escala promovido por los dueños.

De la noche a la mañana ya los mexicanos no son migrantes, ahora se convirtieron en contenedores de migrantes. Ya en México (como un pequeño ejemplo que cada uno puede estudiar en el planeta) los dueños dejaron de asesinar mujeres, de masacrar pueblos enteros para satisfacción de sus maquilas, ahora el gran problema son los migrantes centro y suramericanos, la publicidad funciona, el animal de memoria corta que somos se traga el cuento y todos queremos migrar porque ahora sí se cumplirá el sueño americano; en Tijuana ya está preparado el ring para que se entren a coñazo mexicanos y los demás pobres, mientras los dueños montan sus mesas de negocios a ver quién obtiene más barata su mano de obra y negocia con los desechos reciclables de esta carnicería permanente.

La mesa está servida, no es un ensayo, los dueños necesitan sacarnos de los territorios en donde aún existen recursos naturales y materia prima, acabar con la mano de obra en deterioro y obligar a los restantes a vivir en refugios, en tránsito, detrás de muros y alambradas, amuñuñaos en sitios de ningún valor, sin organización, en caos, atendido por las oenegés mercenarias, especializadas en salud, deporte, LGBT, prostitución, negros, mujeres, indígenas, creando la ilusión de que nos salvan.

Somos millones diluyéndonos en caminos y fronteras, somos los zombis que deambulan por los caminos del planeta, somos el nuevo terrorismo planificado por el capital, para asustar por televisión a los incautos creyentes de la clase media para que griten: "mueran los pobres".

A este caso se le puede colocar el nombre de cualquier país, digamos Brasil, Argentina, o continentes: Asia, África, América, Oceanía. Es todo el planeta sometido al mismo plan, esto aliñado con las masacres que generan las invasiones. Los dueños no tienen ninguna intención de abandonar sus planes, ningún grito de auxilio les hará retroceder, ninguna defensa de ley o derecho de gremios o naturaleza detendrá la decisión de la burguesía de mantenerse poderosa. Para su imaginario el mundo es así, y es su deber mantenerlo. Para ello solo le basta el lenguaje eterno de la muerte.

Los infinitos lenguajes de la vida
Los que anhelen vivir, abandonen todo y decimos la vida. Sueñen en otro mundo, el diferente, donde estarán los juntos, en el círculo colectivo, nombrándose con otras palabras y otros abrazos.

Estos sucesos no son un espectáculo que debamos consumir desde una tarima y gritarlos desde un micrófono, es la vida siendo maltratada, enyugada, sometida a penurias. Todos los pobres estamos obligados a mirar cara a cara nuestra situación. Criticar, rezar, suplicar, condenar, llorar, pedir casa, salarios, trabajo, estudio, justicia, igualdad, libertad, democracia, de nada sirve. Nosotros tenemos que tener un plan y plantarnos como clase a construirlo sin importar los planes de los dueños. No tenemos otra alternativa, el deber está en comunicarnos. Que el círculo sea la principal forma de mirar, tocar y hablarnos.

El gobierno que tenemos no es una casualidad. Es el brío, la decisión, la imprudencia de quienes nadaron río arriba cuando todo el mundo aparentaba felicidad río abajo. Esta audacia de imponer el verso ante la palabra muerta, nos demostró que nosotros los apartados, los relegados, los que cargamos el poder en el lomo, los que subterráneamente nos hablamos y escuchamos en la miseria, los dolores y sueños podíamos y debíamos cambiar las condiciones materiales que nos reproducen permanentemente.

