¿ES VERDAD QUE LOS POBRES NO
TENEMOS CEREBRO?
El
Cayapo
Que
el miedo no sea más cadena en esta comunicación por parir, que la consigna sea
el cuerpo en trabajo y el dogma, la realidad cotidiana.
EL
LENGUAJE ETERNO DE LA MUERTE
Quienes
ambicionen morir ahora, muéstrense en todas las tarimas, zámpense todos los
micrófonos, aparezcan en todas las pantallas, gánense todos los premios,
acumulen todos los aplausos, ocupen todos los cargos, controlen todas las
riquezas, cómanse al planeta.
Los
planes del capital nos mueven como briznas de paja. Somos millones de pobres
muriendo en los campos de batalla, en las grandes migraciones, en las
hambrunas, en las endemias, en las drogas, en las fábricas, en las minas.
Durante
la existencia del humanismo y aun antes, a los pobres nos ha movido el poder de
un sitio a otro de acuerdo a su interés, unas como soldado desconocido y otras
como mano de obra; pero nunca se había hecho cine de ello, sino para su
denuncia.
El
despliegue publicitario que promociona la migración en el planeta es
descomunal, todas las agencias de noticias, entiéndase todas, están en la
jugada, sabiéndolo o sin saberlo. Las auto proclamadas progresistas, en la
creencia de que debemos ser salvados, también se han plegado, sin entender que
es un plan a gran escala promovido por los dueños.
De
la noche a la mañana ya los mexicanos no son migrantes, ahora se convirtieron
en contenedores de migrantes. Ya en México (como un pequeño ejemplo que cada
uno puede estudiar en el planeta) los dueños dejaron de asesinar mujeres, de
masacrar pueblos enteros para satisfacción de sus maquilas, ahora el gran
problema son los migrantes centro y suramericanos, la publicidad funciona, el
animal de memoria corta que somos se traga el cuento y todos queremos migrar
porque ahora sí se cumplirá el sueño americano; en Tijuana ya está preparado el
ring para que se entren a coñazo mexicanos y los demás pobres, mientras los
dueños montan sus mesas de negocios a ver quién obtiene más barata su mano de
obra y negocia con los desechos reciclables de esta carnicería permanente.
La
mesa está servida, no es un ensayo, los dueños necesitan sacarnos de los
territorios en donde aún existen recursos naturales y materia prima, acabar con
la mano de obra en deterioro y obligar a los restantes a vivir en refugios, en
tránsito, detrás de muros y alambradas, amuñuñaos en sitios de ningún valor,
sin organización, en caos, atendido por las oenegés mercenarias, especializadas
en salud, deporte, LGBT, prostitución, negros, mujeres, indígenas, creando la
ilusión de que nos salvan.
Somos
millones diluyéndonos en caminos y fronteras, somos los zombis que deambulan
por los caminos del planeta, somos el nuevo terrorismo planificado por el
capital, para asustar por televisión a los incautos creyentes de la clase media
para que griten: "mueran los pobres".
A
este caso se le puede colocar el nombre de cualquier país, digamos Brasil,
Argentina, o continentes: Asia, África, América, Oceanía. Es todo el planeta
sometido al mismo plan, esto aliñado con las masacres que generan las
invasiones. Los dueños no tienen ninguna intención de abandonar sus planes,
ningún grito de auxilio les hará retroceder, ninguna defensa de ley o derecho
de gremios o naturaleza detendrá la decisión de la burguesía de mantenerse
poderosa. Para su imaginario el mundo es así, y es su deber mantenerlo. Para
ello solo le basta el lenguaje eterno de la muerte.
Los
infinitos lenguajes de la vida
Los
que anhelen vivir, abandonen todo y decimos la vida. Sueñen en otro mundo, el
diferente, donde estarán los juntos, en el círculo colectivo, nombrándose con
otras palabras y otros abrazos.
Estos
sucesos no son un espectáculo que debamos consumir desde una tarima y gritarlos
desde un micrófono, es la vida siendo maltratada, enyugada, sometida a
penurias. Todos los pobres estamos obligados a mirar cara a cara nuestra
situación. Criticar, rezar, suplicar, condenar, llorar, pedir casa, salarios,
trabajo, estudio, justicia, igualdad, libertad, democracia, de nada sirve.
Nosotros tenemos que tener un plan y plantarnos como clase a construirlo sin
importar los planes de los dueños. No tenemos otra alternativa, el deber está
en comunicarnos. Que el círculo sea la principal forma de mirar, tocar y
hablarnos.