Esa disposición nos enseña que debemos hablarnos en plural, con todos los colores y sabores, con todas las luces y oscuridades, con todas las risas y los llantos, sin importar con cuánto atropello lo hagamos; porque así crearemos el otro pensamiento para ser lo distinto y dejar de ser el botín de los dueños, porque no podemos seguir escuchando a los que dicen estar con nosotros, pero nos hablan en lenguaje de corte, de cumbres, de élites, de entendidos, de sabios y nos nombran (los más cercanos) como "el pueblo", "las bases", "las mayorías", "las masas", siempre cercanos a los otros que un día también nos mencionaron de esa manera, pero que hoy nos odian (siempre nos odiaron desde sus miedos) y nos califican como: "chusma", "turba", "facinerosos", "borrachos", "flojos", "vagos", "pata en el suelo", "sucios", "zarrapastrosos", "monos", "macacos", "lumpen", "perraje", "malandros", "cachifas", "hediondos", "chavistas", "colectivos", "motorizados”.
Para diseñar la otra cultura, debemos rebotarnos ante ese nombrarnos desde el otro que no somos, "yo represento", "vengo en nombre de", "debemos ir a las comunidades", "debemos educar al pueblo", "debemos darle poder a los pobres", "vamos a incluir a los pobres", "hay que culturizar a los pobres", "el pueblo no tiene cultura", "el pueblo no es educado", "hay que subir al cerro", "hay que bajar al pueblo", "el pueblo es bruto", "el pueblo no piensa". "Vamos a formar a la gente", "vamos a organizar a los indígenas", "nuestros campesinos”, "nuestros obreros", "nuestras mujeres" y ya en el colmo de la demagogia, "nuestros LGBT", "nuestros afrodescendientes", "nuestros discapacitados", "nuestros perros y gatos" y una ristra más de poderosas palabras y poderosos gestos, que nos han negado y que, muchas veces, los que se llaman "nuestros líderes" han repetido contra nosotros mismos, sin entender el daño separador del lenguaje poderoso habitando el cuerpo.

Para construir lo distinto debemos saber que el lenguaje de la política tradicional pertenece a un sector social que igual nutre a la derecha y a la izquierda, a los extremos y al centro. Es un lenguaje discriminatorio, interesado y acomodaticio, el lenguaje poderoso es viciado, no comunica, no informa. Domina, desinforma, es académico, institucional, sin sonido, sin armonía, sin ritmo, monótono, numérico, frío como cadáver; enrevesado y acartonado, nos grita a distancia y con miedo, como civilización extranjera, tiene dos caras o tres o muchas siempre negándonos.

También debemos comprender que, de acuerdo a su interés, los dueños nos clasifican, nos separan en gremios, en razas, en pieles, en colores, en gestos, en religiones, en consumos, en infinitos versos separados, que jamás nos encontramos, aunque a diario nos veamos, aunque vivimos en los mismos sitios, y compremos la misma comida que ha de enfermarnos.

Hablando comúnmente el lenguaje que reproduce ideológicamente al sistema, de acuerdo con sus intereses, los pobres podemos ser sacros o demoníacos, buenos o malos, alzaos o sumisos, orgullosos o humildes. En los últimos tiempos la moda y lo superfluo condiciona su lenguaje economicista y sociológico: neoliberalismo, globalización, ecosocialismo, descolonización, permacultura, agroecología orgánica, agricultura urbana, marxismo negro, indio, amarillo, feminista, afro, euro, indio, sustentado en intelectuales de Europa, Nueva York o sus imitadores nativos. Toda esa torre de babel terminológica, usada en cenáculos artísticos universitarios y clase media, sin que prive responsabilidad en el decir y el hacer.

Ante estos planes de la burguesía, es obligatorio sospechar de los que nos nombran sin incluirse, aun cuando hayan nacido entre nosotros, o usen el más radical de todos los lenguajes, porque este sol histórico pone al descubierto todas las máscaras, los disfraces, nadie puede ocultarse, nadie puede engañar, el lenguaje, en contenido y forma no escapa a este huracán.

Bracear contra la corriente
En estos años de gobierno, solo dos hechos comunicacionales se han producido con estruendo mundial: Aló presidente y Con el mazo dando, lo demás han sido repeticiones o hechos clandestinos sin recursos que no han tenido continuidad en el tiempo.

Esta maravilla ha ocurrido por el arrojo de personas que no son profesionales de la información, pero que tienen algo que decir, lo que nos enseña que no son más universidades, ni más redes, ni más tecnologías, ni más medios, ni bonitas revistas, ni perfectos seminarios de entendidos en la materia, ni súper sabios o asesores. Que es un concepto destructor de lo viejo lo que ha de imponerse y eso sólo es posible en la calle, en la fábrica, en el barrio, en el campo, donde se encuentran los infinitos lenguajes de la vida.

Tanto el Comandante Chávez, como el presidente Maduro, se han desgañitado clamando por la otra comunicación. ¿Dónde ha estado la falla? En que el megáfono y los recursos están dirigidos a los oídos de los sabios asesores. ¿Qué podemos perder si intentamos un encuentro filosófico de la comunicación entre los pobres? Con los otros hemos logrado saber que por ahí no es el camino. ¿Qué nos cuesta invertir en otra conversa? Esto mismo podemos aplicárselo a la agricultura, la industria, la diversión, el arte, la salud, el deporte, el conocimiento. Chávez nos enseñó que lo paralelo es el método expedito para deshacernos del capitalismo.

Nosotros estamos obligados a estudiar esas claves, porque lo nuevo siempre braceará contra la corriente y, hoy más que nunca, los pobres debemos saber que el río crecido nos nutre, que la comunicación para nosotros es la necesidad de crear y promover el otro conocimiento, el que nos permita comprender. ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Quiénes somos como pueblo? ¿Qué papel histórico debemos jugar?

Debemos crear contenidos, formas y métodos, para conseguir las respuestas a los enigmas que el hacer cotidiano nos presenta. Una de las claves es que, sólo en la acción colectiva, en la acción que valora lo que somos, como fuerza, es donde se ha podido avanzar en el desbaratamiento de la explotación.

Vamos a crear la comunicación que nos junte, asumamos la participación protagónica, comuniquemos con el cuerpo y el decir en la juntura; pero no sólo en la forma, sino en el jugo que se exprime de todo el cuerpo en acción.
Comunicarnos como clase, con el conocimiento, el análisis, la experimentación, la difusión y la discusión colectiva de las ideas, nos puede conducir a diseñar lo soñado, la otra cultura, pero esto requiere la audacia, el atrevimiento y la entrega de vida, como aquellos que un 4 de febrero de 1992 expusieron sus ideas con el cuerpo en garantía. Hoy es más fácil, solo necesitamos usar radicalmente el cerebro colectivo. Lo demás es creer que los pobres no tenemos cerebro. Para diseñar la otra cultura, debemos rebotarnos ante ese nombrarnos desde el otro que no somos, "yo represento", "vengo en nombre de", "debemos ir a las comunidades", "debemos educar al pueblo", "debemos darle poder a los pobres", "vamos a incluir a los pobres", "hay que culturizar a los pobres", "el pueblo no tiene cultura", "el pueblo no es educado", "hay que subir al cerro", "hay que bajar al pueblo", "el pueblo es bruto", "el pueblo no piensa". "Vamos a formar a la gente", "vamos a organizar a los indígenas", "nuestros campesinos”, "nuestros obreros", "nuestras mujeres" y ya en el colmo de la demagogia, "nuestros LGBT", "nuestros afrodescendientes", "nuestros discapacitados", "nuestros perros y gatos" y una ristra más de poderosas palabras y poderosos gestos, que nos han negado y que, muchas veces, los que se llaman "nuestros líderes" han repetido contra nosotros mismos, sin entender el daño separador del lenguaje poderoso habitando el cuerpo.

Para construir lo distinto debemos saber que el lenguaje de la política tradicional pertenece a un sector social que igual nutre a la derecha y a la izquierda, a los extremos y al centro. Es un lenguaje discriminatorio, interesado y acomodaticio, el lenguaje poderoso es viciado, no comunica, no informa. Domina, desinforma, es académico, institucional, sin sonido, sin armonía, sin ritmo, monótono, numérico, frío como cadáver; enrevesado y acartonado, nos grita a distancia y con miedo, como civilización extranjera, tiene dos caras o tres o muchas siempre negándonos.

También debemos comprender que, de acuerdo a su interés, los dueños nos clasifican, nos separan en gremios, en razas, en pieles, en colores, en gestos, en religiones, en consumos, en infinitos versos separados, que jamás nos encontramos, aunque a diario nos veamos, aunque vivimos en los mismos sitios, y compremos la misma comida que ha de enfermarnos.