El
gobierno que tenemos no es una casualidad. Es el brío, la decisión, la
imprudencia de quienes nadaron río arriba cuando todo el mundo aparentaba
felicidad río abajo. Esta audacia de imponer el verso ante la palabra muerta,
nos demostró que nosotros los apartados, los relegados, los que cargamos el
poder en el lomo, los que subterráneamente nos hablamos y escuchamos en la
miseria, los dolores y sueños podíamos y debíamos cambiar las condiciones
materiales que nos reproducen permanentemente.
Esa
disposición nos enseña que debemos hablarnos en plural, con todos los colores y
sabores, con todas las luces y oscuridades, con todas las risas y los llantos,
sin importar con cuánto atropello lo hagamos; porque así crearemos el otro
pensamiento para ser lo distinto y dejar de ser el botín de los dueños, porque
no podemos seguir escuchando a los que dicen estar con nosotros, pero nos
hablan en lenguaje de corte, de cumbres, de élites, de entendidos, de sabios y
nos nombran (los más cercanos) como "el pueblo", "las bases",
"las mayorías", "las masas", siempre cercanos a los otros
que un día también nos mencionaron de esa manera, pero que hoy nos odian
(siempre nos odiaron desde sus miedos) y nos califican como:
"chusma", "turba", "facinerosos", "borrachos",
"flojos", "vagos", "pata en el suelo",
"sucios", "zarrapastrosos", "monos",
"macacos", "lumpen", "perraje",
"malandros", "cachifas", "hediondos",
"chavistas", "colectivos", "motorizados”.
Para
diseñar la otra cultura, debemos rebotarnos ante ese nombrarnos desde el otro
que no somos, "yo represento", "vengo en nombre de",
"debemos ir a las comunidades", "debemos educar al pueblo",
"debemos darle poder a los pobres", "vamos a incluir a los
pobres", "hay que culturizar a los pobres", "el pueblo no
tiene cultura", "el pueblo no es educado", "hay que subir
al cerro", "hay que bajar al pueblo", "el pueblo es
bruto", "el pueblo no piensa". "Vamos a formar a la
gente", "vamos a organizar a los indígenas", "nuestros
campesinos”, "nuestros obreros", "nuestras mujeres" y ya en
el colmo de la demagogia, "nuestros LGBT", "nuestros
afrodescendientes", "nuestros discapacitados", "nuestros
perros y gatos" y una ristra más de poderosas palabras y poderosos gestos,
que nos han negado y que, muchas veces, los que se llaman "nuestros
líderes" han repetido contra nosotros mismos, sin entender el daño
separador del lenguaje poderoso habitando el cuerpo.
Para
construir lo distinto debemos saber que el lenguaje de la política tradicional
pertenece a un sector social que igual nutre a la derecha y a la izquierda, a
los extremos y al centro. Es un lenguaje discriminatorio, interesado y
acomodaticio, el lenguaje poderoso es viciado, no comunica, no informa. Domina,
desinforma, es académico, institucional, sin sonido, sin armonía, sin ritmo,
monótono, numérico, frío como cadáver; enrevesado y acartonado, nos grita a
distancia y con miedo, como civilización extranjera, tiene dos caras o tres o
muchas siempre negándonos.
También
debemos comprender que, de acuerdo a su interés, los dueños nos clasifican, nos
separan en gremios, en razas, en pieles, en colores, en gestos, en religiones,
en consumos, en infinitos versos separados, que jamás nos encontramos, aunque a
diario nos veamos, aunque vivimos en los mismos sitios, y compremos la misma
comida que ha de enfermarnos.
Hablando
comúnmente el lenguaje que reproduce ideológicamente al sistema, de acuerdo con
sus intereses, los pobres podemos ser sacros o demoníacos, buenos o malos,
alzaos o sumisos, orgullosos o humildes. En los últimos tiempos la moda y lo
superfluo condiciona su lenguaje economicista y sociológico: neoliberalismo,
globalización, ecosocialismo, descolonización, permacultura, agroecología
orgánica, agricultura urbana, marxismo negro, indio, amarillo, feminista, afro,
euro, indio, sustentado en intelectuales de Europa, Nueva York o sus imitadores
nativos. Toda esa torre de babel terminológica, usada en cenáculos artísticos
universitarios y clase media, sin que prive responsabilidad en el decir y el
hacer.
Ante
estos planes de la burguesía, es obligatorio sospechar de los que nos nombran
sin incluirse, aun cuando hayan nacido entre nosotros, o usen el más radical de
todos los lenguajes, porque este sol histórico pone al descubierto todas las
máscaras, los disfraces, nadie puede ocultarse, nadie puede engañar, el
lenguaje, en contenido y forma no escapa a este huracán.