Hablando comúnmente el lenguaje que reproduce ideológicamente al sistema, de acuerdo con sus intereses, los pobres podemos ser sacros o demoníacos, buenos o malos, alzaos o sumisos, orgullosos o humildes. En los últimos tiempos la moda y lo superfluo condiciona su lenguaje economicista y sociológico: neoliberalismo, globalización, ecosocialismo, descolonización, permacultura, agroecología orgánica, agricultura urbana, marxismo negro, indio, amarillo, feminista, afro, euro, indio, sustentado en intelectuales de Europa, Nueva York o sus imitadores nativos. Toda esa torre de babel terminológica, usada en cenáculos artísticos universitarios y clase media, sin que prive responsabilidad en el decir y el hacer.

Ante estos planes de la burguesía, es obligatorio sospechar de los que nos nombran sin incluirse, aun cuando hayan nacido entre nosotros, o usen el más radical de todos los lenguajes, porque este sol histórico pone al descubierto todas las máscaras, los disfraces, nadie puede ocultarse, nadie puede engañar, el lenguaje, en contenido y forma no escapa a este huracán.

Bracear contra la corriente
En estos años de gobierno, solo dos hechos comunicacionales se han producido con estruendo mundial: Aló presidente y Con el mazo dando, lo demás han sido repeticiones o hechos clandestinos sin recursos que no han tenido continuidad en el tiempo.

Esta maravilla ha ocurrido por el arrojo de personas que no son profesionales de la información, pero que tienen algo que decir, lo que nos enseña que no son más universidades, ni más redes, ni más tecnologías, ni más medios, ni bonitas revistas, ni perfectos seminarios de entendidos en la materia, ni súper sabios o asesores. Que es un concepto destructor de lo viejo lo que ha de imponerse y eso sólo es posible en la calle, en la fábrica, en el barrio, en el campo, donde se encuentran los infinitos lenguajes de la vida.

Tanto el Comandante Chávez, como el presidente Maduro, se han desgañitado clamando por la otra comunicación. ¿Dónde ha estado la falla? En que el megáfono y los recursos están dirigidos a los oídos de los sabios asesores. ¿Qué podemos perder si intentamos un encuentro filosófico de la comunicación entre los pobres? Con los otros hemos logrado saber que por ahí no es el camino. ¿Qué nos cuesta invertir en otra conversa? Esto mismo podemos aplicárselo a la agricultura, la industria, la diversión, el arte, la salud, el deporte, el conocimiento. Chávez nos enseñó que lo paralelo es el método expedito para deshacernos del capitalismo.

Nosotros estamos obligados a estudiar esas claves, porque lo nuevo siempre braceará contra la corriente y, hoy más que nunca, los pobres debemos saber que el río crecido nos nutre, que la comunicación para nosotros es la necesidad de crear y promover el otro conocimiento, el que nos permita comprender. ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Quiénes somos como pueblo? ¿Qué papel histórico debemos jugar?

Debemos crear contenidos, formas y métodos, para conseguir las respuestas a los enigmas que el hacer cotidiano nos presenta. Una de las claves es que, sólo en la acción colectiva, en la acción que valora lo que somos, como fuerza, es donde se ha podido avanzar en el desbaratamiento de la explotación.

Vamos a crear la comunicación que nos junte, asumamos la participación protagónica, comuniquemos con el cuerpo y el decir en la juntura; pero no sólo en la forma, sino en el jugo que se exprime de todo el cuerpo en acción.

Comunicarnos como clase, con el conocimiento, el análisis, la experimentación, la difusión y la discusión colectiva de las ideas, nos puede conducir a diseñar lo soñado, la otra cultura, pero esto requiere la audacia, el atrevimiento y la entrega de vida, como aquellos que un 4 de febrero de 1992 expusieron sus ideas con el cuerpo en garantía. Hoy es más fácil, solo necesitamos usar radicalmente el cerebro colectivo. Lo demás es creer que los pobres no tenemos cerebro.


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