Bracear
contra la corriente
En
estos años de gobierno, solo dos hechos comunicacionales se han producido con
estruendo mundial: Aló presidente y Con el mazo dando, lo demás han sido
repeticiones o hechos clandestinos sin recursos que no han tenido continuidad
en el tiempo.
Esta
maravilla ha ocurrido por el arrojo de personas que no son profesionales de la
información, pero que tienen algo que decir, lo que nos enseña que no son más
universidades, ni más redes, ni más tecnologías, ni más medios, ni bonitas
revistas, ni perfectos seminarios de entendidos en la materia, ni súper sabios
o asesores. Que es un concepto destructor de lo viejo lo que ha de imponerse y
eso sólo es posible en la calle, en la fábrica, en el barrio, en el campo,
donde se encuentran los infinitos lenguajes de la vida.
Tanto
el Comandante Chávez, como el presidente Maduro, se han desgañitado clamando
por la otra comunicación. ¿Dónde ha estado la falla? En que el megáfono y los recursos
están dirigidos a los oídos de los sabios asesores. ¿Qué podemos perder si
intentamos un encuentro filosófico de la comunicación entre los pobres? Con los
otros hemos logrado saber que por ahí no es el camino. ¿Qué nos cuesta invertir
en otra conversa? Esto mismo podemos aplicárselo a la agricultura, la
industria, la diversión, el arte, la salud, el deporte, el conocimiento. Chávez
nos enseñó que lo paralelo es el método expedito para deshacernos del
capitalismo.
Nosotros
estamos obligados a estudiar esas claves, porque lo nuevo siempre braceará
contra la corriente y, hoy más que nunca, los pobres debemos saber que el río
crecido nos nutre, que la comunicación para nosotros es la necesidad de crear y
promover el otro conocimiento, el que nos permita comprender. ¿Por qué hacemos
lo que hacemos? ¿Quiénes somos como pueblo? ¿Qué papel histórico debemos jugar?
Debemos
crear contenidos, formas y métodos, para conseguir las respuestas a los enigmas
que el hacer cotidiano nos presenta. Una de las claves es que, sólo en la
acción colectiva, en la acción que valora lo que somos, como fuerza, es donde
se ha podido avanzar en el desbaratamiento de la explotación.
Vamos
a crear la comunicación que nos junte, asumamos la participación protagónica,
comuniquemos con el cuerpo y el decir en la juntura; pero no sólo en la forma,
sino en el jugo que se exprime de todo el cuerpo en acción.
Comunicarnos
como clase, con el conocimiento, el análisis, la experimentación, la difusión y
la discusión colectiva de las ideas, nos puede conducir a diseñar lo soñado, la
otra cultura, pero esto requiere la audacia, el atrevimiento y la entrega de
vida, como aquellos que un 4 de febrero de 1992 expusieron sus ideas con el
cuerpo en garantía. Hoy es más fácil, solo necesitamos usar radicalmente el
cerebro colectivo. Lo demás es creer que los pobres no tenemos cerebro. Para
diseñar la otra cultura, debemos rebotarnos ante ese nombrarnos desde el otro
que no somos, "yo represento", "vengo en nombre de",
"debemos ir a las comunidades", "debemos educar al pueblo",
"debemos darle poder a los pobres", "vamos a incluir a los
pobres", "hay que culturizar a los pobres", "el pueblo no
tiene cultura", "el pueblo no es educado", "hay que subir
al cerro", "hay que bajar al pueblo", "el pueblo es bruto",
"el pueblo no piensa". "Vamos a formar a la gente",
"vamos a organizar a los indígenas", "nuestros campesinos”,
"nuestros obreros", "nuestras mujeres" y ya en el colmo de
la demagogia, "nuestros LGBT", "nuestros
afrodescendientes", "nuestros discapacitados", "nuestros
perros y gatos" y una ristra más de poderosas palabras y poderosos gestos,
que nos han negado y que, muchas veces, los que se llaman "nuestros
líderes" han repetido contra nosotros mismos, sin entender el daño separador
del lenguaje poderoso habitando el cuerpo.
Para
construir lo distinto debemos saber que el lenguaje de la política tradicional
pertenece a un sector social que igual nutre a la derecha y a la izquierda, a
los extremos y al centro. Es un lenguaje discriminatorio, interesado y
acomodaticio, el lenguaje poderoso es viciado, no comunica, no informa. Domina,
desinforma, es académico, institucional, sin sonido, sin armonía, sin ritmo,
monótono, numérico, frío como cadáver; enrevesado y acartonado, nos grita a
distancia y con miedo, como civilización extranjera, tiene dos caras o tres o
muchas siempre negándonos.
También
debemos comprender que, de acuerdo a su interés, los dueños nos clasifican, nos
separan en gremios, en razas, en pieles, en colores, en gestos, en religiones,
en consumos, en infinitos versos separados, que jamás nos encontramos, aunque a
diario nos veamos, aunque vivimos en los mismos sitios, y compremos la misma
comida que ha de enfermarnos.
Hablando
comúnmente el lenguaje que reproduce ideológicamente al sistema, de acuerdo con
sus intereses, los pobres podemos ser sacros o demoníacos, buenos o malos,
alzaos o sumisos, orgullosos o humildes. En los últimos tiempos la moda y lo
superfluo condiciona su lenguaje economicista y sociológico: neoliberalismo,
globalización, ecosocialismo, descolonización, permacultura, agroecología
orgánica, agricultura urbana, marxismo negro, indio, amarillo, feminista, afro,
euro, indio, sustentado en intelectuales de Europa, Nueva York o sus imitadores
nativos. Toda esa torre de babel terminológica, usada en cenáculos artísticos
universitarios y clase media, sin que prive responsabilidad en el decir y el
hacer.
Ante
estos planes de la burguesía, es obligatorio sospechar de los que nos nombran
sin incluirse, aun cuando hayan nacido entre nosotros, o usen el más radical de
todos los lenguajes, porque este sol histórico pone al descubierto todas las
máscaras, los disfraces, nadie puede ocultarse, nadie puede engañar, el
lenguaje, en contenido y forma no escapa a este huracán.
Bracear
contra la corriente
En
estos años de gobierno, solo dos hechos comunicacionales se han producido con
estruendo mundial: Aló presidente y Con el mazo dando, lo demás han sido
repeticiones o hechos clandestinos sin recursos que no han tenido continuidad
en el tiempo.
Esta
maravilla ha ocurrido por el arrojo de personas que no son profesionales de la
información, pero que tienen algo que decir, lo que nos enseña que no son más
universidades, ni más redes, ni más tecnologías, ni más medios, ni bonitas
revistas, ni perfectos seminarios de entendidos en la materia, ni súper sabios
o asesores. Que es un concepto destructor de lo viejo lo que ha de imponerse y
eso sólo es posible en la calle, en la fábrica, en el barrio, en el campo,
donde se encuentran los infinitos lenguajes de la vida.
Tanto
el Comandante Chávez, como el presidente Maduro, se han desgañitado clamando
por la otra comunicación. ¿Dónde ha estado la falla? En que el megáfono y los
recursos están dirigidos a los oídos de los sabios asesores. ¿Qué podemos
perder si intentamos un encuentro filosófico de la comunicación entre los
pobres? Con los otros hemos logrado saber que por ahí no es el camino. ¿Qué nos
cuesta invertir en otra conversa? Esto mismo podemos aplicárselo a la
agricultura, la industria, la diversión, el arte, la salud, el deporte, el
conocimiento. Chávez nos enseñó que lo paralelo es el método expedito para
deshacernos del capitalismo.
Nosotros
estamos obligados a estudiar esas claves, porque lo nuevo siempre braceará
contra la corriente y, hoy más que nunca, los pobres debemos saber que el río
crecido nos nutre, que la comunicación para nosotros es la necesidad de crear y
promover el otro conocimiento, el que nos permita comprender. ¿Por qué hacemos
lo que hacemos? ¿Quiénes somos como pueblo? ¿Qué papel histórico debemos jugar?
Debemos
crear contenidos, formas y métodos, para conseguir las respuestas a los enigmas
que el hacer cotidiano nos presenta. Una de las claves es que, sólo en la
acción colectiva, en la acción que valora lo que somos, como fuerza, es donde
se ha podido avanzar en el desbaratamiento de la explotación.
Vamos
a crear la comunicación que nos junte, asumamos la participación protagónica,
comuniquemos con el cuerpo y el decir en la juntura; pero no sólo en la forma,
sino en el jugo que se exprime de todo el cuerpo en acción.
Comunicarnos
como clase, con el conocimiento, el análisis, la experimentación, la difusión y
la discusión colectiva de las ideas, nos puede conducir a diseñar lo soñado, la
otra cultura, pero esto requiere la audacia, el atrevimiento y la entrega de
vida, como aquellos que un 4 de febrero de 1992 expusieron sus ideas con el
cuerpo en garantía. Hoy es más fácil, solo necesitamos usar radicalmente el
cerebro colectivo. Lo demás es creer que los pobres no tenemos cerebro.
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